viernes, 30 de mayo de 2008

BOLIVIA: DEL EMPATE “CATASTROFICO”
AL EMPATE “VIRTUOSO”


Guido Riveros Frank, Presidente de la Fundación Boliviana para la Democracia Multipartidaria.

La decisión de la bancada de PODEMOS en el Senado Nacional de aprobar el Proyecto de Ley de Revocatoria, a todas luces le ha dado al Presidente Evo Morales un gran alivio en una coyuntura muy critica para su gobierno.

Al parecer, este es un intento para reposicionar a PODEMOS en un contexto político nacional donde Gobierno y Prefectos libran una dura batalla, hoy expresada en la búsqueda de imponer, por una parte, los contenidos de una nueva Constitución aprobada en medio de movilizaciones oficialistas y sin participación de la oposición, y por otra, la aprobación de estatutos autonómicos que más que expresar los legítimos anhelos autonomistas crecientes en el seno de la población boliviana, parecen ser murallas para contener el Proyecto de nueva Constitución.

Sin embargo este intento de reposicionamiento político planteado por PODEMOS peca por su carácter formal; es decir, está basado en mecanismos institucionales que no alcanzan a expresar plenamente la verdadera correlación de fuerzas que está configurando el empate estratégico que vive nuestro país.

Cuando parecía que la oposición regional había puesto al gobierno de Evo Morales contra las cuerdas con los resultados del referéndum para aprobar los Estatutos Autonómicos de Santa Cruz y cuando aparecen en el horizonte los referéndums de Beni, Pando y Tarija así como las elecciones prefecturales en Chuquisaca como seguras victorias de la oposición, la decisión del Senado lleva al Presidente Morales al escenario que mejor saber enfrentar: hacer una nueva campaña electoral. En estas lides sus perspectivas son menos difíciles comparadas con las tareas de enfrentar los desafíos de gestión: económicos, sociales y políticos, en los cuales el Presidente y su gobierno han demostrado capacidades inversamente proporcionales a sus habilidades comunicacionales y electorales.

EL EQUÍVOCO DEL EMPATE

En las elecciones del 2005, cuando el gobierno accedió al poder con el 54% de los votos válidos, éste decidió resolverlo, sometiéndose a la tesis del empate catastrófico, tratando de imponer una visión de país por encima de otras. Hoy día, luego de casi 30 meses de gobierno, podemos asegurar que el mandato del 18 de Diciembre del 2005 fue malentendido. No se trataba de resolver el empate derrotando a la mitad del país si no –gracias a ese mayoritario respaldo- de hacerlo de manera virtuosa, en democracia, poniéndose por encima de éste y con una autoridad emergente del soberano constituirse en el garante de un diálogo profundo que apunte a construir una sola agenda de cambio para todos.

Los bolivianos no deberíamos lamentar este empate y mucho menos deberíamos calificarlo como catastrófico. Este empate, hoy por hoy, es una realidad, representa nuestra fortaleza para no caer en hegemonías parciales que desconozcan la realidad compleja y, en consecuencia, desconozcan nuestra diversidad y la necesidad de sumar esfuerzos, de construir una sola agenda, un solo Proyecto Nacional.

Para el Presidente Morales la actual coyuntura le podría significar la posibilidad de replantear sus visiones y actitudes, repensar y proponer un cambio radical de lo que es su rol y su responsabilidad con la democracia y con el pueblo boliviano.

Lo real es que cualquiera sea el resultado del referéndum revocatorio, si se realiza. La victoria para cualquiera de las partes será pirrica si no salimos de este escenario encaminados en un verdadero proceso de dialogo, puesto que el empate continuará en términos catastróficos.

¿AGENDAS IRRECONCILIABLES?

Cada nación requiere de una sola agenda; múltiples agendas irremediablemente enfrentadas significan parálisis y muerte, por lo tanto deberíamos preguntarnos si los bolivianos podríamos construir un Proyecto común.

En ese contexto, la agenda posicionada por el gobierno que, en síntesis, significa una priorización del tema social, buscando erradicar la exclusión y, sobretodo, reposicionar el rol del indígena en nuestra sociedad, resulta extraordinaria e inaplazable. Se podría decir que pese a todo lo que se hizo en el pasado, la ecuación: indígena = pobreza = marginación, subsiste en Bolivia con características alarmantes. Sin embargo a pesar de la pertinencia de estas banderas enarboladas tan alto por el actual gobierno, parece que “la agenda del cambio” propuesta, era y es incompleta.

De la misma manera, las reivindicaciones autonomistas frente al estado centralista, pueden entenderse desde la perspectiva de regiones que las han enarbolado desde hace mucho tiempo y que creen que ha llegado el momento de resolver sus cuentas con el centralismo secante a cualquier precio. Las autonomías deben ser vistas como un mecanismo de democratización para que el país pueda aprovechar su riquísima diversidad en beneficio de todos, pero no como algo contrario al objetivo central de todos los bolivianos: lograr bienestar, justicia y libertad para todos, comenzando con terminar con la pavorosa herencia de exclusión que arrastramos del pasado.

SUPERAR LAS VISIONES ESTRECHAS

Sin lucha contra la pobreza y contra la exclusión no hay autonomía que valga y sin autonomía no podremos lograr mayores niveles de inclusión sobretodo para la población indígena. En estos momentos este es el desafío de la política: estar a la altura del empate que vive el país, reconocerlo y administrarlo democráticamente a través del dialogo y de la concertación.

Dentro del MAS, ha habido una creencia casi religiosa de que el cambio que ellos proponían era la única verdad. Haber levantado tan alto las banderas de la lucha contra la exclusión es el mérito del MAS, pero fallaron al creer que eso era todo. Desconocieron criterios diferentes y ayudaron a colocarnos a todos como si tuviésemos que escoger entre el bien y el mal. Ese fue otro error.

Pero también hay que reconocer que quienes piensan que la modernidad y la insistencia en políticas y en modelos que no han permitido resolver nuestros problemas hasta el presente, están equivocados. El cambio en nuestro país pasa por encontrar nuestro propio camino y destino.

Por lo tanto basta de enfrentar agendas, debemos sintonizarlas, la una como el objetivo superior de todos los bolivianos en la perspectiva del futuro y la otra como el mejor mecanismo en la tarea para lograr una participación en la tarea de construir una mejor sociedad para todos.

RESOLVER EL EMPATE DE MANERA VIRTUOSA

En este empate histórico que vivimos los bolivianos, nos enfrentamos a una disyuntiva: continuamos acrecentando la polarización, priorizando la búsqueda y amplificación de nuestras diferencias, regionales, sociales, económicas, culturales, hasta lograr el enfrentamiento, lo que significa continuar pretendiendo resolverlo con ganadores y perdedores, un hecho que ha demostrado no ser sostenible en el planeta. O lo administramos de una manera virtuosa, buscando nuestras coincidencias, haciendo de nuestros intereses comunes la base de un Proyecto Nacional como contexto en el que se resuelvan nuestras diferencias de manera democrática. Esta es la única manera de viabilizar la agenda social contra la exclusión, impulsando las autonomías, cohesionando y uniendo a todos los bolivianos a través del dialogo democrático.

Por todo lo anterior, instituciones como la nuestra (Fundación Boliviana para la Democracia Multipartidaria) justifican su existencia, porque se esta jugando el futuro de todos los bolivianos. Tenemos la oportunidad de contribuir a establecer un diálogo sincero que nos permita resolver el empate en el marco de un proceso virtuoso, enriquecedor para todos, que valorice nuestra diversidad y nuestras culturas y promueva lo mejor que tenemos: nuestro capital humano.

O fracasamos en el diálogo y la concertación y, por lo tanto, nos condenamos a las visiones fatalistas de un país inviable, de un proyecto fallido o sorprendemos al mundo dialogando, reconociéndonos, concertando y construyendo las bases de un futuro común, es decir de un Proyecto nacional para el Siglo XXI. Esta es nuestra disyuntiva.

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