viernes, 16 de febrero de 2007

EN MATERIA ECONOMICA, PURA CHÀCHARA!


Horacio Serpa

El Ministro de Hacienda anunció su retiro y existe preocupación por la situación de la economía nacional. No lo digo por su ausencia, que extrañarán algunos, sino por la frase con que se despidió: al país le llegó la hora de preocuparse por lo social.
Bonita opinión de quien por cinco años estuvo al frente de la economía. Para el doctor Carrasquilla ahora sí hay que pensar en el 13 % de desempleo, la mala situación de los campesinos, la seguridad social para todos, la vivienda para tres millones de familias, en los empresarios quebrados, en los jóvenes profesionales sin rumbo, en superar el analfabetismo y en la suerte de los que viven en la extrema pobreza. Porque eso es lo social, algo que a unos les parece tan sin sentido que solo es tema de los políticos en elecciones.
El doctor Carrasquilla resultó un ejemplo típico de esos Ministros que nunca se preocupan de las misiones propias del Estado, ni de los compromisos que con la gente asumen los gobiernos. Esta estirpe de tecnócratas considera que sobreaguando en los balances y las estadísticas, cumpliendo unos tecnicismos sobre hacienda pública y política económica, se cubren los requisitos para desempeñar una responsabilidad tan grande.
Por fortuna en muchas partes ya están pasando de moda. Ahora los encargados de la hacienda pública deben ser buenos técnicos, como sin duda lo es el doctor Carrasquilla, pero deben tener sensibilidad social, ser hombres de Estado y propugnar desde su cartera porque se cumplan objetivos políticos relacionados con los requerimientos del pueblo.
En el país ya hemos sufrido muchas veces las gestiones de estos Ministros que se preocupan por estar en buenos términos con el Fondo Monetario Internacional y con el Banco Mundial, preparándose para dejar las funciones gubernamentales y ocupar un importante y bien remunerado cargo en alguna de esas importantes Entidades Multilaterales.
A buen seguro que en los próximos días recibiremos la grata noticia del nuevo destino del doctor Alberto.
El Ministro saliente sostuvo el entable, por lo menos en algunos aspectos. Se dirá que no hubo mayores desbordamientos en materia económica, y puede resultar cierto, como no sea la perjudicial revaluación que lesiona las exportaciones y está generando tanto desempleo. Este aspecto es también un punto negro en la gestión del dimitente, como no haber logrado la reforma tributaria estructural que tanto prometió. En materia impositiva sigue el país en la mediocridad de siempre.
Muchas voces en el sector de los favorecidos con el manejo económico gubernamental, los más poderosos entre los ricos, pedirán para el Ministro una medalla por el crecimiento económico en 2006. Para eso ganaron bastante.
Claro que es muy bueno crecer, pero ni fue tan espectacular, examinado en el contexto latinoamericano, ni se debió a ninguna genialidad especial: aumentaron los precios internacionales de nuestras materias primas exportables, se mal vendieron importantes activos públicos, aumentaron las remesas de nuestros compatriotas en el exterior y siguieron llegando dólares y euros del narcotráfico, invertidos en construcción y otras “actividades productivas”. Que pena tener que insistir en este asuntico.
Pero si de medallas se tratara por los resultados en materia de crecimiento económico, los Ministros de Economía de Cuba y Venezuela serían aplastados por el peso de las que habría que colocarles.
Insisto en lo que a estas alturas del debate sobre economía política es ya una verdad aceptada en casi todas partes: una buena economía es la que produce satisfactorios resultados en materia de bienestar social.
Si Carrasquilla nos dice que solo hasta ahora hay que empezar a pensar en la gente, el mismo está calificando su gestión con las peores notas. El resto es cháchara!
Bogotà D.C., 9 de Febrero, 2007



¿POR QUE LA URGENCIA CON EL TLC?


MAURICIO CABRERA GALVIS, Cali, Febrero11 de 2007
Suscita muchas preguntas la urgencia del gobierno de que se “discuta” en el Congreso el TLC. En noviembre del año pasado presentó el proyecto de Ley para la aprobación del texto negociado, pero no esperó a tramitarlo en las sesiones ordinarias que comienzan en Marzo, sino que citó a extraordinarias y además envió mensaje de urgencia para que este proyecto tuviera prioridad absoluta sobre otros temas, incluyendo el Plan de Desarrollo. Lo que se busca es la aprobación a pupitrazo limpio, como se hizo con la última Reforma Tributaria, de un Tratado cuyos costos para el país son inmediatos y evidentes, y cuyos beneficios son solo posibilidades para el futuro que nadie sabe si se concretarán. Contrasta esta premura con el rechazo de Uribe 1 a la posibilidad de que el Congreso analizara en detalle el contenido del TLC y fijara pautas y directrices para su negociación. En efecto, en el 2004 parlamentarios del Partido Liberal presentaron un proyecto de Ley para que el Congreso colombiano tuviera la misma participación que tiene el norteamericano en las negociaciones de los acuerdos comerciales, de manera que el Gobierno y los negociadores tuvieran que rendirle cuentas al Congreso, tal como lo tienen que hacer en los Estados Unidos. El Presidente ordenó hundir ese proyecto y las negociaciones se mantuvieron en un círculo cerrado con informaciones esporádicas y parciales a la opinión pública. Lo que ahora se presenta al Congreso no es la posibilidad de debatir el contenido del TLC, aprobando las cláusulas que considere convenientes y rechazando las que sean perjudiciales para el país, sino la votación de tres “articulitos” para ratificar la totalidad del texto del Acuerdo. De nuevo contrasta esta disyuntiva de todo o nada con la posición del Congreso Norteamericano -en su legítimo derecho de defender los intereses de su país así no coincidan con los nuestros-, de no aprobar a ciegas la totalidad del TLC sino de exigir modificaciones en los temas laborales y ambientales que consideran desfavorables para ellos. En este contexto, ¿por qué correr a aprobar en Colombia un texto que los Estados Unidos consideran que no es definitivo sino que requiere correcciones? ¿Después que se hagan los cambios, el TLC deberá volver al Congreso para una nueva aprobación? La respuesta ingenua del gobierno es que no va a haber cambios al texto sino solo unos anexos o cartas adjuntas, como si estas no modificaran el contenido del Acuerdo! Seria irresponsable de parte del Congreso aprobar un texto que no es definitivo. También ha dicho el gobierno que Colombia debe aprobar rápido el TLC -así tenga cambios posteriores- porque en Junio vence la prórroga a las preferencias arancelarias del ATPDEA para nuestras exportaciones a EE.UU. Pero la realidad es que el Partido Demócrata, que ahora controla el Congreso de ese país ha mostrado su rechazo a los TLC y, por el contrario, ha manifestado que está dispuesto a estudiar una nueva extensión-incluso indefinida- a esas preferencias. ¿Por qué el gobierno y los gremios no dedican su cabildeo en Washington a buscar esa merecida prórroga, que facilita el acceso de nuestras exportaciones al mercado norteamericano sin ninguna contraprestación, en lugar de luchar contra la opinión de la mayoría demócrata? En el frente interno también hay interrogantes por resolver antes de aprobar el TLC. Por ejemplo, en el campo fiscal, los estudios del DNP y el CONFIS reconocen que el TLC disminuirá los recaudos tributarios entre 350 y 500 millones de dólares anuales, pero la exposición de motivos del proyecto ni menciona este hecho, violando el mandato de la Ley 819/03 que establece la obligación de que todo proyecto de Ley debe incluir el análisis de su costo fiscal y la fuente de ingresos adicional generada para financiarlo. Finalmente, la articulación con el Plan de Desarrollo. ¿No es más lógico que el Congreso debata y apruebe primero el nuevo Plan de Desarrollo, que debe ser la hoja de ruta básica para todas las políticas económicas y sociales, y después estudie la forma como el TLC debe integrarse dentro de ese Plan? Decían las abuelas que de la carrera no queda sino el cansancio, y de la urgencia por aprobar el TLC no quedará sino una política económica desarticulada.




La verdad que sabemos


OCTAVIO QUINTERO

Recién destapado el debate de la parapolítica alguien se atrevió a decir que el país no estaba preparado para conocer la verdad. La verdad hay que saberla, cueste lo que cueste, fue la respuesta nacional. Y ahora que el ventilador se prende, la prensa ortodoxa empieza a decir: “Ojo con las palabras…”.
Bueno, ese “ojo con las palabras” no significa más que seguirnos haciendo pasito, ocultando una verdad o administrando una mentira de hace años y que alguien con fina ironía y buen tino dijo que empezaba en Bolívar y Santander, y de ahí en adelante hasta Uribe.
No parece necesario remontarnos hasta los orígenes de la República para hacernos la catarsis, y ni siquiera preguntarnos, por enésima vez, literalmente hablando, quién mató a Gaitán, génesis de la violencia contemporánea. Desde entonces, la mentira ronda el alma nacional. A pedazos conocemos verdades que debemos callar por cuestiones de seguridad o de conveniencia personal. Por cuestiones de seguridad se subió a Rojas Pinilla y por cuestiones de conveniencia personal lo tumbó la oligarquía; por cuestiones de seguridad le robaron las elecciones en 1970 y por cuestiones de conveniencia personal él (Rojas Pinilla) se quedó impávido.
Colombia ha sido siempre un camino de mentiras embadurnado de sangre. Y como cada vez que nos asomamos al balcón de la verdad alguien grita… “ojo con las palabras”, entonces seguimos abriendo tumbas adelante para tapar las de atrás. Ayer, Maria Jimena Duzán le pedía a Botero Zea que no se fuera a ir de este mundo sin contarnos la verdad de los dineros del narcotráfico que ingresaron a la campaña presidencial de Samper. Pero es que de este mundo se van yendo, por las buenas o las malas, nuestros gobernantes y dirigentes sin contarnos sus verdades atroces. Y a la gente, a esa gente que se mata –o nos matamos- unos a otros, sólo nos queda la memoria genética que nos hace violentos. Violentos porque los viejos recordamos la sangre de Gaitán; los mayores de 40 la sangre de Galán y los jóvenes de hoy la sangre que derraman a manos guerrilleras, paramilitares y narcotraficantes, sin contar la sangre que hace derramar la pobreza acicateada por el neoliberalismo en la lucha por la sobrevivencia.
Personalmente no cargo muchas esperanzas de que el debate de la parapolítica nos destape la verdad, porque, entre otras cosas, no parece un debate nacional sino personal; y más que personal, político: Uribe anda en su campaña por la segunda reelección y tercer período; el Polo anda en busca de los últimos rescoldos liberales y Gaviria en busca de la Dirección Liberal para blindarse. Y el Partido Conservador, ahí, como el gringo Fretchet, atizando el fuego, que al calor del hogar -en el hotel mama- lo pasa bien.
El asunto está fríamente calculado. Estamos en un año electoral en el que se refuerza el poder local, origen, por supuesto, de todo el poder nacional. Hay que arengar las masas: Uribe en los Consejos Comunales, financiado por el presupuesto nacional, y los demás, haciéndole el juego en los medios del régimen, hasta donde los medios permitan, en una “Divina Comedia” en la que al Paraíso sólo llegan los que tengan buenas tetas: burocráticas, políticas, patrimoniales. A todos los demás, la plebe, nos toca el Infierno, porque, así como el neoliberalismo acabó con la independencia de la clase media, el Obispo de Roma acabó con el Purgatorio, algo que no era mucho, pero algo era algo.
No es que no estemos preparados para conocer la verdad. Es que la verdad no es verdad si la gente no la entiende, no la escucha o no la cree. Por eso estamos como estamos.
oquinteroefe@yahoo.com
Paradoja: Un raponero le arrancó los aretes a una señora con oreja y todo. La gente alrededor empezó a gritar: cójanlo, cójanlo. Un policía lo agarró y lo levantó a patadas y bolillo. Entonces la gente empezó a gritar: suéltenlo, suéltenlo.


¿Nos llevará el Ensanche?


César González Muñoz
El presidente Bush, en su último discurso sobre el Estado de la Unión, hizo noticia en los mercados de energía y entre los interesados en los problemas ambientales. Bush esbozó su plan de reducir en 20 por ciento el consumo de gasolina en Estados Unidos en los próximos diez años. El principal objetivo declarado es la reducción de la dependencia del petróleo extranjero. El plan descansa, en no poca medida, en el estímulo vía subsidios y protección arancelaria a la producción local de biodiesel y etanol. Y no se habla de una bicoca: La propuesta de la Casa Blanca implica que se multiplique por siete el consumo de biocombustibles en Estados Unidos en la década por venir.
Según los expertos, el etanol producido a partir del maíz en Estados Unidos tendría que responder por las dos terceras partes de la meta de combustibles alternativos. Obviamente, ello supone una fuerte expansión del área sembrada y un empujón de productividad física. Ojo a las cifras: En 2006 se produjeron 5 millardos de galones de biodiesel y etanol en Estados Unidos. Llegar a la meta propuesta significaría que en 2017 el consumo de esos biocombustibles fuese de 35 millardos de galones.
Si el precio del maíz se ha duplicado en un año, y está en su nivel más alto desde 1995, por cuenta del impulso que ya traía la producción de etanol, ¿qué podría ocurrir ahora, con la resonancia que se les debe atribuir a los planteamientos de Bush? Los operadores de los mercados prevén un aumento del precio del petróleo, y de los biocombustibles, y el disparo de las cotizaciones del maíz. Dos grandes razones: El plan de marras incluye un aumento de las reservas “estratégicas” de gasolina, lo cual aumenta la demanda en el corto plazo. Y, por otra parte, hay dudas sobre la real capacidad de Estados Unidos para aumentar la producción de maíz al ritmo requerido.
En conjunto, las proyecciones apuntan a un continuo aumento de los precios del maíz, con implicaciones en toda la industria alimenticia. La alternativa sería eliminar las tarifas arancelarias al etanol importado de países tropicales -.principalmente Brasil – y producido a partir de la caña de azúcar. Sin aranceles, estas naciones podrían poner marejadas de etanol en puertos norteamericanos a precios inferiores al que allí se produce, con subsidio y todo, con base en el maíz.
Ya sabemos que no hay mayores probabilidades de que ello ocurra. Se ha hablado en estos días de una Estrategia de Biocombustible para América Latina y el Caribe promovida por Estados Unidos y Brasil. Es, claramente, un ataque a la petro–diplomacia Venezolana. Brasil seguramente quiere vender su etanol y su tecnología en la región, pero le será muy difícil abrir el mercado del norte.
Falta una parte muy importante de esta historia. La Comisión Europea acaba de proponer nuevos estándares para los combustibles usados en el transporte, como parte de la estrategia de la Unión Europea para combatir el cambio climático y la contaminación del aire. Una parte muy importante de esta propuesta consiste en estimular el consumo de biocombustibles: Se propone que desde 2009 la gasolina europea tenga dos mezclas posibles, del 5 y del 10 por ciento de etanol. El porcentaje mayor sería obligatorio desde 2020. Si los Estados miembros y el Parlamento Europeo aprobaran la iniciativa, Europa tendría una gran demanda de biocombustibles importados del trópico.
¿Qué dicen de todo esto los estrategas, si los hay, del gobierno colombiano? ¿Se pellizcarán los empresarios del campo? ¿Nos llevará el ensanche?


Como en el juzgado


Ramón Elejalde.


Acostumbro decirles a mis hijos mayores, que son abogados, cuando los escucho pronunciar palabras fuertes o hacer charlas pesadas, que se comporten como en el juzgado. A pesar de que son pocas las ocasiones en que recurro a este cordial llamado de atención, he aprendido a recortar la frase: “joven, como en el juzgado”. Todo porque supongo que un abogado utiliza un lenguaje ponderado y respetuoso cuando adelanta diligencias o audiencias en los juzgados.
Las frases y acusaciones fuertes que se han cruzado en los últimos días el doctor Álvaro Uribe Vélez y algunos dirigentes de la oposición, especialmente el senador Gustavo Petro, no son nada saludables para el país. No le queda bien al presidente de los colombianos utilizar un lenguaje pugnaz contra la oposición democrática. Pero tampoco le queda bien a un senador de la República, que además lo ha hecho bien, acusar a la familia del Presidente con un refrito que ya fue valorado por los jueces. Éste es un Estado de Derecho con independencia de las distintas ramas del poder público. Si ya los fiscales de conocimiento hicieron un pronunciamiento de fondo sobre unas acusaciones que le hicieron hace algunos años al señor Santiago Uribe, a quien por lo demás no conozco, no puede un integrante del legislativo poner en duda esas determinaciones, a no ser que tenga pruebas nuevas, caso en el cual incurre el doctor Petro en una infracción penal al no darlas a conocer a las autoridades competentes. Más significativo aun que la providencia citada se dictó cuando fungía como Fiscal el doctor Alfonso Gómez Méndez, quien jamás fue laxo con el paramilitarismo.
Bienvenido el debate político. Bienvenido el destape de la parapolítica. Lo que no puede suceder es enturbiar el clima de convivencia con acusaciones montadas sobre refritos o sobre desconocimiento de la historia reciente. Gloria Cuartas, a quien jamás he tratado, fue candidata de consenso en Apartadó. Consenso liderado por monseñor Duarte Cancino y del cual hicimos parte todos los dirigentes liberales, entre ellos los amigos del doctor Uribe Vélez. Decir que fue una imposición de la subversión es torcer la historia. Afirmar que Carlos Gaviria expidió fallos para favorecer a determinados sectores o para obtener futuras adhesiones políticas, es de pronto actuar como adivino y por encima de todo, es desconocer el funcionamiento de la Corte Constitucional y de la existencia de salas de decisión.
Entiendo al Presidente cuando se exaspera por los ataques a su familia, pero no lo entiendo cuando se baja del pedestal que le entregaron más de siete millones de colombianos, entre los cuales no me encuentro. Alguien, con sobrada razón, afirmaba que los rifirrafes de los últimos días entre el doctor Uribe Vélez y Gustavo Petro más parecían un programa de “Laura en América” que la confrontación entre dos personas que tienen una altísima dignidad y la responsabilidad de conducir una nación.
El debate político se tiene que realizar con afirmaciones sustentadas en pruebas. No importa las consecuencias que estos debates traigan aparejados. Gustavo Petro con sus denuncias logró el despegue del proceso parapolítico que hoy se adelanta. El País le hace ese reconocimiento. Por este motivo tiene la responsabilidad de actuar con contundencia y certeza, no con historias ya valoradas por los jueces. El Presidente está en todo el derecho de defenderse, pero como decimos en mi pueblo, no se puede “menudiar”. No le luce, así tenga fama de bravo y frentero. Parodiando la frase que les digo a mis hijos en situaciones similares: “jóvenes, como en el juzgado”.




Las explicaciones del Presidente


Juan Manuel López Caballero

Varias presentaciones hizo el Dr Uribe para explicar –o tal vez mejor, para desvirtuar- los datos que publicó el DANE respecto al empleo.

Sobra decir que para el Gobierno no podían ser satisfactorios, especialmente después del gran despliegue que habían hecho del crecimiento de la economía.

No podía evidentemente repetir la intentona que tuvo con el anterior director del DANE Dr. Cesar Caballero, cuando le sugirió ‘reestudiar los datos que iba a publicar’ y éste prefirió renunciar antes que tener que acomodarlos a las interpretaciones del presidente.

Pero son muchas más las cosas que ameritarían ese esfuerzo de ‘explicación’ por parte suya.

Por ejemplo, como tema también de actualidad, ¿cómo se explica la decisión de ahora de apoderarse de los bienes de Mancuso?. Todas las versiones que aparecen son poco presentables: Si es la reacción a las declaraciones de Eduardo Pizarro, según las cuales los fondos para cumplir la ley que a él le toca implementar tendrían que salir del bolsillo de todos los colombianos –vía presupuesto- ¿porqué no se hizo antes? ¿porqué lo hace ahora? ¿Qué pasó durante el tiempo que se duró sin tomar esa decisión? Si la excusa para lo primero es que no había vías legales ¿Qué fue lo que cambió para que hoy sí se pueda? ¿no implicaría eso una actuación ilegal? Si según la versión oficial lo que se busca es que con esos bienes se cubra la reparación a las víctimas ¿considera el gobierno que los bienes de los victimarios y sus testaferros cubrirán las indemnizaciones? Si a Chupeta le encontraron el equivalente a más de 250.000 millones en efectivo ¿es creíble que lo que se deba expropiar de Mancuso sean 8.500 millones? La malicia de la gente siempre se hará otras preguntas: ¿Tiene eso algo que ver con el principio de ‘confesiones’ que el comandante paramilitar está haciendo? ¿Será parte de la presión o de una negociación para que Mancuso siga acusando o delatando solo a quienes ya estan muertos o enjuiciados? ¿O será una advertencia para que no se repita el caso del asesinato de la señora Izquierdo?

¿Por qué, si está tan interesado en que se entienda lo que producen las decisiones de su Gobierno, nunca cita, con esa memoria, esa precisión y esa dialéctica tan prodigiosas, de donde vienen o cómo se justifican las 11.200 víctimas entre muertos y desaparecidos entre el 2002 y el 2006 atribuidos a los paramilitares, o las 4.000 fosas comunes que según el Fiscal tiene ya localizadas aunque “solo” hayan podido abrir 500 por falta de recursos (¡!!)?

El Presidente entendió que el camino de las ‘explicaciones’, en el sentido de orientar la información para mejorar los temas que van siendo cuestionados no lo favorece. Y, contrariamente a lo que tildan de locura o salida de casillas, su desborde en contra de los voceros de la oposición es una estrategia –por demás exitosa- para dejar de tener que luchar por encontrar explicaciones. Por eso suelta cuestionamientos al pasado como si eso lo eximiera de responder por sus propios actos, habla de ‘juzgar al Estado’, o busca trabarse en contrapunteos personales con los jefes de los partidos no Uribistas, evitando cualquier debate sobre sus resultados de gestión, sus programas para el futuro o, sobre todo, su sistema de administración y el uso de la burocracia y el presupuesto para comprar respaldos.



FEBRERO DE 2007
"Operación Che". Historia de una mentira de Estado


Tomado de TERMITA VIRTUAL que dirige el Dr. Carlos Alberto Villegas.

En este reportaje –primicia mundial–, los experimentados periodistas De la Grange y Rico documentan de manera irrefutable que la operación ordenada por Fidel Castro para hallar y trasladar los huesos del Che de Bolivia a Cuba fue en realidad un gigantesco engaño.
“El Che fue el último que desenterramos. Parte de sus restos estaban cubiertos por la chaqueta y al registrarla encontramos, en un bolsillo, la bolsita con picadura de su pipa.” Abrumada por la emoción, la historiadora cubana María del Carmen Ariet contaba así a la prensa el hallazgo, en julio de 1997, de los restos de Ernesto Guevara, junto a otros seis guerrilleros, en una fosa común a las afueras de Vallegrande (Bolivia). “Es el comandante, al fin lo encontramos”, coreaban, entre sollozos, los siete miembros del equipo científico cubano, que había tardado dieciocho meses en cumplir la importante misión ordenada por Fidel Castro: localizar el cuerpo del “Guerrillero Heroico”, asesinado por el ejército boliviano el 9 de octubre de 1967, y enviarlo a Cuba a tiempo de conmemorar el 30 aniversario de su muerte. Ajeno a la alegría de los admiradores del Che, que rodeaban la amplia fosa de tres metros de profundidad, diez de largo y cinco de ancho, abierta por los cubanos entre la pista de aterrizaje y el cementerio, un grupo de curiosos observaba ese trajín tan desacostumbrado en Vallegrande, un pueblo de seis mil habitantes del oriente boliviano. Entre la multitud estaba Casiano Maldonado, un campesino de 46 años, dueño de unas pocas vacas y un terrenito al final de la pista. Casiano no salía de su asombro, pero se quedó callado. El momento no era propicio para expresar en voz alta lo que le pasaba por la cabeza. No le gustaban los pleitos. Casi diez años después del hallazgo, el vaquero no lo duda un solo instante: “Ése no era el Che”, dice, mientras lleva un pequeño toro atado a una cuerda. Risueño, bajo un sombrero negro que le protege de la llovizna persistente, Casiano cuenta que, cuando el ejército mató a los guerrilleros y los trajo a Vallegrande, él vio los cadáveres, todos amontonados. “Como perros los tenían. La zanja estaba abierta cuando volví de Vallegrande en la tarde. A la mañana siguiente, cuando pasé de nuevo, ya estaba tapada la zanja. Los habían enterrado a los guerrilleros durante la noche, ahí, en esa misma fosa donde los encontraron. Después, me fui al hospital Señor de Malta porque quería ver al Che, como todo el mundo aquí. Curiosidad, nada más. Cuando llegué al hospital, ahí estaba el cuerpo de Che.” En 1997, la Revolución Cubana atravesaba sus peores momentos. Su principal aliado y sostén económico, la Unión Soviética, había cesado de existir seis años antes. Había hambre y escasez de todos los productos de primera necesidad en la isla, que vivía bajo las reglas del “periodo especial en tiempo de paz”, un eufemismo para caracterizar una verdadera economía de guerra. Aparecieron pintadas anónimas en las paredes –“Abajo Fidel”– y las primeras señales públicas de descontento, con una manifestación espontánea en el Malecón, algo nunca visto en La Habana desde la llegada al poder de los barbudos, en 1959. En uno de esos golpes propagandísticos perversos, a los que siempre ha recurrido cuando ha estado en un apuro, al dictador cubano se le ocurrió recuperar la figura del popular guerrillero argentino-cubano para distraer al pueblo de sus apremiantes penurias y “relanzar la mística revolucionaria”. Encontrar sus restos se convirtió en el principal desafío para 1997, proclamado “Año del Che”. El Líder Máximo no podía fallar y, menos aún, aquellos que él mismo escogió cuidadosamente para cumplir tan peculiar cometido. Costara lo que costara, los huesos del “Comandante de América” tenían que llegar antes de octubre para ser depositados en el descomunal mausoleo que le estaban construyendo en Santa Clara, la ciudad liberada por la tropa bajo su mando, antes de marchar hacia La Habana, en los últimos días de diciembre de 1958. Y los huesos llegaron a tiempo, tal y como lo había ordenado Fidel Castro. ¿Cómo lo lograron? Diez años después del hallazgo “milagroso”, como lo definió el propio caudillo, van apareciendo por fin las pruebas del engaño. Muchos vallegrandinos eran escépticos cuando los cubanos empezaron a buscar los restos de los 36 guerrilleros muertos en 1967, en la trágica aventura del Che en tierra boliviana. No tenían mucha fe en la parafernalia técnica del equipo multidisciplinario llegado de La Habana. No dudaban de que los tres ingenieros geofísicos, el antropólogo forense, el arqueólogo y la historiadora, todos bajo la autoridad de Jorge González, por entonces director del Instituto de Medicina Legal de La Habana, terminarían encontrando la mayoría de los cuerpos, pero el del Che, no. ¿De qué iba a servir tanta gente experta y tantos georadares y detectores de magnetismo si al Che lo habían incinerado los militares y esparcido sus cenizas por la selva, como todo el mundo sabía? Sin embargo, las declaraciones del doctor González, el 1 de julio de 1997, sobre el descubrimiento de siete osamentas en una fosa abierta tres días antes, parecían indicar que el ejército había mentido sobre el destino final del cadáver. Muchos incrédulos dieron por bueno el hallazgo cuando lo anunció el médico. “Desde el punto de vista científico, el Che está en esta fosa”, aseguró el jefe de la misión cubana. “No se trata de un deseo mío, como cubano, sino que estamos convencidos, como científicos, de que está acá.” Faltaban todavía por hacer las pruebas forenses, pero el equipo había llegado a la conclusión de que el más buscado de los guerrilleros estaba ahí a partir de un simple cálculo matemático: si el ejército había matado a siete insurgentes en total, los días 8 y 9 de octubre de 1967, y si había siete cuerpos en esa fosa, era obvio que no podía faltar el Che. Algunos periodistas bolivianos se extrañaron de que el hallazgo hubiera ocurrido en las primeras horas de la noche, o sea, fuera de los horarios fijados por las autoridades bolivianas para trabajar en las excavaciones, y cuando la prensa se había retirado del área.

El entusiasmo manifestado por los cubanos y las garantías ofrecidas por el doctor González –“la identidad de los restos hallados en la fosa se determinará con un estudio final de laboratorio, incluyendo la prueba de ADN”– diluyeron las suspicacias. Además, la llegada, tres días después, de varios miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense revestía de seriedad el proceso de identificación de los huesos. Esa organización había adquirido cierta fama en el sector humanitario, por su participación en distintas investigaciones sobre matanzas de civiles en varios países (Argentina, El Salvador, Guatemala o la antigua Yugoslavia). El aval de los argentinos tranquilizaba a la prensa nacional y a los enviados de los grandes medios internacionales, cuya principal preocupación era ser los primeros en anunciar el hallazgo o en obtener las imágenes de los “guerrilleros huesos”, según la fórmula usada por el Che en su época mexicana, a finales de los años cincuenta. Un cineasta italiano denunció, incluso, que la televisión estadounidense CBS había intentado obtener la exclusiva por 30.000 dólares. Enredados en esa batalla, nadie cuestionó el proceso de exhumación, a pesar de las numerosas irregularidades en los procedimientos y de la sospechosa complicidad de la comisión nombrada por el gobierno de Bolivia para supervisar la operación. Al frente de esa comisión, y a petición del propio Fidel Castro, el presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada había nombrado a su hombre de confianza, Franklin Anaya, que era entonces su ministro de Gobierno (Interior), después de haber sido su embajador en La Habana. Cuando el diario The New York Times publicó, en noviembre de 1995, las declaraciones del general Mario Vargas sobre la supuesta ubicación de la tumba del Che, cerca de la pista de aviación de Vallegrande, Sánchez de Lozada decidió autorizar la búsqueda, para “devolver los restos a las familias de los guerrilleros y darles cristiana sepultura”. “Para hacérselo aceptable a las Fuerzas Armadas, yo se lo planteé como una cuestión humanitaria”, nos explicaba el ahora ex presidente durante un encuentro casual en Guatemala, en octubre de 1999. “Las Fuerzas Armadas fueron muy disciplinadas y muy discretas. Lo importante es que todos estaban interesados en el asunto: los cubanos tenían interés en llevarse los restos y los militares en quitárselos de encima. Perdimos un maravilloso negocio de turismo, pero pude sacar este irritante de la vida institucional”. Sobre la posibilidad de que Franklin Anaya pudiera haber sido cómplice de un montaje de los cubanos para atribuir huesos ajenos al Che, el ex presidente reconoce que no se le había ocurrido: “A Franklin lo conozco, es amigo. Era más embajador de Cuba en Bolivia que al revés, y es cierto que al Che lo descubrieron con otros cadáveres, lo cual no correspondía con las indicaciones de los protagonistas, pero no creo que Franklin estuviera en ese proyecto.” En cualquier caso, Anaya cumplió su cometido con creces. Cuando aparecieron las osamentas, el ministro tomó la decisión de trasladarlas inmediatamente a Santa Cruz de la Sierra, la gran ciudad del oriente boliviano, a unos 300 kilómetros de Vallegrande. “Acondicionamos el hospital de Vallegrande para hacer creer que íbamos a llevar los restos ahí. La policía me había informado de que la gente iba a bloquear las salidas del pueblo para impedir que se los llevaran a Cuba”, cuenta en su confortable casa en la periferia de La Paz. Y para documentar sus afirmaciones, presenta varios informes de los servicios bolivianos de inteligencia. “Le dije a Popy [apodo del doctor Jorge González] que había que sacar todo esa noche: ahora o nunca, le dije. Los cubanos y los argentinos pusieron los huesos en cajas de cartón. Convoqué una conferencia de prensa en Vallegrande a las once de la noche y, en ese mismo momento, salía una columna de unos quince vehículos, con policía y una ambulancia, donde estaban las cajas.” El hospital Japonés de Santa Cruz prestó sus instalaciones para que los forenses cubanos juntasen las piezas óseas y realizasen las necropsias exigidas por ley. Al cabo de una semana, marcada por una romería permanente de los admiradores del Che en las puertas del nosocomio y una larga espera para decenas de periodistas, llegó la buena nueva. El Che, anunciaron forenses y autoridades, había sido “plenamente” identificado. El doctor González subrayó la “inequívoca comprobación de que los restos del esqueleto número 2 corresponden al comandante Ernesto Che Guevara”. Los otros seis estaban en mucho peor estado, pero los forenses pudieron identificar a los tres cubanos. En cambio, no había resultados para los dos bolivianos y el peruano. Como lo contaría más adelante el antropólogo forense cubano Héctor Soto, en una entrevista al periódico Juventud Rebelde (26 de octubre de 1997), “el grado de fragmentación de casi todos los cráneos no permitió el uso de la técnica de superposición cráneo-fotográfica, lo cual ratifica en cierto modo la hipótesis de que después del enterramiento los cuerpos fueron compactados por otras capas de tierra”. El artículo agrega que “todos los cráneos estaban fragmentados, excepto el del esqueleto número 2”. ¿Habrá alguna razón científica para explicar por qué el cráneo del Che no sufrió el mismo deterioro que los otros seis en las mismas condiciones adversas? Nadie lo preguntó en las sucesivas conferencias de prensa en Santa Cruz. Después de todo, el doctor González había ofrecido una lista muy convincente de elementos que habían permitido la identificación del Che: la ausencia de las manos, que habían sido amputadas por el ejército después de asesinarlo; las características antropológicas del cráneo, “específicamente la región frontal, exageradamente prominente, que todo el mundo conoce por las fotos del comandante”; y la coincidencia de la dentadura con la ficha dental que se tenía del Che.

Además, había agregado el forense, se habían encontrado pruebas contundentes en la fosa, en particular un cinturón y una chamarra verde, idénticos a los que portaba el Che cuando su cadáver fue expuesto en la lavandería del hospital Señor de Malta. Los expertos cubanos y argentinos insistieron sobre la presencia providencial de esa chaqueta, que tapó el cráneo, el torso y los brazos del esqueleto número 2 durante todo el proceso de excavación. El hallazgo de una bolsa con un resto de tabaco en uno de los bolsillos cuadraba con la anécdota contada por un piloto de helicóptero, el entonces mayor Jaime Niño de Guzmán, que había regalado tabaco al Che para su pipa, un poco antes de su ejecución en la escuelita de La Higuera (el ejército lo tuvo preso unas horas, levemente herido en una pantorrilla, después de un combate en la quebrada del Churo, o Yuro para los cubanos, a unos kilómetros de esa minúscula aldea). Sin embargo, había contradicciones insalvables sobre la tabaquera encontrada con los restos del Che. Mientras la historiadora María del Carmen Ariet, coordinadora del Centro de Estudios Che Guevara, en La Habana, y brazo derecho del doctor González en la búsqueda de las tumbas, insistía en que se trataba de una “bolsita de nailon”, el cineasta italiano Daniele Incalcaterra, que estuvo todo el tiempo en la fosa con sus amigos forenses argentinos, afirma que era “una tabaquera de metal, rectangular”. ¿Está seguro de que no era una bolsita de nailon? “Seguro. Era de metal, pequeña, como las que se hacían en esa época.” Y como todos los guerrilleros eran fumadores, ese tabaco y esa chamarra pudieron haber pertenecido a cualquiera de ellos. Identificados los cadáveres, el gobierno boliviano autorizó de buena gana la salida de los huesos del Che y de los tres cubanos, además de la osamenta de un cuarto combatiente, Carlos Coello, “Tuma”, cuyos restos habían sido descubiertos el año anterior en otra fosa. El 12 de julio de 1997, los cinco pequeños ataúdes de madera viajaron con Cubana de Aviación, de Santa Cruz hasta La Habana, donde fueron recibidos por sus familiares y un nutrido grupo de gerifaltes, encabezados por los dos hermanos Castro. El periódico argentino Clarín ofreció en ese momento, bajo la firma de Matilde Sánchez, una descripción muy atinada del acontecimiento. “Todo parecía dispuesto para una apoteosis política, que sonaba diagramada hasta en las pequeñas cortesías del azar para hacer coincidir el regreso del mítico guerrillero con los festejos [de conmemoración] del asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio, fecha emblemática de la Revolución Cubana, y la apertura del Congreso de la Juventud, un día más tarde”. La gran movilización popular había empezado y llegaría a su apogeo el 17 de octubre de 1997, cuando los restos del Che fueron transportados triunfalmente hasta el mausoleo de Santa Clara. En su discurso, Fidel Castro no escatimó alabanzas a su ex compañero, con el cual había tenido diferencias y al que no intentó rescatar en Bolivia cuando quedó claro que la guerrilla estaba fracasando. “¡Gracias, Che, por tu historia, tu vida y tu ejemplo! ¡Gracias por venir a reforzarnos en esta difícil lucha que estamos librando hoy para salvar las ideas por las cuales tanto luchaste, para salvar la Revolución, la patria y las conquistas del socialismo!” Muerto el Che, ¡viva el Che! La economía siguió cayendo en picada y ninguna perspectiva de mejoría apareció en el horizonte, pero al régimen los huesos del Che le resolvieron el año 1997, que terminó sin sobresaltos políticos. No había pan, pero por lo menos había circo. No era la primera vez que Castro obtenía réditos políticos con la figura del Che. La repatriación de los restos del antiguo ministro de Industria y jefe del Banco Central, convertido en icono de la juventud mundial, era la culminación de un proceso que había empezado con la devolución rocambolesca de su Diario de Bolivia, unos seis meses después de su muerte. Mientras los militares bolivianos mantenían negociaciones secretas para vender por una millonada los derechos de publicación a varias editoriales europeas y estadounidenses, su propio ministro del Interior, Antonio Arguedas, sacaba clandestinamente una copia fotostática del Diario para mandarla a La Habana a través de terceros. Los cubanos ganaron la carrera y publicaron, el 1 de julio de 1968, el famoso documento, con una introducción, cómo no, de Fidel Castro, que se apuntó una victoria política con la difusión del texto en varios idiomas. La recuperación del Diario fue el primer acto de un largo proceso de reapropiación del Che por el régimen de La Habana, que se ha empeñado en rescatar al guerrillero pedazo a pedazo. Luego, llegarían las manos amputadas y, poco a poco, varias de sus pertenencias, recolectadas en Bolivia por agentes de la inteligencia cubana. Y, finalmente, la apoteosis con la repatriación de la supuesta osamenta del Che. Las manos viajaron a La Habana gracias al mismo personaje que había entregado el Diario. Esa hazaña le había costado su puesto de ministro del Interior en el gobierno boliviano y casi la vida, a manos de unos militares que querían vengarse. Cuando decidió mandar las manos del Che a Cuba, Antonio Arguedas se recuperaba en un hospital paceño de las graves heridas sufridas en un atentado.

Esa vez sobrevivió. Antes de pedir asilo político a México –iría finalmente a Cuba, donde residió más de siete años– Arguedas llamó a su amigo Víctor Zannier, el mismo que se había encargado de sacar del país las fotostáticas del Diario, escondidas en cuatro fundas de discos LP. Le encomendó una nueva misión, muy delicada, cuenta Zannier: “Vete a mi casa –me dijo–. Ahí tengo las manos del Che. Busca una manera de hacerlas llegar a Fidel.” Desde hacía casi dos años, Arguedas convivía con las manos del guerrillero. Las guardaba en un bote de formol debajo de la cama, dentro de una urna de madera tapizada con “terciopelo rojo y [con] un acabado muy elegante”, según su propia descripción. El ejército había ordenado cortar las manos del Che, poco antes de su entierro secreto, para tener una prueba incontestable de su muerte. Por motivos que él mismo nunca quiso aclarar del todo, entre los cuales se mezclan el fetichismo, muy arraigado entre los afectados por el virus de la chemanía, y el sentimiento de culpa por haber participado en la muerte del “Comandante de América”, Arguedas había decidido conservarlas. Quizás se habría quedado también con la cabeza si su subordinado, el teniente coronel Roberto Quintanilla, jefe de inteligencia del ministerio del Interior, hubiera cumplido la orden que él mismo le había dado. Quintanilla tuvo que conformarse con las manos cuando varios oficiales de alto rango y los dos médicos del hospital de Vallegrande se opusieron a semejante acto de barbarie. Sentado en la confitería Cristal, en la avenida Heroínas de su Cochabamba natal, el abogado y periodista Víctor Zannier, militante de izquierda de toda la vida y muy vinculado al régimen castrista, no duda en hacer un repaso completo de la agitada historia de Bolivia desde la revolución de 1952, en la cual participó. Luego, vuelve al tema de las manos. Con una memoria prodigiosa a pesar de sus ochenta años, recuerda con muchos detalles cómo cumplió con su nueva misión. “Con el hijo de Arguedas, Carlitos, que tenía entonces catorce años, cavé un poco en el suelo de cemento debajo de la cama y encontré una bandera cubana y una boliviana que envolvían una urna tallada en madera, donde figuraban las fechas de nacimiento y asesinato del Che. Dentro había un bote con las dos manos en perfecto estado. Había también una mascarilla de yeso, no muy bien hecha, con restos de barba, bigote, cejas y pelo. Probablemente, el que la hizo no tenía práctica o medios. Era la cara del Che volcada.” Zannier sacó el bote de la urna y lo puso, con la mascarilla, en una pequeña maleta de metal que acababa de comprar con este fin. Al cabo de seis meses y muchas peripecias estrambóticas, la misma maleta y su peculiar contenido aterrizaron en el aeropuerto de La Habana, a principios de enero de 1970. Fue un recorrido interminable por Budapest, Moscú y Argel, con una escala imprevista, y muy tensa, en la base estadounidense de las Bermudas, donde el avión de Aeroflot tuvo que repostar combustible. “Habíamos tenido demasiado viento en contra”, recuerda Zannier. “Yo viajaba con un pasaporte cubano, que me habían dado en Moscú, y bajo otro nombre. Empecé a preocuparme cuando subieron al avión varios militares americanos y unos funcionarios. Yo tenía el maletín entre las piernas y no lo había soltado desde que habíamos despegado de Moscú. Pidieron la lista de pasajeros, pero no tenían derecho de revisarnos porque era una escala técnica. El vuelo siguió hasta La Habana, donde me esperaba una comitiva de alto nivel. Entregué el maletín y, en la noche, Fidel me convocó para darme las gracias por esta operación que él calificó de ‘excepcional’”. Después de la entrega de las manos, quedaba lo más difícil: encontrar el cuerpo del Che, o lo que quedara de él, y repatriarlo. Todo esto clandestinamente, sin que las autoridades bolivianas se percataran de la operación. La Habana no pudo hacer nada sustancial hasta el año 1983, cuando se reanudaron las relaciones diplomáticas entre los dos países, de manera parcial hasta 1989, y luego con intercambio de embajadores. Una coalición de izquierda había ganado las elecciones en Bolivia, y los cubanos aprovecharon inmediatamente las circunstancias. Apenas instalado en la presidencia de la República Hernán Siles Zuazo, La Habana mandó a decenas de agentes de la Dirección General de Inteligencia y del Departamento América. Ambas dependencias, encargadas de apoyar a los movimientos guerrilleros en el continente, estaban dirigidas por el famoso Manuel Piñeiro, “Barbarroja”, fallecido en 1998. El número uno de la embajada era un experimentado cuadro de ese Departamento, el mismo que había recibido a Zannier en el aeropuerto de La Habana cuando llegó con las manos del Che. Ángel Brugués, más conocido como “Lino”, se quedaría once años en Bolivia, primero como encargado de negocios y, luego, como embajador. Entre sus misiones secretas, estuvo la de buscar los restos del Che con el apoyo de varios agentes cubanos, en particular los historiadores Froilán González y Adys Cupull, autores de varios libros sobre la saga del Che en Bolivia (De Ñacahuasú a La Higuera, 1989, y La CIA contra el Che, 1992). Froilán González cuenta, con una profusión obsesiva de detalles, sus entrevistas con muchos de los bolivianos, campesinos en su mayoría, que tuvieron algún contacto con el Che cuando deambulaba con su tropa hambrienta en la zona de los ríos Grande y Ñacahuasú. El autor rescató varios utensilios, como tazas o platos, que el Che había usado alguna vez.

La enfermera que lavó su cadáver, Susana Osinaga, le entregó uno de los tres pares de calcetines que llevaba puestos el guerrillero en el momento de su muerte. “He conservado las medias todo este tiempo en esta cajita, tal como se las quité. ¡Ni las lavé!” Otra vallegrandina, Elvira Ramírez, aceptó deshacerse del mechón que su prima, ya fallecida, había cortado de la cabellera del Che y llevaba como “amuleto”. En cambio, Froilán González no parece haber tenido tanto éxito con otro de sus cometidos: la ubicación de los restos de los 36 guerrilleros muertos en esa aventura, en su mayoría bolivianos y cubanos. La población local le proporcionó indicaciones sobre las sepulturas de algunos de ellos, incluyendo “Tania”, la única mujer del grupo. En cuanto al Che, los datos eran escasos. “Las informaciones recopiladas dan dos lugares como probables de donde se encuentran enterrados [sus restos]: uno, en un terreno al fondo del dormitorio del regimiento ‘Pando’; el otro, a un costado de la pista de aterrizaje del aeropuerto de Vallegrande, a unos pocos metros del comienzo de la pista. Entre ambos hay una distancia de doscientos metros” (La CIA contra el Che, p. 153). En un intento de afinar los datos recopilados por sus agentes, La Habana buscó el apoyo del sacerdote que ejercía también de capellán en esa zona. Mario Laredo había celebrado un oficio religioso en el entierro de Tania –de todos los guerrilleros muertos, sólo ella tuvo el privilegio de ser sepultada en un ataúd– y tenía cierta simpatía por el régimen castrista. Dariel Alarcón, “Benigno”, el fiel compañero del Che desde la Sierra Maestra hasta la tragedia de los Andes bolivianos, no ha olvidado esa visita extraña que hizo Mario Laredo a Cuba. “En octubre de 1987, Fidel lo invita para el veinte aniversario de la muerte del Che. Lo llevan a Pinar del Río para inaugurar la fábrica de componentes electrónicos ‘Comandante Ernesto Che Guevara’. Ahí, le piden que ayude a Lino, nuestro hombre en La Paz, a recuperar el cadáver del Che. El cerebro de toda la operación, como siempre para esas cosas, fue Barbarroja.” Según Benigno, Lino y su equipo fueron a Vallegrande a principios de 1988 y cavaron de noche en el lugar indicado por el capellán. “Encontraron una osamenta y la mandaron por valija diplomática a La Habana.” Las cosas, sin embargo, no salieron bien. El médico que analizó los restos aseguró que no eran los del Che. Para confirmar esta historia, había que viajar a La Habana y hablar con Lino. Hoy, Lino está en el “plan pijama”, víctima de esas purgas recurrentes en los regímenes comunistas, y tiene prohibido salir del país. El “plan pijama” consiste en mandar al infeliz a su casa, sin sueldo y sin los privilegios de la nomenklatura. Eso, en Cuba, equivale a la muerte social, porque hace del castigado un apestado. Después de varias décadas al servicio del Departamento América, el ex embajador en La Paz, Ángel Brugués, fue despedido a mediados de los años noventa, al mismo tiempo que varios de sus colegas y su propio jefe, Barbarroja. Esa experiencia lo llevaría a cambios radicales en su forma de pensar, pasando del comunismo ateo al catolicismo militante. “Es cierto que llevamos un cadáver a La Habana por ahí de 1988, pero nunca pensamos que pudiera ser el Che”, cuenta Lino, en su casa en la capital cubana. Vive a unas cuadras de la iglesia Santa Rita, donde, una vez a la semana, se juntan las Damas de Blanco para pedir la libertad de los presos políticos. “Creíamos que era Tania. Localizamos en el cementerio de Vallegrande un cadáver que supuestamente era de Tania. En La Habana se le hicieron pruebas, pero no era ella. En cuanto al Che, no es cierto que intentáramos sacar sus huesos. Varios militares bolivianos nos dieron información. Yo hablé con un general, que murió después, pero no llegamos a tener los datos exactos.” El general en cuestión era Mario Vargas Salinas. Según Froilán González, el militar “confirmó y amplió las informaciones que nos había dado, en el sentido de que el Che Guevara no fue incinerado y se encontraba enterrado en Vallegrande a un costado de la pista de aterrizaje, junto a otros compañeros, y mostró su disposición para visitar el lugar”. Los cubanos no dieron seguimiento a la propuesta de Vargas porque su testimonio les pareció entonces demasiado impreciso. Extrañamente, sobre la base de una declaración idéntica de ese mismo general al periodista estadounidense Jon Lee Anderson, once años después, Cuba se lanzará al rescate de los restos del Che. Los tiempos habían cambiado y Fidel Castro necesitaba de un gran espectáculo que hiciera olvidar por un tiempo la dureza de la vida cotidiana de los cubanos en ese “periodo especial”. ¿Qué sabía el general Vargas de la ubicación de los huesos del Che? Nada, al parecer. Cuando fue llamado para ayudar a los forenses a ubicar la tumba, no logró indicar el lugar. Vargas nunca había sido encargado de dar sepulturas a los guerrilleros. Esos menesteres dependían exclusivamente del teniente coronel Andrés Selich, que dirigía el Batallón de Ingenieros en Vallegrande y hacía esa tarea con mucha dedicación, asegurándose de que los muertos fueran enterrados como animales y en lugares secretos. En el caso del Che, la viuda de Selich contó a Jon Lee Anderson que su marido lo había “enterrado aparte de los demás” (Che Guevara. Una vida revolucionaria, p. 692, nota 1). Sin embargo, el autor de esa biografía le da más crédito a la versión del general Vargas, siguiendo así la línea de La Habana, que se apoyaría en esas declaraciones para dar credibilidad al hallazgo de los restos del Che.
Lo único nuevo que parecía aportar el general Vargas era que el ejército no había incinerado el cadáver. No es que le constara personalmente, pero el oficial tomaba así partido en una polémica que existía desde el 11 de octubre de 1967. Ese día, a las dos de la madrugada, los militares se llevaron el cuerpo semidesnudo del Che, después de haberlo expuesto en una morgue improvisada en la lavandería del pequeño hospital Señor de Malta. Ahí fueron tomadas esas fotos impactantes que dieron la vuelta al mundo y contribuyeron a crear la leyenda del Che. Con los ojos abiertos, la mirada limpia, la barba y el pelo largo, parecía una réplica del Cristo muerto de Mantegna. El alto mando dio la orden de incinerar el cadáver, para no dejar rastros. Los militares querían evitar que la tumba se transformara en un lugar de peregrinación, adonde llegaría la izquierda mundial para venerar a un mártir de la causa, un “santo laico”, como lo calificó otro de sus biógrafos, Paco Taibo II. Los generales Alfredo Ovando y Juan José Torres, los dos oficiales de más rango en la época –ambos serían luego presidentes de la República– habían hecho declaraciones totalmente contradictorias. “Guevara no fue cremado”, había asegurado el primero, mientras el otro había afirmado que la cremación había tenido “lugar en Vallegrande y [las] cenizas fueron enterradas en algún lugar de Bolivia”. Según los testimonios de los más altos oficiales entonces destacados en esa zona, no hay duda de que la orden de quemar el cadáver llegó de La Paz, pero todo parece indicar que no se cumplió. Fue por falta de capacidad técnica por lo que no se hizo, aseguran varios testigos de la época. “Los militares no querían que los vecinos se dieran cuenta, porque en Bolivia la cremación era ilegal, no existía ningún horno crematorio y, con métodos artesanales, la incineración completa de un cuerpo humano puede tardar varios días”, asegura Gustavo Sánchez Salazar, coautor del primer libro, publicado en inglés, sobre el Che después de su muerte (The Great Rebel, 1969). “Yo creo que el teniente coronel Selich intentó cremar el cuerpo, para cumplir la orden del alto mando, pero se dio cuenta de que no era posible y lo enterró en algún lugar.” Hay, en cambio, un consenso entre los militares sobre un punto clave: incinerados o no, sus restos fueron sepultados en solitario, en una tumba aparte, y los muy pocos, tres o cuatro personas, que conocían el lugar exacto han muerto. “El Che era demasiado importante para que lo enterraran con otros guerrilleros”, sentencia Erick Blössl, un alemán que recaló en aquellos parajes antes que el Che, como cooperante agrónomo, y hoy, a sus 77 años, regenta un restaurante. Blössl no sabía dónde estaba sepultado el Che, pero tenía un dato que podía llevar a esclarecer el enigma de la osamenta rescatada en 1997 por los forenses cubanos y argentinos. “Yo estaba en el aeropuerto cuando llegó el helicóptero con el cadáver del Che, el lunes 9 de octubre de 1967, alrededor de las cinco de la tarde. Luego, seguí la furgoneta hasta el hospital. Cuando hice las primeras fotos del Che en la lavandería del hospital, él tenía su ropa completa. Unos militares le pusieron una tabla de madera, de unos diez o quince centímetros de alto, debajo de la cabeza para tener un mejor ángulo para sacar fotos. Por esto, parecía que el Che miraba a las cámaras. A su lado había los cadáveres de otros dos guerrilleros, tirados en el suelo. “Al día siguiente, un poco antes de las ocho de la mañana, cuando fui de nuevo al hospital, el Che ya estaba lavado y vestía solamente un pantalón arremangado casi hasta la rodilla, para que la prensa viera la herida en la pantorrilla derecha, por una bala que había recibido en el combate. En el suelo, estaban su chamarra, el cinturón, una camiseta toda podrida, los calcetines y el resto de su ropa. Seguían los dos muertos en el suelo. Poco después, me encontré en la calle con mi amigo Musa, el doctor Moisés Abraham Baptista, el director del hospital. Musa me preguntó qué hacía yo por ahí. Hablamos del cadáver y le conté que quería llevarme el cinturón del Che pero que no me había atrevido a hacerlo. ‘Estúpido, me dijo, llévatelo, ven conmigo’. Regresamos a la lavandería, pero ya no estaba el cinturón. Apenas habían pasado quince minutos desde mi anterior visita, pero alguien se lo había llevado. Las demás cosas seguían ahí, también la chamarra, pero no me interesaba. En la tarde del mismo día, martes 10, cuando todavía desfilaba la gente para ver el cuerpo del Che, entré de nuevo. Ya no estaban los otros dos cadáveres, los habían llevado”. “Dos días después, Musa me invita a su casa y me pone en la mesa de la sala un paquete en forma de chorizo, envuelto en un ejemplar del periódico La Prensa, de La Paz, el único que llegaba de vez en cuando a Vallegrande. Y me dice: ‘Ábrelo’. Lo abrí. Era la chamarra, toda ensangrentada. Le di la vuelta, la miré por todos los lados. El cierre estaba roto y la chamarra estaba amarrada con una pita (cuerda), exactamente como en las fotos que tomamos todos. Había varios orificios de entrada y de salida de las balas, con manchas de sangre. Forzando un poco, se podía pasar el dedo por los agujeros. Esto indicaba claramente que el Che no había muerto a consecuencia de las heridas recibidas en combate, como habían dicho los militares, porque no hubiera podido caminar con semejantes heridas en el tórax. En ese entonces no había ninguna otra prueba de su asesinato y los testigos no habían hablado todavía. Le dije a Musa de esconderla bien, porque era la prueba de que lo habían ejecutado. Yo no era partidario del Che ni de la lucha armada, pero no me parecía correcto haberle asesinado.” Esa larga conversación con Erick Blössl en su restaurante de Vallegrande fue providencial.

Nos fuimos de nuevo a los libros de Froilán González, el historiador cubano que había investigado sobre el terreno durante cuatro años las andanzas del Che en Bolivia. Encontramos un testimonio que confirmaba la versión del agrónomo alemán. Se trata de la narración del corresponsal en Vallegrande del diario Presencia, Edwin Chacón. “Yo me apoderé de la chaqueta, estaba ensangrentada y la envolví en un periódico para llevármela, pero me vieron y dijeron que no podía hacer eso.” Era el mismo paquete que el médico Moisés Abraham Baptista se había llevado a su casa y enseñado a su amigo Erick. Dado que esta chamarra estaba en posesión del médico que hizo la autopsia del guerrillero y le cortó las manos, ¿cómo los cubanos pueden haberla encontrado en la fosa común treinta años después y presentarla como una de las pruebas clave para identificar al Che? Erick Blössl se acordaba de otro detalle más reciente. “En 1997, cuando aparecieron los restos de los guerrilleros, me llamó Marcos Tufiño, uno de los viceministros encargados de supervisar las excavaciones. Él quería que le confirmara que la chamarra que cubría el cuerpo número 2 era del Che. Bajamos a la fosa y, después de mirarla bien, le dije que no era. Se parecía más a una capa de agua del ejército americano, tipo poncho, y no tenía nada que ver con la que el Che llevaba puesta en el hospital. Tufiño insistió, pero me quedé con la impresión de que él también sabía que no era el Che.” Queda ahora por esclarecer un misterio: ¿cómo se las ingeniaron los cubanos para engañar a todo el mundo? Su trabajo fue avalado por los forenses argentinos y las autoridades bolivianas. El doctor González ha presentado los resultados de su hazaña en varios congresos forenses internacionales, y ningún experto los ha criticado. Es cierto que algunos le reclamaron que no hubiera cumplido su compromiso de realizar las pruebas de ADN. La respuesta del médico y de sus colegas fue que las otras pruebas habían permitido la identificación del Che sin la más mínima sombra de duda. Alejandro Incháurregui, uno de los forenses argentinos que habían estado en Vallegrande, añadió que hubiera sido una “exquisitez” inútil recurrir al ADN. De los tres forenses consultados sobre este tema, un argentino, un colombiano y un español que han asistido a las presentaciones de Jorge González en tres congresos internacionales (Buenos Aires, Montevideo y La Habana), ninguno ha notado nada anormal. Un prestigioso profesor de medicina legal de Buenos Aires, Luis Alberto Kvitko, es el más entusiasta. “Soy muy amigo de Héctor Soto y Jorge González. Yo pongo mis manos en el fuego por ellos: son profesionales muy serios. El reconocimiento por la dentadura es categórico, tanto como el ADN. Además, ahí estaba la chamarra: es la misma que en las fotos cuando expusieron su cadáver. Yo invité a Jorge González a dar una conferencia aquí, en la Universidad de Buenos Aires. Tengo la presentación en power point que él hizo, con todos los detalles de la búsqueda y de las excavaciones, de la investigación histórica, etcétera.” Sin embargo, el profesor Kvitko no aceptó entregar una copia de esa presentación. Y tampoco quiso hacerlo el doctor Jorge Bermúdez, de la Asociación de Peritos de la Provincia de Buenos Aires, APeBA, que había invitado a su colega cubano a dar una conferencia en la Universidad de Quilmes, el 6 de julio de 2004, titulada “Búsqueda e identificación de restos humanos. El caso Che Guevara”. La respuesta de APeBA tuvo el mérito de ser franca: “Fue condición del doctor Jorge González Pérez para su participación no grabar ni reproducir el material. Así lo hemos hecho.” ¿A qué se debe tanto secretismo? Les tocará a los cubanos explicarlo un día, pero eso no ocurrirá mientras no haya un cambio de régimen en La Habana. Sólo una prueba de ADN realizada por expertos totalmente independientes permitirá comprobar si el esqueleto atribuido al Che le pertenece realmente. Lo van a tener difícil, ya que las dos autopsias practicadas al Che no coinciden. La primera, realizada en Vallegrande por el doctor Abraham Baptista, en 1967, señalaba nueve heridas de bala. La segunda, hecha en el hospital Japonés de Santa Cruz, treinta años más tarde, menciona sólo “cuatro proyectiles de arma de fuego”. La “operación Che” ilustra de forma impactante la capacidad del régimen castrista de imponer sus criterios políticos a los científicos, cuya independencia queda en entredicho. El Líder Máximo había hecho del rescate de los restos del Che una cuestión de honor y, si los expertos escogidos por él no los encontraban –es probable que Castro supiera que así ocurriría–, había que arreglar las cosas para que los huesos de otro individuo, de características similares, fueran atribuidos al “Guerrillero Heroico”. Esto explicaría por qué los expertos extranjeros consultados no pudieron ver la trampa: los huesos y la documentación médica pertenecen a la misma persona, pero no es el Che. No fue una hazaña científica y tampoco un acto de magia: fue una operación de inteligencia disfrazada de misión científica. Y lo más probable es que la manipulación de las osamentas se produjera antes de la llegada de los forenses argentinos, en esos tres días que tuvieron los cubanos para actuar sin supervisión. Después de todo, si los agentes cubanos se habían llevado por valija diplomática, de Vallegrande a La Habana, el esqueleto entero de la falsa Tania, bien podían traerse una calavera desde Cuba para sembrarla en tierras bolivianas. El propio Castro ha dado una pista al cometer un lapsus revelador en su Biografía a dos voces, dictada a su amanuense Ignacio Ramonet y revisada minuciosamente por el propio caudillo, según lo confesó él mismo. Dice Castro a propósito del rescate de la osamenta del Che: “¡Qué mérito el de los que encontraron su cadáver y los de otros cinco compañeros!” ¿Cinco? ¿No eran siete, con el Che? Sólo seis, incluido el Che, asegura el Comandante en Jefe. La pregunta obligada, que no hace Ramonet, es: ¿Cómo hicieron los forenses cubanos para obtener siete osamentas a partir de seis cuerpos? Ésa es la hazaña, y Castro colma de halagos a su autor: “Ese hombre, Jorge González, que hoy es rector de nuestra facultad de ciencias médicas, ¡qué mérito!, cómo lo encontraron, eso es milagroso.” ~



El Cambio Climático, peor de lo que se esperaba y causado en un 90% por la actividad humana


Ecoportal, febrero 10/2007.

Decenas de científicos y funcionarios públicos están editando el reporte del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, en una reunión a puertas cerradas en París. El informe que será presentado el viernes expresará que el calentamiento global ha fortalecido a los huracanes, incluyendo a los del océano Atlántico, manifestaron Fields y otros delegados.
Los participantes de una conferencia internacional coincidieron el jueves en que el calentamiento global es "muy probablemente" causado por actividad humana.
Decenas de científicos y funcionarios públicos están editando el reporte del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, en una reunión a puertas cerradas en París.
El estudio, diseñado para guiar a los gobiernos e industrias del mundo en cuanto a ese tema, será oficialmente divulgado el viernes.
Tres participantes dijeron que los delegados de los 113 países que participan en la conferencia aprobaron el término "muy probablemente" en las sesiones del jueves. Esto significa que están de acuerdo en que el 90% del calentamiento global es causado por los humanos.
"Este es un paso importante. Espero que sea una declaración fuerte", manifestó Jan Pretel, titular del departamento de cambio climático del Instituto Hidrometeorológico Checo.
El último informe, que data del año 2001, dijo que el calentamiento global es "probablemente" causado por la actividad humana.
Se especulaba que los participantes de la conferencia intentarían cambiar el fraseo este año para manifestar que es "prácticamente seguro" que el cambio climático es causado por el hombre. Esto significa que existen un 99% de posibilidades de que así sea.
Pero la delegación china se resistió a incluir referencias fuertes sobre el calentamiento global, dijeron el delegado de Barbados, Leonard Fields, y su colega de Zimbabue Washington Zhakata.
China ha recurrido cada vez más a los combustibles fósiles _que emiten los gases invernaderos responsables de incrementar la temperatura de la Tierra_ para satisfacer sus crecientes necesidades energéticas.
El informe también expresará que el calentamiento global ha fortalecido a los huracanes, incluyendo a los del océano Atlántico, manifestaron Fields y otros delegados.
El panel indicó que el incremento de las tormentas más fuertes es diferente en distintas partes del mundo, pero las que golpean a Estados Unidos están relacionadas con el calentamiento global.
En el 2001, el mismo panel había expresado que no existían suficientes evidencias para llegar a esa conclusión.
El informe de esta semana también se apartará de la aseveración formulada en el 2006 por la Organización Meteorológica Mundial de que no era posible relacionar el fortalecimiento de los huracanes con el calentamiento global.
Un borrador del reporte vaticina un incremento de la temperatura de entre 1,5 a 5,8 grados para el año 2100, aunque podría variar.
Otros de los temas que se analizan son las predicciones sobre el nivel del mar.
Los científicos intentan incorporar los temores de que sus informes anteriores hayan subestimado cómo se incrementará el nivel de los mares para el año 2010 debido a que no pueden vaticinar cuánto hielo de los glaciares de la Antártida y Groenlandia.
En otros borradores anteriores, los científicos vaticinaron un incremento del nivel del mar de más de 58 centímetros para el 2010, pero eso no incluye el derretimiento de los hielos. www.ecoportal.net
El Nacionalhttp://www.elnacional.com.do



Beneficiarios del terror


RAFAEL GUARIN

Hasta ahora las investigaciones judiciales contra más de una decena de parlamentarios por relaciones con las autodefensas y el relato de Salvatore Mancuso sobre connivencia con militares, son las primeras verdades históricas producidas con la aplicación de la ley de justicia y paz. Las revelaciones comprueban la simpatía de la extrema derecha con el paramilitarismo y describen el respaldo de parte de la elite nacional y regional a la violencia.
En el marco de la ''combinación de todas las formas de lucha'', vínculos similares se dieron entre políticos y dirigentes de izquierda con grupos subversivos. En ésta se inscriben los eventos electorales como ''lucha de masas'' (Cese el Fuego - Jacobo Arenas), los esfuerzos por capturar instancias estatales e incidir en la elección de políticos adeptos. También el montaje de aparatos propagandísticos y la utilización de movimientos sociales.
Esto lo corroboran miembros de la izquierda democrática. Recientemente, León Valencia, analista y exguerrillero, señaló que ''en los años ochenta, la mayoría de la izquierda compartía los postulados de la guerrilla, hacía reuniones con ella, concertaba acciones sociales y políticas con su dirigencia, celebraba sus victorias militares en la confrontación con el Estado y no reparaba en los atropellos que en muchas ocasiones se cometían contra la población civil''. Y en uno de sus libros el académico de izquierda, Alejo Vargas, indicó que en años precedentes ''las relaciones de la guerrilla con los movimientos sociales'' se caracterizaron por ``la interdependencia''.
Esa sutil treta entre lo legal y lo ilegal se mantiene. Según las FARC, algunas de las multitudinarias marchas de protesta durante el gobierno de Pastrana tienen su rúbrica. Pero más interesante es que en mayo del 2006 el grupo armado confesara tener trabajando a ''personalidades'' en la conformación de un nuevo gobierno clandestino, ``integrado por 12 colombianos representantes de todas las regiones del país y de todos los sectores''.
Fue la época en que las FARC y el ELN convocaron a las fuerzas políticas contrarias a Alvaro Uribe a hacer un frente común. Ningún político de la oposición condenó el origen de la propuesta. El mismo silencio se presentó en noviembre pasado cuando las FARC calificaron de ''compañeros'' a los miembros de la dirección nacional del Polo Democrático Alternativo, dieron explicaciones sobre muertes ocurridas en Norte de Santander e hicieron saber su voluntad de reunirse con delegados de esa organización política para aclarar cualquier situación.
Aunque no se puede generalizar, ni señalar un partido político en particular, los ataques a la población civil de farianos y elenos, las masacres, secuestros, el reclutamiento de niños, el asesinato de policías y soldados, los atentados terroristas, el narcotráfico y el desplazamiento forzado, han contado con la complicidad de algunos políticos y personalidades de izquierda.
A menos de que se piense que por ser individuos camuflados en la izquierda democrática tales relaciones no son criminales, o que obedecen a propósitos altruistas, caben muchos interrogantes: ¿Quiénes son las personalidades amigas de las FARC y los 12 que hacen parte del pretendido gobierno clandestino? ¿Qué hubiera pasado si explicaciones semejantes fueran otorgadas por las AUC a los partidos tradicionales? ¿Por qué el Polo no rechaza el amistoso trato de las FARC? ¿O es que en realidad hay algún ''compañero'' en su dirección?
Se dice que exigir la verdad sobre las relaciones entre políticos y guerrillas es caer en el juego de extender la culpabilidad a todos, para concluir que cuando todos son culpables nadie es culpable. Parece que ese argumento replica hábilmente la maniobra que critica para evadir responsabilidades o tapar que en los partidos de oposición hay serios cuestionamientos por amancebamientos con el crimen.
Siguiendo al columnista Fernando Garavito: Tirofijo es igual que Castaño y Mancuso igual que Jojoy. Hay que añadir: tampoco existe diferencia entre políticos socios de los paramilitares y de los guerrilleros. Ambos son beneficiarios del terror.
Una verdad a medias no es verdad. La verdad que se reclama es sobre todos los que han participado de una u otra forma en la confrontación armada. Así como se demanda que políticos y militares corruptos, socios del narcotráfico y el paramilitarismo, se condenen, de idéntica manera los políticos involucrados con las guerrillas deben responder ante la justicia. Finalmente, son el mismo mal.
Profesor de la Facultad de Ciencia Política de la Universidad del Rosario.


EL CALENTAMIENTO GLOBAL


Amylkar D. Acosta M[1]

El cambio climático global y la elevación paulatina de la temperatura se explican como resultado de la afectación de la interacción entre la atmósfera, los océanos, las capas de hielo (criosfera), los organismos vivientes (biosfera) y los suelos, sedimentos y rocas (geosfera), por agentes externos. El efecto invernadero es uno de los principales factores desencadenantes de estos cambios climáticos y este, a su vez, se debe especialmente al aumento inusitado de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, el cual obedece sobre todo al consumo de combustibles de origen fósil (petróleo y sus derivados, carbón y gas natural), así como a la tala y quema de los árboles. En uno y otro caso, con la combustión de los mismos se libera el dióxido de carbono, el cual definitivamente es el gas que contribuye más al calentamiento global. Este se acumula en la atmósfera, impide la salida de la radiación solar y causa el cambio climático; ella se ha venido saturando con los gases de efecto invernadero, en la medida en que la propia naturaleza se torna incapaz de absorber los crecientes volúmenes de ellos que polucionan el ambiente. Una de sus consecuencias es la conocida lluvia “ácida”, producto de la reacción entre el bióxido de azufre y el óxido de nitrógeno en la atmósfera, ambos producidos por la quema de tales combustibles a altas temperaturas, emitidos especialmente por los exostos de los automotores y las chimeneas de las usinas. Una vez que estos gases se diluyen son esparcidos a la atmósfera por la fuerza de los vientos, para regresar luego a tierra convertida en la temida lluvia “ácida”, amén de la neblina, la nieve e incluso el polvo. La lluvia “ácida”, además de ser nociva para las personas, causándoles obstrucciones en las vías respiratorias e irritación en los pulmones, tiene un alto efecto corrosivo, deteriorando seriamente los edificios y las estatuas.
Colombia no se puede sustraer de las consecuencias del calentamiento global, pues si algo está globalizado de verdad es el cambio climático. También aquí nos enfrentamos a las emergencias que causan los terremotos, las avalanchas, las erupciones volcánicas, los ciclones, los incendios; unas veces son las inundaciones y otras son las sequías, las que vienen acompañadas de fenómenos tales como el Niño o la Niña. Se prevé que de aquí al año 2050 la temperatura en Colombia subirá entre uno y dos grados centígrados, el 78% de los nevados desaparecerá y el 56% de los páramos del país. De hecho el desierto avanza sobre la Sierra Nevada de Santa Marta, declarada como Patrimonio de la biosfera por la UNESCO. En ese mismo lapso aumentará en 40 centímetros el nivel del mar Caribe y 60 el Pacífico. Razón suficiente para que el 64% del litoral Caribe y el 83% del Pacífico estén en inminente riesgo de recurrentes inundaciones. Y aquí, como en otros lares, todo ello obedece al maltrato que le damos a la naturaleza y a nuestra ingratitud para con ella, para utilizar la expresión de Galileo Galilei. La tala indiscriminada de bosques, los cultivos ilícitos y las fumigaciones de estos por aspersión aérea están convirtiendo hasta las reservas, los santuarios y las áreas protegidas del país en verdaderos eriales. La Ley Forestal aprobada por el Congreso de la República en volandas se encargará del resto.
Según estudio por la Facultad de Ingeniería Ambiental de la Universidad de los Andes, cada año se arrojan 2.600.000 toneladas de contaminantes al ambiente de la capital de la República; el 78% de dicha carga es atribuible al transporte, tanto público como particular, el 22% remanente corresponde a la industria y a otras fuentes. Se estima que en el país, la contaminación asociada a la presencia de partículas en el aire, genera cerca de 6.000 muertes prematuras y más de 7.400 casos de bronquitis crónica anualmente. El año anterior, según reporte de la Secretaría de Salud, murieron 54 niños aquejados por enfermedades respiratorias productos de la contaminación ambiental. Ya Bogotá tiene bien ganado el ignominioso título de ser la tercera ciudad de Latinoamérica más contaminada, escoltando a Ciudad de México y Santiago de Chile y saltó del puesto 69 que ocupaba en el año 2000 al 37 que ocupa ahora entre las 100 ciudades más contaminadas del mundo, según el Banco Mundial, superando a Nueva York, Londres, Los Ángeles, Madrid o Montreal, entre otras grandes urbes.
Vamos con los ojos abiertos camino al precipicio, sin que hagamos lo suficiente para evitar precipitarnos al mismo; sólo paliativos se vienen aplicando para mitigar los efectos del calentamiento global y del deterioro de la capa de ozono; falta un mayor compromiso de la Comunidad internacional. Se está imponiendo en el mundo la sustitución de los combustibles de origen fósil, no renovables y altamente contaminantes, por los biocombustibles que, además de oxigenantes, son limpios y renovables. Colombia no es la excepción y desde el 1º de noviembre del 2005 entró también a la era de estos combustibles alternativos, empezando con la biogasolina y, muy pronto, tendremos también el biodiesel, que tanta falta le hace al país. Las Naciones Unidas está en mora de ejercer una mayor presión para que el Protocolo de Kyoto se fortalezca y se consolide, a despecho de la administración Bush. Esta es una bomba de tiempo que puede estallar en cualquier momento, cuando menos lo pensemos y para entonces de nada nos servirá tomar la píldora del día después!

Bogotá, febrero 8 de 2007
www.amylkaracosta.com



TAMBIEN LOS CURITAS


Guillermo Pérez

Al Presidente Alvaro Uribe lo critican desde todos los flancos. El último turno al bate le correspondió a la Conferencia Episcopal reunida recientemente en Bogotá, con asistencia de todos los 93 prelados. Como si se tratara de congreso de la izquierda, la jerarquía eclesiástica, sorprendida no hace muchos días por una foto en la que aparecía el mandatario adhiriendo a un movimiento cristiano dirigido por exparlamentaria y su esposo, manifestó en voz alta lo que otros musitan en voz baja: ‘’El país vive grave crisis institucional’’.

La declaración, publicada discretamente en páginas interiores, cuando en otras épocas hubiera merecido los honores de la primera página, fue espaldarazo a las denuncias que, desde diversos medios, han formulado el liberalismo y el Polo Democrático, los dos partidos que se vienen enfrentando al furibundo mandatario, cuyo mal carácter ha merecido no solo notas editoriales sino hasta portadas de revistas. ‘’La ira de Uribe contra sus críticos desconcierta al país’’, señaló en su última caratula la revista Semana, coincidencialmente dirigida por miembro de la tercera generación de la familia Santos.

El episcopado manifestó su preocupación por la polarización que vive Colombia. Aunque no fue concreto en señalar las fallas de los tres poderes estatales, al demandar prudencia dijo que se necesita que ‘’el nivel dirigente de ejemplo al país de aceptar las diferencias’’. Más directa no podía ser una indirecta que buscó, para que nadie se llame a engaño, que el exaltado mandatario le baje el tono a sus discursos y deje de ofender a sus contradictores. A todos los cuales –en inusitado desafío- invitó a debate conjunto, similar a los que protagonizaban los profesionales de la lucha libre que en otras épocas se enfrentaban en la Plaza de Santamaría. La pelea de máscara contra máscara no se llevó a cabo, talvez por consejo de algún anónimo asesor palaciego, pero dejó mal sabor y la impresión de que la imprudencia y la agresividad se están apoderando del Palacio de Nariño.

Varios medios periodísticos y comentaristas de la actualidad también han manifestado su preocupación por la polarización que están produciendo las palabras del primer mandatario, quien frecuentemente sufre ataques de ira, los cuales llevaron días pasados al excandidato del Polo, Carlos Gaviria, a aconsejar a su exalumno y exrival una visita al siquiatra.

Algo similar se le ocurrió al periodista Roberto Posada, D’Artagnan, director de la revista Credencial y accionista de El Tiempo. En columna titulada ‘’El despelote psiquiátrico nacional’’ sostuvo: ‘’Es evidente que tanta virulencia enrarece la atmósfera política (y también en Colombia el clima económico). Virulencia que facilísimamente puede traducirse en violencia física... Son varios los que no necesitan que los remitan al psiquiatra
sino que deberían ir por su propia iniciativa’’. Eso no es todo. Semana dijo que existen graves riesgos por el enfrentamiento verbal entre mandatario y oposición. ‘’La polarización puede generar violencia, la pugnacidad se puede convertir en caldo de cultivo para mayores tensiones y una mala relación entre el gobierno y la oposición puede tener costos institucionales. Hasta el momento,\n independientemente de si ha actuado por calentura o por estrategia, el bochinche no ha causado daño al Presidente. Pero los objetivos inmediatos alcanzados pueden tener un precio que se tendría que pagar más adelante. Y comprar al debe no siempre es buen negocio’’. No han faltado, sin embargo, quienes consideran que los ataques de ira presidencial forman parte de nueva estrategia política, que consistiría en crecer como contradictor al senador izquierdista Gustavo Petro y sacar del cuadrilátero al liberalismo, al expresidente Gaviria y a otros críticos a quienes no quiere ver ni en pintura Con esta táctica, aconsejada por exmilitantes del M-19, según versiones periodísticas, se plantearía duelo que en los últimos años ha beneficiado a Uribe: los buenos (la derecha) contra los malos (la izquierda) Dos ",1]
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sino que deberían ir por su propia iniciativa’’.

Eso no es todo. Semana dijo que existen graves riesgos por el enfrentamiento verbal entre mandatario y oposición. ‘’La polarización puede generar violencia, la pugnacidad se puede convertir en caldo de cultivo para mayores tensiones y una mala relación entre el gobierno y la oposición puede tener costos institucionales. Hasta el momento, independientemente de si ha actuado por calentura o por estrategia, el bochinche no ha causado daño al Presidente. Pero los objetivos inmediatos alcanzados pueden tener un precio que se tendría que pagar más adelante. Y comprar al debe no siempre es buen negocio’’.

No han faltado, sin embargo, quienes consideran que los ataques de ira presidencial forman parte de nueva estrategia política, que consistiría en crecer como contradictor al senador izquierdista Gustavo Petro y sacar del cuadrilátero al liberalismo, al expresidente Gaviria y a otros críticos a quienes no quiere ver ni en pintura

Con esta táctica, aconsejada por exmilitantes del M-19, según versiones periodísticas, se plantearía duelo que en los últimos años ha beneficiado a Uribe: los buenos (la derecha) contra los malos (la izquierda)

Dos

Como Colombia es el único país de Suramérica donde no hay un gobierno de izquierda, adoptar una posición de derecha, siguiendo los dictados del gobierno Bush, puede ser benéfico para los intereses de Uribe, pues la ayuda estadounidense se concentraría en nuestro país, en detrimento de nuestros vecinos. Hay un peligro: que ahora sí nos convirtamos en el ‘’Caín de Suramérica’’, ofensivo nombre que nos adjudicó la dictadura argentina del general Galtieri cuando no quisimos apoyar la estúpida e ineficaz invasión de Las Malvinas.

Pero es necesario, mientras se aclara la lucha ideológica, repasar las preocupaciones de los jefes del clero colombiano, mal acostumbrado en el pasado cuando era señor y dueño de todas nuestras decisiones, al punto de que quien no era católico estaba condenado de antemano a las tinieblas exteriores y ni siquiera tenía derecho a ser enterrado en los cementerios municipales. Es más: nadie podía entrar a una universidad sin recomendación de un párroco.

Pero los tiempos cambian y ahora la voz de la Iglesia no es tan importante. Ya no se ve al Presidente cargando el palio o echándole incienso al Altísimo. Y los pronunciamientos de las jerarquías no merecen, como antaño, el despliegue en los periódicos. Por eso, no fue destacado el pronunciamiento que hicieron: nada menos que un llamado a la banca, a la industria y a los gremios para que no olviden que la economía debe estar al servicio del hombre. Piensan que ‘’las cifras revelan un crecimiento de la economía’’, que no ha beneficiado a las clases menos favorecidas, pues ‘’se ha agudizado la pobreza’’.

Nuestros obispos manifestaron su esperanza de que los nuevos grupos paramilitares no cuenten con el apoyo de funcionarios, al mismo tiempo que formularon llamamiento para que se posibilite un acuerdo humanitario para la liberación de los secuestrados. Con una condición: que no se intente el rescate militar de estas víctimas de la terquedad oficial y de la estupidez de la guerrilla, que cada día que pasa le da más argumentos a quienes quieren la mano dura.

P.D. Lamentable el retiro de César Mauricio Velásquez de la presidencia del Círculo de Periodistas de Bogotá, agremiación que rescató luego de la desastrosa y deshonesta gestión de persona que abusó de la confianza del gremio y dejó inmenso balance negativo, con perdidas superiores a los dos mil millones de pesos. El expresidente y exdecano de la Universidad de la Sabana entra ahora a la jefatura de prensa de Palacio, donde seguramente hará magnífica gestión. Buen viento y buena mar para quien tiene la inmensa responsabilidad de rescatar la dignidad de un gremio que perdió hasta su tarjeta profesional y espera mejores tiempos. GPT

[1] Ex presidente del Congreso de la República