CONTENIDO
• Elogio de la dificultad, Estanislao Zuleta.
• Reivindicación o catástrofe, Ramón Elejalde.
• La soberanía popular, Mauricio Cabrera Galvis.
• Dos hombres marcados por el libre mercado, Amy Godmann.
• Bienvenidos al tercer mundo, Octavio Quintero.
• Animal pandémico, Diana Cohen.
• Vuelven los viejos debates, César González Muñoz.
• La inseguridad vuelve y juega, Jorge Mejía Martínez.
Elogio de la dificultad
Estanislao Zuleta
La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiesta de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y, por tanto, también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes.
Todas estas fantasías serían inocentes e inocuas, sino fuera porque constituyen el modelo de nuestros anhelos en la vida práctica.
Aquí mismo en los proyectos de la existencia cotidiana, más acá del reino de las mentiras eternas, introducimos también el ideal tonto de la seguridad garantizada; de las reconciliaciones totales; de las soluciones definitivas.
Puede decirse que nuestro problema no consiste solamente ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos: que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos mal.
En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida.
En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí han existido.
Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelamos regresar a él.
Desconfiemos de las mañanas radiantes en las que se inicia un reino milenario. Son muy conocidos en la historia, desde la Antigüedad hasta hoy, los horrores a los que pueden y suelen entregarse los partidos provistos de una verdad y de una meta absolutas, las iglesias cuyos miembros han sido alcanzados por la gracia –por la desgracia– de alguna revelación. El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuán próximos se encuentran una de otro la idealización y el terror. La idealización del fin, de la meta y el terror de los medios que procurarán su conquista. Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de pensamiento tal, que los que se atreverían a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos, no son argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos propósitos.
En lugar de discutir un razonamiento se le reduce a un juicio de pertenencia al otro –y el otro es, en este sistema, sinónimo de enemigo–, o se procede a un juicio de intenciones. Y este sistema se desarrolla peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda oposición, sino también toda diferencia: el que no está conmigo, está contra mí, y el que no está completamente conmigo, no está conmigo. Así como hay, según Kant, un verdadero abismo de la acción, que consiste en la exigencia de una entrega total a la “causa” absoluta y concibe toda duda y toda crítica como traición o como agresión.
Ahora sabemos, por una amarga experiencia, que este abismo de la acción, con sus guerras santas y sus orgías de fraternidad no es una característica exclusiva de ciertas épocas del pasado o de civilizaciones atrasadas en el desarrollo científico y técnico; que puede funcionar muy bien y desplegar todos sus efectos sin abolir una gran capacidad de inventiva y una eficacia macabra. Sabemos que ningún origen filosóficamente elevado o supuestamente divino, inmuniza a una doctrina contra el riesgo de caer en la interpretación propia de la lógica paranoide que afirma un discurso particular –todos lo son– como la designación misma de la realidad y los otros como ceguera o mentira.
El atractivo terrible que poseen las formaciones colectivas que se embriagan con la promesa de una comunidad humana no problemática, basada en una palabra infalible, consiste en que suprimen la indecisión y la duda, la necesidad de pensar por sí mismo, otorgan a sus miembros una identidad exaltada por la participación, separan un interior bueno –el grupo– y un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia, se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más espantosa facilidad. Y cuando digo aquí facilidad, no ignoro ni olvido que precisamente este tipo de formaciones colectivas, se caracterizan por una inaudita capacidad de entrega y sacrificios; que sus miembros aceptan y desean el heroísmo, cuando no aspiran a la palma del martirio. Facilidad, sin embargo, porque lo que el hombre teme por encima de todo no es la muerte y el sufrimiento, en los que tantas veces se refugia, sino la angustia que genera la necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el amor y el respeto.
Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de los grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron extrañas en su origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto.
No se quiere saber nada del respeto, ni de la reciprocidad, ni de la vigencia de normas universales. Estos valores aparecen más bien como males menores propios de un resignado escepticismo, como signos de que se ha abdicado a las más caras esperanzas. Porque el respeto y las normas sólo adquieren vigencia allí donde el amor, el entusiasmo, la entrega total a la gran misión, ya no pueden aspirar a determinar las relaciones humanas. Y como el respeto es siempre el respeto a la diferencia, sólo puede afirmarse allí donde ya no se cree que la diferencia pueda disolverse en una comunidad exaltada, transparente y espontánea, o en una fusión amorosa. No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él una critica, válida también en principio para el pensamiento propio, cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es el mapa de la realidad y toda línea que se separe de él sólo puede ser imaginaria o algo peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. Desde la concepción apocalíptica de la historia las normas y las leyes de cualquier tipo, son vistas como algo demasiado abstracto y mezquino frente a la gran tarea de realizar el ideal y de encarnar la promesa; y por lo tanto sólo se reclaman y se valoran cuando ya no se cree en la misión incondicionada.
Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran desidealización no es generalmente que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente se había desechado, estimado sólo negativamente; lo que se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que la crítica a una sociedad injusta, basada en la explotación y en la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y que el combate por una organización social racional e igualitaria sigue siendo necesario y urgente. A la desidealización sucede el arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral por el sólo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior.
Lo más difícil, lo más importante. Lo más necesario, lo que a todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial es valorar positivamente el respeto y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento, como aquello sin lo cual una imaginaria comunidad de los justos cantaría el eterno hosanna del aburrimiento satisfecho. Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa misma, sobre la predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras posibilidades.
Hay que observar con cuánta desgraciada frecuencia nos otorgamos a nosotros mismos, en la vida personal y colectiva, la triste facilidad de ejercer lo que llamaré una no reciprocidad lógica: Es decir, el empleo de un método explicativo completamente diferente cuando se trata de dar cuenta de los problemas, los fracasaos y los errores propios y los del otro cuando es adversario o cuando disputamos con él. En el caso del otro aplicamos el esencialismo: lo que ha hecho, lo que le ha pasado es una manifestación de su ser más profundo; en nuestro caso aplicamos el circunstancialismo, de manera que aún los mismos fenómenos se explican por las circunstancias adversas, por alguna desgraciada coyuntura. Él es así; yo me vi obligado. Él cosechó lo que había sembrado; yo no pude evitar este resultado. El discurso del otro no es más que de su neurosis, de sus intereses egoístas; el mío es una simple constatación de los hechos y una deducción lógica de sus consecuencias. Preferiríamos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y la adversaria por los resultados.
Y cuando de este modo nos empeñamos en ejercer esa no reciprocidad lógica que es siempre una doble falsificación, no sólo irrespetamos al otro, sino también a nosotros mismos, puesto que nos negamos a pensar efectivamente el proceso que estamos viviendo.
La difícil tarea de aplicar un mismo método explicativo y crítico a nuestra posición y a la opuesta no significa desde luego que consideremos equivalentes las doctrinas, las metas y los intereses de las personas, los partidos, las clases y las naciones en conflicto. Significa por el contrario que tenemos suficiente confianza en la superioridad de la causa que defendemos, como para estar seguros de que no necesita, ni le conviene esa doble falsificación con la cual, en verdad, podría defenderse cualquier cosa.
En el carnaval de miseria y derroche propios del capitalismo tardío se oye a la vez lejana y urgente la voz de Goethe y Marx que nos convocaron a un trabajo creador, difícil, capaz de situar al individuo concreto a la altura de las conquistas de la humanidad.
Dostoievski nos enseño a mirar hasta donde van las tentaciones de tener una fácil relación interhumana: van sólo en el sentido de buscar el poder, ya que si no se puede lograr una amistad respetuosa en una empresa común se produce lo que Bahro llama intereses compensatorios: la búsqueda de amos, el deseo de ser vasallos, el anhelo de encontrar a alguien que nos libere de una vez por todas del cuidado de que nuestra vida tenga un sentido. Dostoievski entendió, hace más de un siglo, que la dificultad de nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas. Amamos las cadenas, los amos, las seguridades porque nos evitan la angustia de la razón.
Pero en medio del pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del pesimismo de nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben que un trabajo insensato no se paga con nada, ni con automóviles ni con televisores; surge la rebelión magnífica de las mujeres que no aceptan una situación de inferioridad a cambio de halagos y protecciones; surge la insurrección desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar el destino que se les ha fabricado.
Este enfoque nuevo nos permite decir como Fausto:
"También esta noche, tierra, permaneciste firme.
Y ahora renaces de nuevo a mi alrededor.
Y alientas otra vez en mi la aspiración de luchar sin descanso por una altísima existencia".
Reivindicación o catástrofe
Ramón Elejalde Arbeláez, www.ramonelejalde.com
El partido Liberal se encuentra frente a una gran disyuntiva, o se reivindica o perece en el intento. Lo primero, porque estamos frente a una gran posibilidad de volver al poder. El gobierno Uribe va de salida y todos los días las circunstancias le hacen perder capacidad de maniobra, internacionalmente los cuestionamientos son cada día mayores y la situación económica y social se deteriora más. El liberalismo es un partido serio, con historia, con vocación de poder, con organización y además con el mayor reconocimiento entre los ciudadanos.
Indudablemente que el ex presidente César Gaviria ha jugado un papel importante en mantener la vigencia de la colectividad roja, a pesar de los embates desde el Gobierno y de los errores del reciente pasado, como el proceso ocho mil, para no citar sino un caso. Gaviria renunció a llevar una vida tranquila y a conservar niveles de popularidad importantes, por jugársela con su Partido.
Pero los pasos siguientes tienen que ser muy cuidadosos, porque podemos llegar a una catástrofe. Seis precandidatos en la consulta para escoger al abanderado del liberalismo suena a exageración, a suicidio, máxime cuando muchos de ellos aspiran simplemente a una efímera figuración o a adelantar la campaña para Congreso desde ahora. Eso le está haciendo daño al Partido. No es posible que seis candidatos tengan opción ante los medios de comunicación.
Organizar varios foros en distintas ciudades capitales de departamento es otro despropósito. Los discursos serán interminables; los precandidatos solamente podrán hablar a lo sumo quince o veinte minutos; el ex presidente Gaviria, como es apenas obvio, quien también intervendrá, será la vedette de la fiesta y los seis ciudadanos que pugnan por llevar la vocería Liberal aparecerán como secundarios, frente al gran jefe. Los medios de comunicación darán cuenta de lo que dijo César Gaviria, sin importar para nada lo de los precandidatos, así expongan, como lo están haciendo, cosas serias e importantes. Seguramente lo que se busca con los foros es mostrar unidad y despertar el fervor popular y no creo que así se obtenga.
Si con realismo entendiéramos que de los seis nombres en escena, sólo dos o tres tienen futuro, los demás deberían permitir la pugna democrática entre los que han asumido el reto con responsabilidad y posibilidades. Sé que no debe sonar muy liberal lo que estoy proponiendo, frente a personas que tienen todo el derecho de aspirar. Los foros serán para unos, los que tienen posibilidades, un escenario para diluirse y para los otros un tinglado para mejorar su cauda con el fin llegar al Congreso. El Liberalismo, cavará así su sepultura, en una “candorosa armonía”.
Si el número de precandidatos fuera menor, seguramente ya la opinión liberal se hubiera polarizado entre las opciones viables. La encuesta de Napoleón Franco me otorga toda la razón: Somos el partido con el mayor número de adeptos reconocidos (24%) frente a la U (22%) y al partido Conservador (14%), pero al momento de expresar sus intenciones de voto, solamente el 8% se identifica con los candidatos y en este escenario me parece que Aníbal Gaviria lleva las de ganar. Tiene escasos veinte días de campaña y de haber regresado al País, es figura joven y esperanza de renovación, pero esas posibilidades y la de por lo menos otros dos de los precandidatos, se perderán irremediablemente por error en el cálculo de los jefes y por los deseos de figuración de otros. Cuando la nave haga agua, nos vamos a lamentar.
Brillante el momento hoy del liberalismo, pero la Dirección no puede equivocar sus procedimientos y en vez de realizar unos foros perjudiciales debería preocuparse por buscar que sean menos los precandidatos y animar una sana confrontación entre los que tienen posibilidades. La clase política también tiene que tomar partido rápidamente para permitir que las opciones serias se consoliden y no se pierdan en ese mar de aspiraciones y de discursos, que serán los foros.
Notícula. Triste el espectáculo el que da lo que queda de Dirección Liberal en Antioquia. Inflaron en más de mil trescientos los delegados a la Asamblea Liberal. Falsificaron firmas, inscribieron a personas que no podían aparecer y descalificaron y borraron a los contradictores. La trampa enseñoreada del Liberalismo. Afortunadamente viene el cambio y la renovación el próximo 27 de septiembre, para que nos dediquemos a pensar en el futuro de Colombia y de Antioquia y no en la curul o el puesto de simples mercaderes de la democracia.
LA SOBERANIA POPULAR
MAURICIO CABRERA GALVIS, Cali, Junio 14 de 2009
Mi amigo el profesor volvió a contarme que su alumno preguntón lo tiene acosado con sus interrogatorios, esta vez sobre el tema del referendo.
ALUMNO: Profe, ¿qué es ese cuento de la soberanía popular y por qué dicen que si la mayoría del pueblo lo aprueba pueden reelegir al presidente, aunque hoy lo prohíba la Constitución?
PROFESOR: No es ningún cuento. El pueblo es lo que llaman “el constituyente primario”, y así como aprobó una Constitución, también la puede cambiar.
A: ¿Eso quiere decir que mediante un referendo se puede cambiar cualquier cosa de la Constitución?
P: Casi cualquier cosa; pero no me venga con esos ejemplos marxistas del 18 Brumario de Luis Bonaparte para decirme que con un referendo no se puede acabar una república e instaurar una monarquía.
A: Ni siquiera sabia que a ese Bonaparte lo eligieron emperador con un referendo. Lo mío no es de historia sino de actualidad. Por ejemplo, ¿se puede hacer un referendo para bajar los impuestos?
P: En Colombia no puede haber una iniciativa popular para bajar los impuestos, pero en otras partes del mundo si, aunque se meten en unos líos grandísimos como le está pasando a California.
A: Vamos al grano de las reglas de la democracia. ¿Por qué destituyeron al alcalde de Valledupar si la mayoría del pueblo votó por él?
P: Bueno, es que fue candidato cuando no podía porque un pariente era funcionario público, y hasta las mayorías tienen que aceptar las reglas del juego.
A: Dicen que el referendo reeleccionista rompió todas las reglas en la forma como lo financiaron y la cantidad de plata que se gastaron recogiendo firmas. Entonces, ¿si consiguen 7 millones de votos se borran esos delitos?
P: Pues no, porque el problema no es de número de votos sino de cumplir la Ley.
A: Entonces, ¿para cambiar lo que quieran en la Constitución basta con cumplir las reglas del juego? Supongamos que en el referendo del agua hubieran propuesto la expropiación sin indemnización a las empresas privadas que operan acueductos, y que sin ninguna trampa gana la mayoría. ¿Es posible ese cambio?
P: Me la puso difícil, pero tengo que reconocerle que no se puede porque la propiedad privada es un derecho fundamental de la Constitución y no se puede abolir. La Corte Constitucional no podría aprobar que se hiciera ese referendo.
A: Se la pongo más difícil. Si en el referendo para castigar a los violadores de niños en lugar de cadena perpetua propusieran la pena de muerte y 10 millones votaran que si, podríamos ahorcar o fusilar a esos abusadores de niños?
P: Por supuesto que no. La vida es otro derecho, todavía más inviolable que con ningún número de votos se puede eliminar. Me rindo y me toca aceptarle que las mayorías no pueden cambiar todo lo que quieran de la Constitución; afortunadamente si el Congreso se pasa por la faja esos principios, tenemos la Corte para que defienda su integridad.
A: ¿Y si fuera cierto lo que dice el expresidente Pastrana de que la Corte no es imparcial sino que es del bolsillo del presidente, porque él nombró a la mayoría de los magistrados? ¿No es como el gato que pusieron a cuidar el queso?
P: Oiga joven, deje así. Sus preguntas tienen venenito y ya casi me tienen convencido de que es ilegal el referendo reeleccionista. Pero mejor callémonos porque si nos están chuzando esta conversación, de seguro alguien en la casa de nari da la orden para que me investiguen hasta mi tarjeta de crédito.
Dos hombres marcados por el libre mercado, del delta del Níger a la Amazonia
Amy Goodman
Ken Saro-Wiwa y Alberto Pizango nunca llegaron a conocerse, pero los une la pasión por la preservación de su pueblo y su tierra, y el fervor con el que fueron perseguidos por sus respectivos gobiernos. Saro-Wiwa fue ejecutado por el gobierno nigeriano el 10 de noviembre de 1995. Pizango fue acusado esta semana por el gobierno peruano de sedición y rebelión y evitó la captura por poco, al refugiarse en la Embajada de Nicaragua en Lima. Nicaragua acaba de otorgarle asilo político. Dos líderes indígenas –uno vivo, el otro muerto–, Pizango y Saro-Wiwa, demuestran que la efectiva oposición popular al poder de las corporaciones puede tener costos personales. La familia de Saro-Wiwa y de otras víctimas acaban de lograr un acuerdo judicial sin precedentes en un tribunal federal de Estados Unidos, que pone fin a una batalla de 13 años contra Shell Oil. La odisea de Pizango recién comienza.
Perú y Nigeria están muy lejos en el mapa, pero ambos tienen abundantes recursos naturales, de los que Estados Unidos y otras naciones industrializadas están sedientos.
El delta del Níger es uno de los yacimientos petrolíferos más productivos del mundo. Shell Oil comenzó a extraer petróleo allí en 1958. Al poco tiempo, los pueblos indígenas del delta del Níger comenzaron a sufrir la contaminación de su medioambiente, la destrucción de los bosques de manglares y el agotamiento de la población de peces que era su sustento. Las llamaradas producidas por la quema de gas iluminaban constantemente su cielo, contaminando el aire y negando a generaciones la posibilidad de ver una noche oscura. El saqueo al que estaba siendo sometida la tierra tradicional de los Ogoni en el delta del Níger inspiró a Saro-Wiwa a liderar una campaña internacional no violenta contra Shell. Por su compromiso, Saro-Wiwa fue arrestado por la dictadura nigeriana, sometido a un juicio simulado y colgado con otros ocho activistas Ogoni. Estuve en el delta del Níger y Ogonilandia en 1998, donde conocí a la familia de Ken. Su padre, Jim Wiwa, no tenía pelos en la lengua: “Shell fue la primera persona que el gobierno nigeriano utilizó para saquear nuestra propiedad, para quemar nuestras casas (…) Shell tiene las manos manchadas de sangre en el asesinato de mi hijo”.
Los familiares demandaron a Shell Oil, acusándolo de ser cómplice de las ejecuciones. Les otorgaron una audiencia en un tribunal estadounidense en virtud de la ley sobre Responsabilidad Civil por Hecho Ilícito Reclamada por Extranjero (Alien Torts Claim Act), que permite que extranjeros presenten cargos contra un delincuente en tribunales estadounidenses cuando las acusaciones son por crímenes de guerra, genocidio, tortura, o, como en el caso de los Nueve de Ogoni, ejecución sumaria extrajudicial. A pesar de los esfuerzos de Shell para que se desestimara el caso (Wiwa contra Shell), el juicio fue programado en un tribunal federal de Nueva York hace dos semanas. Tras varias demoras, Shell llegó a un acuerdo para pagar 15 millones y medio de dólares.
El hijo de Saro-Wiwa, Ken Wiwa, dijo: “Ahora tenemos la oportunidad de ponerle un punto final al triste pasado y enfrentar el futuro con algo de esperanza, con la esperanza de que lo que hicimos aquí habrá ayudado a cambiar la forma en que las empresas ven sus actividades en el exterior. Y esperamos que se forje la confianza. Nuevamente nos dirán que necesitamos centrarnos en las necesitdades de desarrollo de la gente. Creo, y ojalá sea así, que hemos dado muestras, hemos dado el ejemplo de que, con suficiente compromiso con la no violencia y el diálogo, es posible comenzar a construir algún tipo de jusiticia creativa. Y esperamos que la gente tome estas señales y presione para que se den ejemplos similares de justicia, para que las comunidades y todas las partes involucradas en los lugares donde hay producción petrolera puedan beneficiarse mutuamente de la producción petrolera, en lugar de generar la explotación y degradación del medio ambiente”.
Las poblaciones indígenas peruanas han protestado en forma pacífica desde abril, con bloqueos de carreteras, una táctica popular. El llamado Acuerdo de Promoción Comercial Estados Unidos-Perú es el tema en disputa, ya que anularía las protecciones a la tierra indígena y les otorgaría acceso a las empresas extranjeras para la extracción de recursos.
Esta semana, testigos afirman que las fuerzas especiales de la policía peruana llevaron a cabo una masacre en uno de los bloqueos. Alberto Pizango, el líder de la organización nacional indígena, la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana, acusó al gobierno del Presidente Alan García de ordenar el ataque: “Nuestros hermanos están acorralados ahí. Yo quiero responsabilizar al gobierno. Vamos a reponsabilizar al gobierno de Alan García por ordenar el genocidio. (…) A los pueblos indígenas nos han dicho que somos antisistema. Pero no, nosotros queremos el desarrollo pero desde nuestras perspectivas, que se cumpla el convenio 169 donde dice que a nosotros nos tienen que consultar y estas consultas no se han hecho en el Perú. Yo me siento ahorita no solamente perseguido, sino que mi vida está en peligro, porque defiendo el derecho de los pueblos. Y solamente por defender mi derecho legítimo, que tienen los pueblos, yo ahora me siento que estoy perseguido."
Ken Saro-Wiwa me dijo en 1994, justo antes de regresar a Nigeria, “En lo que a mí respecta, soy un hombre marcado”. Alberto Pizango se enfrentó al poderoso gobierno peruano y a los intereses empresariales que este gobierno representa. Pizango es ahora un hombre marcado, pero sigue con vida. ¿La comunidad internacional va a permitir que él y el pueblo indígena que representa, sufran el mismo destino que Ken Saro-Wiwa y el pueblo Ogoni?
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Denis Moynihan colaboró en la investigación de esta columna.
Amy Goodman es presentadora de “Democracy Now!”, un noticiero internacional diario de una hora que se emite en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en 200 emisoras en español. Es co-autora del libro “Standing Up to the Madness: Ordinary Heroes in Extraordinary Times”, recientemente publicado en edición de bolsillo.
© 2009 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Mercedes Camps y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Bienvenidos al Tercer Mundo
OCTAVIO QUINTERO, 12-06-09
Todos los analistas de las recientes elecciones parlamentarias de la UE coinciden en decir que, la gran abstención que se presentó es fruto del desaliento electoral producido por una corriente que al final resultó seudosocialista que ascendió al poder en los diferentes países de la Unión con el propósito de encontrar una Tercera Vía, como se preludió en los albores del primer ministro Tony Blair: aclimatar un capitalismo con responsabilidad social; o como pragmáticamente la definió en España Felipe González: tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea posible.
¡Pamplinas! Al cabo de los años esa Tercera Vía resulta cooptada por la extrema derecha. Y las clases europeas, que por aquí en estas tierras amerindias considerábamos con una elevada cultura política, despiertan hoy de una pesadilla que viven con los ojos abiertos: el neoliberalismo.
Alguien dice que no es bruto el que se equivoca una vez sino el que se equivoca dos veces en la misma cosa. Pues, si eso es cierto, como creo, los ilustres europeos resultaron más brutos que nosotros los sobrevivientes de sus descubrimientos y conquistas; y de sus guerras y herencias malditas, como el sistema capitalista que nos impusieron a través de los anglosajones que echaron bien y profundas raíces en nuestros vecinos usamericanos.
Se equivocaron por primera vez con el capitalismo salvaje que los llevó a la guerra de 1914/18 que ellos llamaron “Primera Guerra Mundial” y que por mal arreglada los volvió a poner en la guerra de 1939/45 que luego bautizaron “Segunda Guerra Mundial” y que, como tal, sí fue pero después de que USA metió sus narices. Y se equivocaron por segunda vez con el capitalismo salvaje impuesto en la década de 1970 por la Thatcher y el Reagan (y su SS Juan Pablo II), cuando muy bien bautizado neoliberalismo económico (lo mismo que antes) puso las clases más vulnerables de Europa a competir con las que, en mayor abundancia, habitan esos que despectivamente ellos llaman “países subdesarrollados”.
Tal como a nosotros se nos impuso el “Consenso de Washington” preparado por los chicagoboys a partir de la administración Reagan, allá (“al otro lado del charco”) se impuso otro consenso llamado “Tratado Constitucional” preparado por los manchesterianos y aprobado por los jefes de Estado y de Gobierno a partir de la administración de Thatcher.
Tal como aquí con el Consenso de Washington, como allá con el Tratado Constitucional no se permitió la discusión y menos la participación de la ciudadanía. Y tal como aquí y allá y acullá, porque globalizado el Consenso pudo extenderse con celeridad a la Europa Oriental tras la caída del Muro de Berlín (en buena parte gracias al papa Karol Józef Wojtyła) Japón y China (la del inmortal Mao), el modelo económico no ha podido proporcionar respuesta alguna a los problemas sociales y en cambio sí, ha introducido la más profunda amoralidad de que se tenga información en la ya larga y cruenta historia del capitalismo.
Jaime Richart, analizando las elecciones en España a través de ARGENPRESS.info (09-06-09) dice que ganó la derecha a pesar de la corrupción que acompaña al PP y a toda España, y a Europa en general: “la empresarial, la bancaria, la dueña de las fincas, de los pazos, de los cotos de caza, de los latifundios, de los huertos solares y de las arcas públicas; de la mayor parte del dinero circulante y fiduciario. En fin”.
Corrupción que de paso –agrega- potencia el poder de hecho: cuanto más corrupto más poderoso, más éxito político, más euforia y más sensación de estar en posesión de la verdad ellos y sus secuaces.
Otro analista, Alejandro Teitelbaum, también en ARGENPRESS.info (08-06-09) dice que (…) “al amparo de la « libre circulación de mercancías, servicios, industrias, personas y capitales » la formación de enclaves industriales modernos en los países pobres del Este de Europa con salarios entre 5 y 10 veces inferiores a los de los países ricos del Oeste, la persistencia de una alta tasa de desocupación en esos mismos países y, como contrapartida, la caída de los salarios, el deterioro de los derechos laborales y el aumento de la jornada de trabajo y de la desocupación” es la constante que se vive actualmente en los países de la Unión Europea.
“Yo no me alegro pero siento un fresco”, diría por ahí cualquier guasón. No me alegro por su empobrecimiento sino porque creo que su arribo al Tercer Mundo, a este mundo de los desempleados; de los sin techo y sin tierra; sin salud y mala educación; al mundo laboral flexibilizado por y para mejores provechos empresariales, constituye un aporte importante a esa masa crítica que anda en formación y que hará posible la vieja proclama de Marx-Engels: “Proletarios de todos los países, uníos: no tenéis nada que perder mas que sus cadenas; y en cambio, un mundo que ganar”.
Ciertamente pareciera que hoy más que en la época de Marx, un “Fantasma recorre a Europa”: el fantasma de la abstención electoral que en las parlamentarias de la Unión ha subido del 40 al 60 por ciento entre junio de 1979 y junio de 2009.
No cabe duda que tan alta abstención electoral promedio en el Viejo Continente es la primera y más inmediata reacción que las capas medias y bajas encuentran como respuesta a una clase política que les impuso un mundo ultraliberal (el peor de los mundos posible) al servicio del gran capital infectado de una profunda decadencia moral como preludio de la catástrofe social que se avecina que en mi libro “La mentira organizada” defino como la “Globalización de la Bastilla”, esta vez contra el feudalismo económico que a través de las multinacionales gobierna los destinos políticos y sociales de la humanidad.
Aunque la abstención de momento juegue en su favor, pues, mientras menos gente acuda a las urnas más fácil llegarán y se atornillarán a sus puestos los políticos corruptos, yo creo, y es de esperar, que cuando la abstención es mayoría, como de suyo ha sido en este Nuevo Mundo empobrecido del entorno latinoamericano, y ahora también en el Viejo Continente, es porque el sistema democrático, ese que Churchill definió como el menos malo de los sistemas políticos, está enfermo de muerte, no ya atacado por dictaduras de traje verde oliva, botas media caña y pistola al cinto, sino por emperadorcitos de bolsillo del gran capital con traje inglés, zapatos de charol y una proclama más peligrosa que una bizcoreta con una escopeta de dos cañones: las encuestas de opinión como fase superior de la democracia, es decir, ya no es el gobierno de la mitad más uno sino el gobierno de las muchedumbres efervescentes de pasión y escasas de razón.
Qué peligro y que horror. No es fácil lucha, ni imposible; y aunque lo fuera, lo único que no se debe admitir frente a lo imposible es no hacer nada.
Animal pandémico
Diana Cohen Agrest, LA NACION, Buenos Aires, Viernes 12 de junio de 2009
Un día de 1938 Nueva York amaneció en pánico cuando desde una emisión radial, criatura del genial Orson Wells, se anunciaba que la ciudad había sido invadida por naves marcianas, provocando una muestra de cómo puede aguzarse la histeria colectiva cuando un medio es usado con puntería y eficacia. Y en Los pájaros , relato inmortalizado por otro grande del cine, Alfred Hitchcock, ese mismo medio de comunicación era el portavoz de una alarmante expansión de un fenómeno inexplicable: el extraño y aterrador ataque de aves que acababan sitiando a una familia de granjeros.
¿Acaso las naves marcianas, o esas aves exterminadoras, no prenunciaban nuestra cultura del miedo, que se apodera del hombre sometido al azar y a las contingencias externas, amplificadas éstas millones de veces por los medios que nos comunican en nuestra cultura global? El cambio climático, la gripe aviar, el síndrome agudo respiratorio severo (SARS), la "vaca loca" y hasta el Y2k (esa presunta falla del software de las PC por el triple cero del nuevo milenio), por mencionar sólo algunas de las pesadillas con nombre propio. Los marcianos o los pájaros, al fin y al cabo, simbolizan esa suerte de agujero negro que atrae nuestros temores renovados día a día. Los mismos que perturban a una tecnociencia todopoderosa, hermanada con una cultura del éxito, toda vez que esos temores denuncian nuestros límites y condensan el reconocimiento de nuestra incapacidad de afrontar lo impredecible. Es cierto que el miedo en las otras especies animales suele ser funcional a su supervivencia: se huye ante el peligro. Pero en la especie humana, tal como vive hoy en la sociedad planetaria, en términos sociobiológicos es posible afirmar que el miedo se ha vuelto una lente culturalmente condicionada, que magnifica nuestra visión del mundo.
El último de los jinetes del Apocalipsis nos ha traído la gripe porcina. Pero esta vez, además, fue rápidamente calificada de "pandemia", palabra altisonante, más que su definición de diccionario ("enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región"). Interesa su etimología deudora del griego, en el que significaba "que afecta al conjunto de la población". Porque si hay una expresión que, en el marco de una biopolítica planetaria, interpela a todos por igual, es ésta, que evoca la inminencia de la enfermedad y la muerte. Y más que formar parte de la terminología médica (o tal vez por haber medicalizado la vida), y a juzgar por el hecho de que vivimos pendientes de amenazas globales, la palabra expresaría una nueva condición del ser humano. Tanto es así que quien alguna vez fuera definido como "animal racional" o "animal político" o "animal simbólico", hoy podría ser calificado como "animal pandémico".
En otras épocas no más benignas, regidas por un paso del tiempo y por distancias mensurables según patrones más precarios, de tanto en tanto una noticia transmitida boca a boca turbaba el ánimo del viajero o del labriego. En nuestra sociedad de la información, los diarios e Internet nos arrojan un menú de perversiones renovadas a nuestro escritorio de trabajo o, desde el televisor, a la mesa familiar.
Pero la conciencia del riesgo no se funda solamente en experiencias de segunda mano, sino en experiencias que pueden llegar a suceder. Si aquello que se muestra en los medios, o merece la cobertura de la prensa, adquiere un estatuto de real, basta que una amenaza sea difundida para que tenga visos de realidad. Porque es innegable que, por sus efectos en la opinión pública, funciona como si fuera una realidad presente, aun cuando persista como mera posibilidad.
Desconociendo esa diferencia, cuando se habla de pandemia, se incurre en una especie de salto entre lo que puede suceder y lo que realmente sucederá, produciéndose un reduccionismo falaz de lo posible a lo real, donde los riesgos -daños posibles- se divulgan como si fueran daños reales cuando, apenas nos detenemos a pensar, la mayoría de los daños posibles jamás se harán realidad.
Ese margen da lugar a preguntarse: el riesgo ¿es algo puramente objetivo que atiende a las causas o a su probabilidad calculable objetivamente de que un evento tenga lugar; o acaso, como otros piensan, es una construcción social, en cuyo caso el reconocimiento de un riesgo no remitiría a una realidad externa e independiente sino más bien a los grupos sociales que lo formulan?
En apoyo del constructivismo podríamos citar el ya célebre "yo o el caos". El miedo político, cuya función es promover prácticas políticas funcionales a intereses espurios, no crece en el vacío sino que es creado y alimentado: "yo o el caos", puede ser lanzado a modo de amenaza por un megalómano que apela a resortes psicosomáticos cotidianamente aceitados por el mismo sistema vejatorio que se pronuncia en la disyunción. De más está decir que la manipulación como instrumento de control social puede ser usada en una estrategia inversa, negando las fuentes objetivas del miedo: demasiado se ha ironizado en torno de la "sensación de inseguridad", pero no es sino una forma de condicionar -negándolo- un sentimiento justificado ante el riesgo impredecible de ser una víctima más de la violencia callejera (lo que daría la razón a los "objetivistas"). Por cierto, constructivismo y objetivismo no son posiciones irreconciliables: el imaginario colectivo se asienta en datos reales y cuantificables del contexto social.
Más allá de estas taxonomías, convivimos obsesionados por temores que se suceden sin solución de continuidad, con los cuales, en el mejor de los casos se satisface el humano "afán de novedades" y, en el peor, enmascara, o hasta oculta tras el velo del olvido, lo que políticamente conviene ser olvidado: la gripe porcina no sólo ha tapado los titulares del dengue, sino que ha alterado nuestras relaciones bilaterales con México, tierra generosa, que albergó como ninguna otra a quienes emigraron en los años oscuros de la Dictadura.
Vuelven los Viejos Debates
César González Muñoz
El Presidente del Deutsche Bank, dirigiéndose a una audiencia de banqueros de Estados Unidos, advirtió correctamente que, en el futuro, los Estados de las naciones ricas serán actores muy importantes en el desempeño de la economía mundial. Demasiado importantes, para el gusto del Sr. Ackerman, quien aceptó que la reacción estatal ante la crisis global ha sido resultado de graves fallas en el comportamiento colectivo del llamado sector privado. Ese será uno de los grandes temas de debate ideológico y político en las próximas décadas.
No parece haber duda de que, en muchas partes del mundo, la figura del Gran Gobierno es y será mucho más pesada que en el pasado reciente. La gravitación del Estado en la vida económica aumenta por cuenta de tres procesos: Uno, la enorme expansión de la propiedad estatal en sectores claves; dos, el incremento de la deuda pública en una escala colosal, para financiar las adquisiciones y los apoyos “transitorios” a innumerables empresas y actividades manufactureras y de servicios, y tres, un probable cambio radical en las reglas de la supervisión y la regulación financieras, dirigidas a reducir la discrecionalidad en la toma de riesgos y a incrementar los requisitos de capital de los intermediarios financieros.
Está claro: La que viene no será una época del todo agradable para los amigos del laissez faire. En no poca medida, la prosperidad del capital privado dependerá mucho más del acceso que tenga a los centros de decisión en los gobiernos y hasta en los bancos centrales. Quién sabe: Es probable que el mundo rico esté entrando en una era de intervención estatal en una escala no vista antes en la historia.
No obstante, en ese probable escenario no se garantiza que el proceso económico global abandone su clara tendencia a generar desequilibrios, marejadas financieras incontrolables y terribles injusticias sociales.
Hace unos meses yo creía que los países ricos, moviéndose alrededor del superpoder estadounidense, reunirían la energía suficiente para acordar un trato que le diera un nuevo comienzo a las paridades cambiarias entre el dólar, el euro, el yen y, eventualmente, el yuan chino. Creía que este acuerdo cambiario sería el caldo de cultivo de una nueva arquitectura de reglas financieras, fiscales y de manejo de la demanda, que permitiera instalar un proceso más equilibrado y menos frágil de la economía mundial. Pero me equivoqué. Estados Unidos, más preocupado por el desempleo, la quiebra de grandes sectores de su economía interna y por el problema fiscal que por la salud de la economía global, sigue siendo un imperio reticente, poco dispuesto a impulsar un nuevo orden mundial bajo sus condiciones. Mientras tanto Europa concentra su atención en la integración de su propio espacio geográfico e institucional, y en sus disputas internas. No hay quien lleve la voz cantante en el mundo de hoy.
En esas circunstancias, la mayoría de los observadores expertos anticipa una lenta y difícil recuperación de la demanda global, y en particular la demanda interna de Estados Unidos y del club de los ricos.
Un centro de la economía mundial más intervencionista, con un enorme peso fiscal a cuestas, quizás más introvertido, y sin liderazgo colectivo, obviamente tendrá incidencias sobre la vida social, política y económica de los países pobres. En ese escenario, como lo ha dicho recientemente Dani Rodrik, los países de la periferia mundial tendrían que rescatar la vieja idea de la política industrial; del apoyo masivo y sistemático a actividades meritorias desde la perspectiva del empleo. Ello implicaría también abandonar la política cambiaria de “puro mercado” por una intervención estatal dirigida abaratar las monedas locales. Vuelven, pues, los viejos debates que muchos creían cancelados.
La inseguridad, vuelve y juega
Jorge Mejía Martínez, Jorge.mejia@une.net.co
Este lunes festivo estuve con unos amigos en el barrio Villa Lilian, centro oriente de Medellín, y la única preocupación planteada por los habitantes del sector fue el temor por el deterioro acelerado de la seguridad. Volvieron a aparecer hombres armados patrullando de civil; la zona está repartida entre bandas que marcan con celo el territorio so pena de enfrentamientos violentos para cuidar fronteras; el puesto de policía instalado en la parte alta de La Sierra es inoperante: los uniformados poco patrullan, permanecen encerrados; y los pobladores ven con malos ojos las confianzas construidas por los miembros de la fuerza pública con los malosos del sector. A diferencia de otros años, los habitantes del barrio están dispuestos a testimoniar ante una autoridad lo acá planteado, sin pretensión distinta a hacerlo con valor civil.
El diario El Colombiano publicó una encuesta sobre la percepción ciudadana de los temas relacionados con la seguridad en Medellín y el Valle de Aburra y las conclusiones son contundentes: el 54.7% no se siente seguro y el 62.4% manifiesta haber conocido a alguien victima de la inseguridad. Respecto a las causas los consultados destacan: pobreza 44.1%, desempleo 43.8% y, por allá abajo: falta de autoridad 10.4%, falta de liderazgo cívico 5.9%, desatención del gobierno municipal 5.0% y otras causas sumadas: desplazamiento forzado, reinsertados y el porte ilegal de armas, 2.0%. Con plena seguridad que esta encuesta arrojaría los mismos resultados en las principales ciudades del país, donde el deterioro es ostensible, para que ningún gobernante local en particular se vaya a sentir molesto, como tampoco ningún amigo del gobierno nacional puede tirar piedras. Están en crisis las políticas nacionales -la principal de ellas: la seguridad democrática- agotadas ante las nuevas realidades urbanas.
El Instituto Nacional de Medicina legal acaba de publicar sus cifras sobre la criminalidad en colombia: 15.250 homicidios ocurridos en 2008. La participación del homicidio dentro de la mortalidad violenta -26.958- fue del 57%, muy alta. Por presuntos agresores: las Farc con 248 casos y los grupos paramilitares, con 42. La delincuencia común y sus 439 víctimas ocupan el segundo lugar después de la muerte violenta de manera indeterminada, en la que se conoce la causa pero no la manera como ocurrió, que pasó de 962 casos a 984. Subrayo la cifra: entre la guerrilla y el paramilitarismo hubo 290 homicidios en 2008. O sea que los actores armados ilegales relacionados con el conflicto colombiano aportaron apenas el 2%. ¡Y este país sigue trastocado por el tema del conflicto, dispuesto incluso a echar por la borda soportes esenciales de la democracia en aras de una segunda reelección del presidente Uribe! Mientras la verdadera inseguridad de hoy cabalga desde otras direcciones.
Estamos hasta aquí –toco mi coronilla- de permitir que el conflicto armado permee todo el debate político nacional. Con la foto de tirofijo ganó Pastrana después de haber perdido en la primera vuelta con Serpa; Alvaro Uribe se metió al bolsillo el país con su reacción pronta sobre el Caguan y las Farc, se le encimaron cuatro años más, y si lo dejamos serán otros más, no importa que Colombia quede patas arriba. Las acciones de los grupos armados se politizan para apuntalar o debilitar a Uribe, con lo cual se les reconoce cierta legitimidad. Parados sobre una crisis económica y social que aún no toca fondo, permitimos que el debate político se debilite en cuanto a la claridad de las propuestas, pero la carga emocional que genera visibilizar a la guerrilla, polariza la sociedad y convierte en enemigos a los colombianos encasillados en furibistas y antifuribistas. Por fortuna, cada día, gana más espacio marginarse de esa tenaza.
Sin dejar de reconocerle al gobierno de Uribe la iniciativa para reducir de manera significativa la participación de guerrilla y paras en las cifras de homicidios en 2008, no sobra recordarle a los áulicos de la segunda reelección, que la pobreza y el desempleo en los centros urbanos pueden echar a pique victorias pasadas y recientes en el campo de la seguridad. Hoy, esos temas de la equidad y la vida quedan mejor en otras manos.
miércoles, 17 de junio de 2009
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