jueves, 2 de octubre de 2008

Aspiramos a que nunca en nuestra patria pasen por la mente de hombre alguno cosas como aquella de crear bandoleros para aparecer luego combatiendo a los bandoleros.
Francisco José Cháux, Popayán, 1957, discurso de lanzamiento de la candidatura presidencial de Guillermo León Valencia Muñoz (Poco conocido por su segundo apellido pero que, dadas las actuales circunstancias y ciertos homónimos es mejor para no empañar la imagen del Expresidente Valencia).


CONTENIDO

• El crac del 2008, Tomás Ely Martínez.
• Obama &McCain es lo mismo, Octavio Quintero.
• Los deportes nacionales, Ramón Elejalde.
• Crisis neoliberal, Rodolfo Correa.
• ¿Están pasando cosas?, Juan Manuel López Caballero.
• Los socialistas de Wall Street, Amy Goodman.
• Crisis y mala política, Luis Carvajal Basto.
• La política por internet, Jorge Mejía Martínez.
• El regreso del péndulo, Roberto Gutiérrez Castañeda.
• Secuela impensada del neoliberalismo, Ricardo Lagos.



El crac de 2008

Por Tomás Eloy Martínez, LA NACION
Mientras George W. Bush hablaba sobre terrorismo, en su último discurso como presidente de los Estados Unidos ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, los norteamericanos se preguntaban hasta dónde llegará la crisis que el Estado intenta conjurar, tomando 700.000 millones de dólares del bolsillo de los contribuyentes; es decir, cien mil millones más que la deuda generada por la guerra en Irak.
Desde hace un año y medio, cuando el sistema financiero comenzó a intoxicarse con el colapso de las hipotecas, a los norteamericanos comunes se les hizo cada día más difícil pagar el seguro de salud, financiar los estudios universitarios de los hijos, comprar la misma cantidad de alimentos con la misma suma de pocos meses atrás y llenar el tanque de nafta en un país donde la mayor parte de la población está obligada a manejar. Algunos ni siquiera pueden vender la casa para poner fin a la pesadilla de la hipoteca. Las propiedades valen hoy casi 20% menos de lo que se pagó por ellas hace dos años, en plena burbuja inmobiliaria, y la deuda es superior al valor de la vivienda. El tema está en boca de todos porque la crisis, más allá de la complejidad de su ingeniería financiera o sus números inasibles -el salvavidas representa sólo una parte de los ocho billones de dólares sueltos en créditos hipotecarios- refuerza la impresión de que la economía norteamericana sigue un rumbo de catástrofe debido a lo que Joseph Stiglitz llamó "ocho años de mala gestión económica". Los primeros golpes alcanzaron a las clases bajas; ahora, la clase media sucumbe a la inflación en el supermercado o cuando recibe las abrumadoras cuentas de electricidad y gas, en un país que consume más del 25 por ciento del petróleo mundial y que envió su precio a los cielos.
En el suburbio de Nueva Jersey donde vivo, los carteles de "ejecución judicial" se alternan con los que adornan los jardines en apoyo a Obama-Biden o McCain-Palin. Un colega de la universidad donde enseño envió un correo electrónico a sus amigos para recomendar dos páginas de Internet que ayudan a ahorrar combustible. Una de esas páginas, www.GasBuddy.com, busca el surtidor más económico de la zona; la otra, www.fueleconomy.com, traza el camino más corto de un punto a otro para gastar menos. "Pagar más de cien dólares en la estación de servicio es asunto de todos los días para la gente con camionetas familiares", dice un vendedor de Home Depot, de White Plains, estado de Nueva York. "Eso da miedo. Si el galón de nafta llega a 10 dólares (y la semana pasada estaba en 4,32, aunque ahora bajó a 3,99), vamos a caer en el infierno de la depresión."
Casi ochenta años después, la palabra depresión todavía eriza la memoria de las familias que sucumbieron a la crisis bursátil de 1929, cuyos efectos letales sobreviven en las novelas de Steinbeck y en las películas de la serie negra. Los historiadores coinciden en que las semillas del desastre pueden rastrearse en la torpeza de las administraciones de Hoover y Coolidge, y en la convicción de los conservadores en que los mercados podían regularse a sí mismos. Fue necesaria la audacia de un estadista brillante, como Franklin D. Roosevelt, para imponer planes que generaron trabajo, protegieron la salud, la educación y los ahorros de los sectores más bajos. Dos de las casas que se construyeron frente a la mía datan de esa época. Son modestas, tienen un pequeño jardín y se terminaron de pagar en 1956, sin traumas.
La tradición popular supone que los años de Roosevelt fueron luminosos hasta que les cayeron las sombras de Pearl Harbour, en 1941. Fue antes de esa época cuando, en 1933, una ley conocida como la Glass-Steagall, impidió que los bancos comunes jugaran en la bolsa y luego no tuvieran cómo devolver los ahorros a los ciudadanos. Las paradojas, sin embargo, entorpecen hasta las mejores intenciones. Algunas firmas de Wall Street franquearon el obstáculo y crearon los bancos de inversión que están ahora en el centro de la tormenta. Son los que compraron los fondos hipotecarios dudosos, los partieron y los reagruparon en nuevas inversiones que volvieron a colocar, permitiendo que se pagaran salarios como el de Richard Fuld, director ejecutivo de la quebrada Lehman Brothers: 45 millones de dólares el año pasado. Como tantos otros bancos de inversión, Lehman Brothers y Fuld se desbarrancaron cuando la gente no pudo seguir pagando sus hipotecas.
No es a los especuladores y timberos de Wall Street sino a los norteamericanos endeudados que quieren mantener sus casas y no pueden a los que -según cree el candidato demócrata Barack Obama- debería ir el apoyo que se está pidiendo al Estado. Lo ha dicho su asesor Stiglitz: "Podemos fomentar la renegociación de las hipotecas para que menos personas se vean obligadas a perder sus casas. Pero ningún inversor privado querría quedarse con estos valores que se imponen por la fuerza a los contribuyentes". Stiglitz recomienda lo que hizo la Corporación de Préstamos a Propietarios de Hogares (HOLC), creada durante la Gran Depresión: compró las hipotecas difíciles de pagar y las refinanció para que la gente mantuviera sus casas y aportara recursos legítimos al sistema financiero.
Obama, senador como su adversario, John McCain, prefiere reflexionar un poco antes de aprobar el salvavidas de dinero que quiere imponer el presidente Bush. Obama recordó que, ante la evidente inutilidad de los recortes de impuestos a las corporaciones, es "absolutamente necesario" un recorte de impuestos a la clase media. Aprovechó la ocasión para enfatizar su campaña de cambio: "Si queremos que la economía crezca, si queremos prevenir que una crisis como ésta vuelva a suceder, debemos cambiar a Washington. Debemos reformar nuestro sistema político, basado en el lobby. Debemos reformar las reglas que le permiten a Wall Street hacer cualquier cosa y pasarle la cuenta al pueblo".
Mientras tanto, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, exige que los 700.000 millones de dólares se concedan ya mismo. Dice que sabe lo que hace, y sin duda lo sabe.
Hasta 2006, cuando se integró al gobierno actual, fue presidente de otro banco de inversión que sucumbió a la crisis, Goldman Sachs. Al retirarse, recibió 38,5 millones de dólares en concepto de su último bono, y ahora enfrenta en el Congreso la exigencia de una cláusula a la ley de rescate que limite los salarios de siete dígitos en Wall Street.
Aunque se manifiesta "incómodo" por la exigencia de votar a libro cerrado, el candidato John McCain defiende el pedido de Washington. "Vamos a hacernos cargo de esos préstamos malos", ha dicho. "No niego que sea enredado, no niego que sea costoso. Pero tenemos que detener la sangría."
"Sería el rescate mayor de la historia norteamericana", dice un médico de Albany, capital del estado de Nueva York. "Permitiría que las instituciones financieras afectadas pudieran seguir dando créditos y no se ahogaran. Si eso sucede, la tempestad se llevará muchos empleos. Pero no estoy de acuerdo, porque esos 700.000 millones saldrán del bolsillo de los contribuyentes, y endeudarán a nuestros hijos y nietos. Compraríamos valores que nadie sabe si alguna vez podremos recuperar. Es una historia ya conocida: mil millones aquí, mil millones allá y así hemos llegado a un déficit enorme, cuando Bush asumió con superávit. Podemos estar ante la puerta de un futuro peor."
El presidente que los norteamericanos elijan en noviembre cargará con el costo de esta crisis que supera al "lunes negro" de 1987, el tequilazo de 1994, la cesación de pagos de Rusia en 1998 y la explosión de la burbuja puntocom en 2000. El default argentino de 2001 -que para Paul O Neill, entonces secretario del Tesoro, iba a ser pagado por "los plomeros y los carpinteros" norteamericanos- representa, modestamente, el 20 por ciento de la quiebra de una sola empresa, Lehman Brothers. Aún no se sabe cómo se escribirá la historia, pero todo parece indicar que, en el otoño boreal de 2008, está naciendo un crac tan letal como el de 1929.
El Consenso de Washington, que pregonó el neoliberalismo en todos los continentes y dejó una estela de pobreza en América latina, acaba de fracasar en su país natal y ahora requiere un salvavidas del Estado, que era una institución tabú. Los caminos que elijan Obama o McCain serán, sin duda, diferentes, pero la responsabilidad que asumen es la misma: definir el destino de un mundo donde la crisis ha golpeado a la primera potencia sin que aún se pueda vislumbrar en el horizonte un camino nuevo.



Obama & McCain: es lo mismo

OCTAVIO QUINTERO, oquinteroefe@yahoo.com, 29-09-08
Tras el primer debate televisivo que hemos visto entre Obama y McCain, los gobiernos latinoamericanos que van por la senda del Socialismo del Siglo XXI no debieran esperar mucho del relevo presidencial que se avecina en Estados Unidos. Gane quien gane, Obama o McCain, el sistema capitalista del Imperio es la esencia del Estado.
Estados Unidos vive desde antes, y hoy más que nunca de la especulación financiera y de la industria y el comercio que depende y requiere sobre todo de la explotación laboral. Y eso lo saben y defienden a ultranza y al unísono gobierno, instituciones y sociedad civil, esta última que lo consiente en tanto en cuanto sea allende sus fronteras.
Esperar un cambio importante en ese sentido, sería tanto como pensar que los países de la OPEP han pensado siquiera en renunciar a la explotación petrolera por razones ecológicas o que los ingleses, por austeridad, van a licenciar a la reina Isabel.
Las campañas políticas en Estados Unidos no se libran en términos ideológicos, como se están librando las batallas políticas en estos momentos en países como Venezuela, Ecuador y Bolivia, que cabalgan en el ojo del huracán con sus reformas políticas y sociales; o como se acaban de librar los debates presidenciales en Nicaragua con Ortega y más recientemente en Paraguay con Lugo. O como desde hace años ya, algo se le restó al predominio capitalista en Chile, Argentina y Brasil con la elección de gobiernos menos comprometidos con el libre mercado que quienes les precedieron. O en la forma tan ardorosa como la incipiente izquierda colombiana combate la rancia derecha que se entronizó en el país al final del ya lejano y añorado gobierno de Alfonso López Pumarejo (1936), y que en este largo régimen de Uribe aprieta como cincha y punza como espuela.
Las sucesiones presidenciales en Estados Unidos son como los cambios de guardia en el Palacio de Buckingham: sólo ceremonia.
Es probable que muchos de nosotros, emocionalmente, prefiramos ver en el Salón Oval a Obama que a McCain: quizás porque es afrodescendiente, o por joven y simpático y, lo más seguro, porque no es de la cuerda de Bush, ese carnicero próximo a retirarse a su rancho en Texas con más de un millón de muertos a las espaldas.
Con Obama pasa lo que pasó con Kennedy, que muchos de nosotros todavía lloramos como si fuera deudo propio, y fue Kennedy precisamente, quien propuso y financió las primeras autodefensas en Colombia para combatir desde la periferia del Estado de derecho a esos ‘bandidos’ de Marquetalia que, con tiro fijo a la cabeza, no se dejaron robar de un pelotón de uniformados ni las gallinas ni sus mujeres.
Y si el ejemplo resulta muy parroquial (que lo es), entonces téngase en cuenta que la Alianza para el Progreso, de cuya paternidad nadie duda, no fue más que una profundización de la injerencia e intervención de Estados Unidos en los asuntos internos de los países latinoamericanos.
Y así sucesivamente: desde el “Destino Manifiesto” hasta “la Guerra Preventiva”, Estados Unidos es un Imperio y sus gobiernos, por ende, imperiales. Por tanto, téngase presente que Obama o McCain, sea quien sea, proseguirá la senda neoliberal que emprendió el Imperio desde el 70 con Reagan y que continuaron profundizando distintos gobiernos republicanos y demócratas (y en especial tras la caída del Muro de Berlín), “todos a una” como en Fuente Ovejuna.
Y si me apuran, diría que en la presente crisis financiera, cuya apreciación parece ser la mayor diferencia que perciben los electores norteamericanos entre Obama y McCain, tienen más responsabilidad los demócratas que los republicanos, aunque Obama en este primer debate haya dicho lo contrario y Mccain haya tenido que callar por aquello de que, como decimos por acá, “la ropa sucia se lava en casa”.
Aparte de que fue en el gobierno del venerable Clinton donde se echaron a andar los TLC, último asalto del capitalismo salvaje sobre los despojos dejados por libre mercado emprendido desde Reagan, también fue en este libidinoso mandato que se soltaron las amarras del sector financiero con la derogación de la Ley Glass-Steagall de 1929 que puso freno a la especulación financiera de entonces que produjo la Gran Depresión.
Y para que no quede ninguna duda de que la debacle del sistema financiero estadounidense es asunto de ambos partidos, no sólo porque tanto Obama como McCain han recibido cuantiosos millones de dólares para sus campañas de esas mismas empresas que ahora van a la bancarrota, sino porque la irresponsable liberación del sector financiero con que Obama puyó a McCain en el primer debate al atribuírsela exclusivamente al gobierno de Bush, fue propuesta desde el inicio del gobierno de Clinton por el entonces Secretario del Tesoro Robert Rubin, hoy poderoso asesor en temas económicos de Obama e impulsada en el Congreso por el senador republicano, Phil Gramm, uno de los principales asesores de McCain.
La lucha por la independencia de Latinoamérica, la que impulsa con vigor y entusiasmo, y también a veces con mucha imprudencia, el presidente venezolano Hugo Chávez, no tendrá respiro con Obama o McCain porque, como lo dijo el Libertad Simón Bolívar: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.




Los deportes nacionales


Ramón Elejalde Arbeláez, ramone@une.net.co

Se equivocan quienes consideran que el fútbol y el ciclismo son los deportes emblemáticos y que mueven la opinión en Colombia. La verdad es que a estos dos debemos sumar el deporte de cambiar permanentemente la Constitución Política.
La primera constitución escrita del mundo fue la de Estados Unidos, promulgada en 1789 y es la misma norma suprema que durante toda su historia ha tenido esa gran potencia económica, militar y política. A esa norma con 219 años de vigencia le han introducido 15 enmiendas fundamentales. Eso se llama seriedad y estabilidad jurídica. Por eso es una gran nación. La constitución gringa ha servido para tiempos de paz y para tiempos de guerra, para tiempos de bonanza y también para épocas de depresión económica. Allá no hay disculpas para reformarla a cada día.
Contrario a lo que sucede en Estado Unidos, nosotros en Colombia llevamos 16 constituciones (No es cierto como lo afirman los profesores de la Universidad de Illinois, Zachary Elkins, Tomo Ginsburg y James Melton, en publicación del diario El Tiempo el 19 de agosto del presente año, que llevamos nueve constituciones). La Constitución de 1886, la que nos ha durado más en el tiempo, tuvo cerca de 72 reformas en 105 años de vigencia. La actual Constitución, la expedida en 1991, ya lleva 22 reformas, algo más de una por año. Para comparar nuestro frenesí constitucional con el comportamiento de estados serios, basta decir que España, en sus primeros 17 años de la Constitución de 1978 apenas le introdujo una reforma a su Constitución y eso por la necesidad de darle solución al problema regional que tiene. En el mundo somos campeones en expedir constituciones, como que sólo nos superan República Dominicana, Venezuela, Haití y Ecuador. ¡Con razón estamos como estamos!
Al otro lado de la balanza, es decir, de los estados que mantienen constituciones vigentes por muchos años, tenemos, fuera de Estados Unidos, a Noruega, a Bélgica, a Suecia, a Holanda, a Nueva Zelandia y a Canadá. Todos con constituciones centenarias y todas grandes naciones.
El profesor Ricardo Zuluaga Gil, en su obra “Valor normativo de la Constitución de 1991” afirma: “Otro peligro para la fuerza normativa de la Constitución es su tendencia a la frecuente revisión so pretexto de necesidades políticas ineluctables. La acumulación de modificaciones en poco tiempo generará la consecuencia inevitable del resquebrajamiento de la confianza en la inviolabilidad de la Constitución y el debilitamiento de su fuerza normativa, cuando condición básica de éstas es que la constitución resulte modificada en la menor medida posible (…) La constitución debe representar un orden fundamental duradero, pues la constitución democrática no es la voluntad coyuntural de una mayoría ocasional sino la expresión de la voluntad del pueblo, fundamentada y duradera, a la que se ha llegado tras una amplia reflexión”.
En Colombia hemos utilizado las reformas constitucionales como mecanismo para desviar la atención de la opinión pública. Cuando se presenta por el Gobierno un acto legislativo reformatorio de la Constitución, nos olvidamos de otros problemas y nos centramos en esa discusión. Pero esa terrible realidad también nos ha llevado a ser considerados una banana república, un estado que cambia de constitución como el ciudadano cambia de camisa diariamente.
El Gobierno, directa o indirectamente, nos tiene ahora debatiendo cinco reformas constitucionales de un tajo. ¡Se nos fue la mano en galletas! Tres de esas reformas son por vía de referendo: la reelección, la cadena perpetua a los violadores y el agua como derecho fundamental, y dos se proponen tramitar como acto legislativo: una reforma política (¿otra?) y una reforma a la Justicia, que más parece la venganza contra las cortes. Ah; ahora nos anuncia una sexta reforma el partido de la U, para elevar a norma constitucional la seguridad democrática. Seguramente la debacle económica que se nos viene tiene que tener concentrada a la opinión pública no en una sola sino en cinco o seis reformas. El problema es de tal magnitud que no es suficiente con una reforma.
Le propongo al Congreso que incluya un articulito en cualquiera de esas cinco reformas, donde consagren el fútbol, el ciclismo y las reformas constitucionales, como los deportes nacionales. ¡Que siga la fiesta! (¿O el deporte?).



¡Crísis Neoliberal!



Por: Rodolfo Correa, Periódico EL MUNDO, Medellín.

Grandes dudas y un enorme silencio de los responsables, deja la reciente crisis del modelo neoliberal en su cuna, los Estados Unidos de Norteamérica.

El neoliberalismo siempre ha defendido la democracia formal, una democracia que en estos términos sirve de bandera para la implantación del modelo globalizador del mercado cuyo punto de llegada es el establecimiento de un “Estado mínimo”, es decir un Estado que interviene lo menos posible en la vida social y económica del país, basado en la premisa de que la economía, escenario donde todos somos iguales, se maneja sola y ella corrige por su propia mano invisible cualquier situación anómala. Todo esto, para garantizar el desarrollo de sus principales postulados: la desregularización del sector financiero, la eliminación de los derechos sociales del catálogo de derechos humanos y la flexibilización absoluta de los derechos laborales.

Este soporte neoliberal, tiene como estrategia maniqueísta el afán por desprestigiar lo público y generar así la masificación del deseo privatizador del Estado, bajo el sofisma de que lo público no funciona, de que los políticos son corruptos y que lo único eficiente y próspero es lo privado.

El modelo Neoliberal, anhela el triunfo definitivo del capitalismo salvaje desarrollado globalmente, que se concreta en la construcción de oligopolios en el mercado y en la concentración del poder económico en pocas manos. Cierta, y paradójicamente, este desalentador panorama es precisamente lo menos liberal que puede haber, pues en él no existe libre mercado, sólo la intención de controlar el mercado por unos pocos, sin libre ni leal competencia, imponiéndose el capitalismo de casino (o especulativo), que ha desplazado el capitalismo industrial o productivo, y eliminando casi las economías nacionales.
Empero todo lo anterior, y como decían los abuelos, el que más vive, más ve. Hoy los gerentes de las entidades quebradas, esos adalides del modelo neoliberal, esos grandes ejecutivos de Wall Street, que no está por demás señalar que recibieron como salarios en los últimos 5 años más de 3.000 mil millones de dólares, y que hoy son los grandes responsables del descalabro económico, son recogidos con guantes por el Estado norteamericano, quien se dispone a efectuar la intervención económica más grande en la historia de la humanidad: 700 mil millones de dólares, para salvar a los que siempre fueron enemigos de la intervención del Estado en la economía.

Ahí si no aparecen los críticos del Estado social, pues mientras la intervención económica no sea para salvar a los pobres, es justificada



¿Están pasando cosas?


Juan Manuel López Caballero.

Tras un mes de ausencia y de vacaciones lo primero que uno busca es una ‘visión panorámica’ de en qué está el país.
Como analista es difícil absorber la lluvia de eventos que pasan:
-Es capturado el general que había sido más acusado por los organismos de Derechos Humanos y más felicitado y defendido por el Presidente de la República.
-Es capturado por vínculos con los paramilitares el hermano del encargado de la misma Presidencia de la República y Ministro del Interior y de Justicia.
-Desaparecen decenas de jóvenes de diferentes zonas semi marginales y, conformando aparentemente nuevos grupos de ‘bandas emergentes’, aparecen muertos por acciones militares.
-En apenas un mes de derrumba la supuesta fortaleza del peso y pierde un 20% de su valor ante las otras monedas.
-El país vive tres semanas sin ninguna administración de justicia.
-Se producen reuniones secretas en el mismo palacio presidencial entre criminales de lesa humanidad o sus voceros con altos funcionarios del Gobierno.
Cualquiera de estas noticias lo hace a uno pensar que el país vive una gran turbulencia, e imaginarse lo que se sorprendería quien se tomara no un reposo de unas semanas sino un año sabático alejado del discurrir diario de las noticias.
Pero lo más difícil es dar una interpretación de lo que significan en conjunto estas noticias (a comenzar porque muchas veces traen éstas más desinformación que información).
¿Cómo pintar algo racional por ejemplo para un Suizo, para quien la primera página de sus periódicos la llenan el escándalo y los análisis que causa que un motociclista fue detenido por andar a 140 kilómetros por hora en una zona donde el máximo permitido es 90?
¿Qué artículo se podrría escribir sobre un municipio como Ituango, donde se tiene para escoger entre los centenares de muertos que divulga la fiscalía que debe haber en fosas comunes, el escándalo de la forma en que se negocian los proyectos que se desarrollarán en su territorio, o las sentencias que pronuncia la Corte Interamericana por las matanzas y desplazamientos sufridos por sus habitantes?
Pero al mismo tiempo se topa uno la paradoja que pareciera que a los ‘formadores de opinión’ (es decir, para quienes desde los grandes medios de comunicación y las tribunas oficiales fijan las prioridades nacionales) estos eventos internos no les despertaran mayor interés; tampoco temas como la crisis económica mundial –ya reconocida como la más grave desde la del año 1929, y posiblemente más grave que ella- o la inminente elección más polarizada de la historia de los Estados Unidos –ni más ni menos que saber si se defienden los principios libertarios e igualitarios que caracterizaron su nacimiento o se confirma el fundamentalismo de derecha como naturaleza de esa nación-.
Colombia pareciera situada fuera del mundo y de la historia, pues a juicio de esos ‘formadores de opinión’ todo gira alrededor del punto de referencia único y absoluto de una eventualidad que se concretará dentro de dos años. Nada de lo que hoy pueda pasar parece desbancar o salirse del marco del obsesivo tema de la candidatura del Doctor Álvaro Uribe.



Los Socialistas de Wall Street


Publicado el 17 de Septiembre de 2008, Por Amy Goodman

La crisis financiera en la que se encuentra sumido Estados Unidos produjo que algunos de los bancos y compañías aseguradoras más importantes suplicaran al gobierno que realice un enorme desembolso de dinero para sacarlos de la crisis. Las industrias banquera, financiera, de inversiones y aseguradora, durante mucho tiempo acérrimos enemigos de los impuestos, ahora necesitan dinero de los contribuyentes de la clase trabajadora para mantenerse a flote. Los contribuyentes deberían estar al mando, entonces. En lugar de ello, los ricos, los reguladores y aquellos a los que los reguladores no han sido capaces de regular toman decisiones a puertas cerradas, decisiones que pesarán sobre la población durante décadas.

El martes, la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos acordaron una costosa operación de rescate financiero de 85.000 millones de dólares para salvar a la gigante de los seguros AIG. Este acontecimiento ocurre justo después de la repentina bancarrota de Lehman Brothers, el banco de inversión de 158 años de antigüedad; la angustiosa venta de Merrill Lynch a Bank of America; el rescate financiero de Fannie Mae y Freddie Mac; la quiebra del banco minorista IndyMac; y la compra de Bear Stearns por parte de JPMorgan Chase, que cuenta con garantía del gobierno federal. Con 103.000 empleados y más de 1 billón de dólares de activo, AIG fue considerada “demasiado grande para dejarla quebrar”. Según los reguladores, una quiebra sin control podría provocar una inestabilidad financiera global. Los contribuyentes estadounidenses ahora son dueños de casi el 80% de AIG, así que, en teoría, la venta controlada de AIG permitirá a esos contribuyentes recuperar su dinero.

No es tan sencillo.

La crisis financiera posiblemente se profundizará. Más bancos e instituciones financieras podrían quebrar. Millones de personas compraron sus viviendas con las turbias hipotecas de alto riesgo y ya han perdido sus casas o las perderán pronto. Las financieras incluyeron estas hipotecas en complejos “bonos hipotecarios” y otros planes de inversión derivados. Los inversores se lanzaron a comprar salvajemente estos derivados con más y más dinero prestado.
Nomi Prins ha estado al frente del grupo de analistas europeos de Bear Stearns, y también trabajó para Lehman Brothers. “AIG no operaba solamente como una empresa de seguros,” me dijo. “Funcionaba como un banco de inversiones especulativas, de inversiones de alto riesgo, igual que Bear Stearns, igual que Lehman Brothers, así como también funcionará Bank of America/Merrill Lynch. Así que tenemos una situación en la que el gobierno de Estados Unidos asume el riesgo de unos instrumentos financieros que apenas comienza a entender.”
Nomi continuó: “Se trata de tomar deuda en exceso, de abusar del apalancamiento y pedir dinero prestado para ir por más riesgo y volver a pedir más dinero, una y otra vez, de 25 a 30 veces el monto de capital propio. ... Tenían que necesariamente darle respaldo a los préstamos que estaban tomando ... No había transparencia para la Reserva Federal, para la Comisión de Valores, para el Departamento del Tesoro o para cualquiera que se hubiera tomado la molestia de analizar la catástrofe que se estaba gestando, de modo que cuando alguna de las piezas cayera, ya fueran las hipotecas de alto riesgo o los créditos con garantías combinadas, todo estaría bajo una montaña gigantesca de préstamos entrelazados de manera incestuosa, y eso es lo que está derrumbando a todo el sistema bancario.”
Como estos especuladores de alto vuelo están perdiendo todo el dinero de sus bancos, le toca al contribuyente acudir en su rescate. Michael Hudson, profesor de economía de la Universidad de Missouri, Kansas City y asesor en temas económicos del representante Dennis Kucinich, opina que un uso más sensato del dinero sería “salvar a estos 4 millones de propietarios del incumplimiento del pago de sus hipotecas y de ser expulsados de sus hogares. A como están las cosas ahora, los van a expulsar de las casas. Esas casas van a quedar vacías. Las ciudades van a perder impuestos a la propiedad y van a verse obligadas a recortar los gastos locales y reducir la infraestructura local. Se está sacrificando la economía en pos de pagarle a los especuladores.”

Prins siguió explicando: “Estamos nacionalizando la peor parte del sistema bancario ... Estamos asumiendo riesgos que no podemos comprender. Así que es incluso más riesgoso.” Le pedí a Prins, a la luz de todas estas nacionalizaciones, que hablara sobre la posibilidad de nacionalizar el sistema de salud bajo la modalidad de un sistema de salud de pagador único. Me respondió: “Verdaderamente se podría destinar parte del dinero a este tema, adelantándose a un posible problema futuro, y ayudar a que la gente tenga asistencia médica.”

La debacle del sistema financiero es un asunto de ambos partidos. Ambos candidatos presidenciales, John McCain y Barack Obama, han recibido millones de dólares de estas mismas empresas que están quebrando y que se aprovechan de la asistencia gubernamental en beneficio propio. En 1999, el presidente Clinton y su Secretario del tesoro, Robert Rubin (ahora asesor en temas económicos de Obama), fueron los principales promotores de la derogación de la Ley Glass-Steagall, ley que fue aprobada en 1929 tras el comienzo de la Gran Depresión para ponerle freno a la especulación que condujo a semejante calamidad. En el Congreso, la derogación fue impulsada por el ex senador republicano Phil Gramm, uno de los ex principales asesores de McCain. Los políticos dependen demasiado de Wall Street como para poder hacer algo. La gente que los vota, y cuyos impuestos están siendo transferidos a estas financieras quebradas, deben mostrar su indignación y exigir que sus líderes pongan realmente “al país en primer lugar” y le den por fin lugar al “cambio.”

Denis Moynihan ha colaborado en esta columna.
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Amy Goodman es la presentadora de Democracy Now! www.democracynow.org, noticiero internacional diario emitido en más de 700 emisoras de radio y TV en Estados Unidos y el mundo.
© 2008 Amy Goodman


“Crisis” mundial y mala política

Luis Carvajal Basto

Aunque no se trata de una como la de 1930, la “crisis” actual nos va a afectar a todos. El mundo mira hacia el congreso norteamericano, que debe aprobar un plan para inyectar 700.000 millones de dólares. Obama, Mc Cain y Bush, se sientan juntos para buscar una salida, mientras aquí, muchos políticos no se dan por enterados y siguen en el juego de ponerse zancadillas. La agenda que tenemos y la que deberíamos tener.
Si alguna verdad ha confirmado la actual situación mundial es que la de ¿mercado o Estado? es una falsa dicotomía. Gobiernos y bancos centrales, en todas partes, están ejecutando medidas para proteger a los ciudadanos. La reserva federal y el banco central europeo, al unísono y a fondo, como el momento lo exige.
Otra verdad es que el orden mundial resulta insuficiente para atender una situación como la actual. Lo dijo Sarkozy: “ya nadie puede resolver aisladamente, ni siquiera el más poderoso”, haciendo referencia a que las instituciones actuales no se corresponden con un mundo globalizado. Se necesita algún tipo de autoridad mundial, que funcione.
Pero otra verdad es que en momentos como este se notan más las diferencias entre Estadistas y politiqueros. Una mirada al panorama interno muestra que muchos “lideres” no se han preocupado por el tema que ya llego a nuestras bolsas, a nuestros empleos, a nuestras mesas. Se encuentran ocupados con los juegos de poder de cara al 2010.Si eso no es una crisis de liderazgo, se parece mucho.
La politiquería se ejerce en Colombia no solo con “clientelismo” sino con canibalismo. Su biblia parece decir “comeos los unos a los otros”. Un ejemplo de ello lo ofrecen algunos líderes como el ex Alcalde Garzón, que no se ponen de acuerdo ni siquiera para ejercer la oposición o para defender a su Alcalde, como en Bogotá. ¿Qué tal que llegaran al gobierno Nacional? ¿Y las propuestas para afrontar la situación que se viene o que se vino? Cero. Les resulta más atractivo y fácil acomodarse, acabar su propio movimiento y confrontar a sus copartidarios, por competidores, o “coquetear” con otros partidos, por si pueden armar una gavilla; o echarle la culpa a Uribe, cuando retrocede en las encuestas, o acercársele y “echarle flores”, cuando avanza.
Esta semana, por ejemplo, amaneció anti uribista, mientras que al finalizar su alcaldía dijo que le gustaría tener en su gabinete a doña Lina de Uribe, Luis Alberto Moreno y Francisco Santos. ¿Cuál será el verdadero Lucho? Habría que preguntarle a su copartidario Carlos Gaviria, para ver si sabe.
Según politiqueros así, al Liberalismo lo integran”liberales rosados” como se refieren en privado al partido más importante en nuestra historia, con dirigentes como Cesar Gaviria que cometió el “pecado” de actualizar nuestra legislación a la globalización ,la apertura, o Julio Cesar Turbay, quien impuso autoridad para preservar las Libertades.
Pero también lo pueden integrar Cesar Gaviria, por si los deja “volverse Liberales” y participar en una consulta en la que ese sector (¿del polo?) se “tomaría” al Liberalismo ,o el promisorio Gobernador Gaviria, porque propone “una nueva agenda” o…. ,en fin.
Y en el entretanto, en el mundo, gobiernos y parlamentos responden a la situación económica con lo que pueden.
Por cierto, habría que recordarle a los dirigentes estilo Garzón, que en nuestro congreso se está tramitando el presupuesto de 2009 que vale 140 billones de pesos; que seguramente ese es el instrumento más importante de que disponemos para conjurar una crisis; que en esta ocasión el axioma de austeridad fiscal, útil para afrontar revaluación e inflación, puede no serlo ante un receso de la economía.
Pero esa es otra agenda. De pronto no sirve para llegar al poder y “solo” es útil para proteger y garantizar el bienestar de los ciudadanos, no para hacer politiquería. El mundo se encuentra en una situación compleja por la voracidad e irresponsabilidad de algunos dirigentes empresariales. El Estado, cumple su función para proteger al sistema como un todo. Aquí, ¿cómo nos protegeremos de la voracidad de los politiqueros?


La política por Internet

Jorge Mejía Martínez, Jorge.mejia@une.net.co
Facebook será la gran plaza pública de las contiendas electorales próximas. Su capacidad de arrastre quedó patentada con la convocatoria a la movilización contra el secuestro del 4 de febrero. Por lo menos, desde allí arrancó la iniciativa, luego potenciada por los grandes medios de comunicación nacionales. Quienes tenemos un sitio en esta llamada comunidad virtual, nos encontramos todos los días, de un tiempo para acá, con amigos internautas, conocidos o desconocidos, dedicados a concitar el respaldo a una aspiración a Cámara o Senado en las jornadas electorales de 2010. La ingenuidad no falta, pero tampoco está ausente la osadía.
El Internet se presentó como una posibilidad de oxigenación de la democracia y la participación de los ciudadanos. La página Web y el correo electrónico permitieron nuevos mecanismos de relación entre la institucionalidad pública-sector privado-comunidad, en cuanto a la ejecución transparente de los recursos oficiales, control político, facilitación de trámites y reclamaciones. La participación se hizo más horizontal e independiente de las estructuras políticas, sociales y de medios de comunicación. Cada individuo podía ser una voz en la formación de una opinión pública ilustrada.
Pero no faltan los críticos del rol renovador de la vida política de los nuevos medios de comunicación. El concepto tradicional de relación social choca con la visión de la sociabilidad virtual, dado que, supuestamente, esta última destruye los soportes de la interacción cara a cara, inhibe el aprovechamiento del espacio público y posibilita un mayor control de las personas por parte del Estado.
El experto Cass R. Sunstein, republic.com., argumenta que el Internet podrá crear una república de solipsistas, de personas que sólo desean tener acceso a informaciones y argumentos con los que tienen alguna afinidad, evitando el debate de ideas característico del espacio público.
Otro analista, Peter Levine, The Internet and Civil Society, relaciona cinco riesgos potenciales presentados por el Internet: la menor capacidad de acceso, de uso y de producción de contenidos por los grupos más pobres; la disminución de las relaciones sociales fundadas en el contacto cara a cara, fragilizando la construcción de lazos sociales sólidos; tendencia al auto-encierro de los grupos, sin contacto con la diversidad de posiciones y con el debate público; la transformación de los internautas en simples consumidores de productos, incluyendo informaciones y creencias; destrucción de la privacidad individual o de grupos, y la transformación del conjunto de internautas en direcciones de e-mail, o sea, en listas de direcciones organizadas de acuerdo con los intereses de vendedores de servicios.
Pero, para la mayoría de investigadores sociales, el Internet se está transformando en el principal espacio público. El reto es cómo garantizar que este espacio no sea colonizado por grupos antidemocráticos –desde la sociedad civil o desde el Estado- o que se coarte, por su propia dinámica, el potencial de intercambio y de debate de las ideas. Para ello es indispensable, recomiendan los expertos, que sus participantes respondan por el contenido de los mensajes que transmiten. La educación escolar es clave en la formación de los futuros internautas, con capacidad suficiente para leer críticamente las informaciones virtuales que circulan. Allí hay toda una disciplina del currículo escolar. El ciudadano que desde hoy se asoma hacia el futuro, no es otro distinto al que es capaz de discernir sobre todas las propuestas y alternativas que en el mercado de la comunicación se ofrecen, para tomar sin presiones de ningún tipo, las decisiones con las que comulga.
Modernizar los partidos, no es distinto a renovar las viejas prácticas políticas que hastiaron a la sociedad. Así como las concentraciones de plaza pública desaparecieron como espacios de encuentro de los fieles a una convocatoria, el ejercicio y la transmisión de la política dirigida a los sectores renovadores como la juventud, deberá insertarse en los nuevos vehículos como el Internet. Allí todos somos muchachos.


EL REGRESO DEL PENDULO


ROBERTO GUTIERREZ CASTAÑEDA.

La concepción de los hechos históricos tiene diferentes interpretaciones de acuerdo a la cultura y los fundamentos filosóficos de quienes los observan y analizan. Para los orientales, basados en la sabiduría que conlleva la experiencia, los ciclos históricos son circulares, por ende los hechos se yuxtaponen y se repiten de acuerdo a las circunstancias. Para los occidentales, influenciados por las ideas de Platón, Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, el discurrir histórico se da en forma lineal, con dependencia de un hecho de otro anterior que se constituye en la causa del efecto posterior; no hay repetición de los hechos sino coincidencias accidentales. Marx decía que los hechos se repetían unas veces como tragedia y otras como comedia. Los politólogos modernos establecieron la ley pendular para la explicación de los cambios históricos que se dan como oleadas de una moda general.

Antes de la existencia de los Chicagos´s Boys, escuela neoliberal, la teoría económica imperante era la del estado protector e intervencionista. El estado debía ser el dueño de los medios de producción, un estado macrocefálico. En estas circunstancias el aparato burocrático se volvió pesado y el estado se anquilosó. Como reacción, los neoliberales propusieron el adelgazamiento del estado, la privatización de los medios de producción y de los servicios con el argumento de que el estamento público era ineficiente por corrupto. El mercado debía regular toda actividad económica porque la mano invisible del mismo se encargaría de corregir los desfases de la economía. De esa manera se blindaba la economía contra corrupción de los burócratas. Como una posición intermedia entre las dos tendencias, Anthony Gidden propuso la tercera vía , método ecléctico que recoge las ventajas de ambos sistemas y los adecúa a las circunstancias del entorno social. Es decir, el equilibrio entre el estado interventor y el libre comercio.

El Partido Liberal Colombiano, que nació como una respuesta de los desposeídos del poder ante las injusticias de las oligarquías imperantes en todas las épocas y contra la manipulación económica de los oligopolios, adecuó sus lineamientos filosóficos y programáticos con la doctrina social que mas se identificaba con los postulados primigenios que hicieron posible su razón de ser. Combatió y combate el neoliberalismo porque es la expresión del capitalismo salvaje que sólo busca el rendimiento económico aún a costa del sacrificio de los grandes conglomerados ciudadanos; propugna por un estado que tenga como objetivo el hombre integral en la concepción de sus políticas de asistencia social, sin perder de vista el crecimiento de la economía y la protección a la inversión privada. Considera fundamental conservar el manejo de productos y empresas claves para la estrategia de soberanía nacional y el apoyo a la producción agropecuaria para la seguridad alimentaria y la defensa territorial. El liberalismo no es enemigo de la nacionalización de empresas que incidan en la estabilidad económica y la salvaguardia del ahorro y el bienestar de la clase obrera y desposeída del país.

Esta política social atacada por el Coloso del Norte y por el gobierno de Uribe es la que hoy, oh paradoja, se quiere implementar en los Estados Unidos ante la debacle del sistema financiero y económico montado bajo las premisas del neoliberalismo y la globalización hirsuta. Estamos asistiendo al entierro del neoliberalismo y a la revitalización del estado social de derecho, alma, nervio y razón de ser de la doctrina preconizada por el Partido Liberal Colombiano. El péndulo vuelve a su punto de partida ante la tozudez de los hechos.

rogucas1@hotmail.co



Secuela impensada del neoliberalismo


La crisis del principal mercado financiero del mundo exhibe el afán
desmedido de lucro y la falta de regulaciones.

Ricardo Lagos, Expresidente de Chile.

El mundo ve asombrado y temeroso esta enorme crisis financiera mundial desatada desde hace un año por Estados Unidos.

Finalmente, hemos llegado a lo que nadie creyó posible: el gobierno norteamericano, con dinero de todos los contribuyentes, busca "comprar" los créditos otorgados con irresponsable riesgo por las instituciones financieras. La operación salvataje, si llega a resultar, una vez más estará también confirmando aquella norma según la cual "las ganancias son privadas y las pérdidas son públicas".

Al hablar en Naciones Unidas, el presidente George Bush quiso tranquilizar al mundo ante las derivaciones internacionales de la crisis y señaló que el Congreso norteamericano "actuará con la urgencia requerida". Pero como hemos visto el debate no se ha dado fácil. Y ello es lógico porque "la solución" costará al menos 700 mil millones de dólares y tampoco parece ser tan eficiente para resolver todos los problemas.

Se dijo al comienzo que ello estaría destinado a comprar hipotecas "sólo en poder de bancos de Estados Unidos". Si así fuera, podría provocar una molestia mundial y a futuro traería consecuencias graves al sistema financiero en ese país por ser poco confiable. Lo dijo el primer ministro de Francia, François Fillon, en días pasados: "No vamos a aceptar pagar los platos rotos de una regulación fracasada" y de una "corrupción del capitalismo".

Vale la pena mirar nuevamente cómo hemos llegado a esto. Todo comenzó por otorgar hipotecas secundarias a los propietarios de vivienda. La garantía de una casa -con valor superior a la totalidad del crédito otorgado- suponía ser un préstamo muy seguro. Los bancos luego descubren que pueden armar un gran paquete con estos y otros créditos y "venderlos" a otros bancos o agencias financieras, todos catalogados como "muy seguros" (triple A) por las clasificadoras de riesgo.

Los entendidos hablaban de la burbuja "inmobiliaria", de viviendas con un valor por encima de su relación con el mundo real. Veían más
especulación que economía sólida. ¿No se debería regular esto?, preguntaban algunos. No, el mercado se autorregula, decían las autoridades.

Pero vinieron las primeras sorpresas, y ya los bancos no sabían lo que tenían. La burbuja se desinfló y las casas hipotecadas comenzaron a venderse por un valor inferior al crédito otorgado, el cual hoy está impago. Y el impacto comenzó a extenderse. "Estos son negocios privados", se dijo al comienzo, el gobierno norteamericano no pondrá plata para salvar a nadie.

La realidad dijo otra cosa. Primero, un préstamo hasta por 29 mil millones de dólares para que J.P. Morgan comprara Bear Stearns. Luego, hasta 200 mil millones para que Fanie Mae y Freddie Mac mantuvieran su solvencia como las más grandes financieras hipotecarias de Estados Unidos. Tras eso, la autoridad dijo no más. Y cayó Lehman Brothers el 14 de septiembre.

Pero dos días después hubo de poner un crédito por 85 mil millones a
la compañía de seguros más grande de Estados Unidos, para que no se declarara en quiebra. Y ésta, al igual que Lehman Brothers, era una triple A.

Y en el entretanto, para evitar la corrida en el resto del mundo, la Reserva Federal hubo de inyectar más de 180 mil millones de dólares a sus colegas de Reino Unido, Banco Central Europeo, de Suiza y de
Japón.

En todo esto se ve mucha improvisación. ¿Por qué se "salva" a aquellos que más arriesgaron y cuya irresponsabilidad está trayendo consecuencias catastróficas?, pregunta más de un analista.

Claro, ahora se habla de empresas "nacionalizadas", donde el gobierno entra despidiendo y cortando cabezas tras colocar inmensas cantidades de dinero de origen público.

Sabemos que ello ocurrió también en el pasado en algunos países nuestros, incluido el mío, Chile, en 1982. Ahora, ante el descalabro que se presenta, uno comparte lo dicho por un analista financiero del
New York Times: si una actividad es tan importante que justifica la intervención del gobierno para evitar su insolvencia, ello significa que esa actividad debe estar regulada.

Mientras en los Estados Unidos se prepara "la nueva legislación" para
intervenir y poner más dinero público, surgen dos grandes ironías:

La culminación de la ideología neoliberal tan en boga está provocando
la intervención gubernamental más grande que se conozca sobre el sistema financiero de los Estados Unidos, para salvarlo de su desplome. Ello medido por la cantidad de dólares que ha costado. Está claro que el mercado no supo cómo "autorregularse".

La otra ironía es que esto ocurre en el país percibido como el más grande mercado financiero y para muchos, el más serio. Cuesta imaginar a dónde habrían llegado las cosas si esta debacle se hubiera iniciado en América latina. ¿Cuántos estarían hoy dándonos lecciones? ¿Cuántas misiones habrían llegado a enseñarnos lo que se debe hacer?

La responsabilidad de lo ocurrido es doble: de una parte, el afán de obtener grandes beneficios otorgando créditos respaldados por valores irreales de la propiedad, luego "empaquetando" esos créditos para ser traspasados en una infinita cadena financiera.

La otra responsabilidad es de los reguladores, quienes dejaron crecer
la "invención" de muchos instrumentos financieros fuera del alcance del reglador. Ellos nada hicieron para evitar la propagación de estas malas prácticas.

La crisis es el resultado de una visión neoliberal extrema, la cual permitió que el regulador no hiciera su trabajo e hizo posible, a un sistema financiero poco transparente, dar espacio para que bancos y
entidades de fondos mutuos sólo pensaran en el beneficio de corto plazo.

El costo de tanta ideología alcanzará cifras estratosféricas. Aún hay lecciones por aprender e importantes conclusiones para sacar. ¿Cómo se financiará todo ello? Y esos costos, ¿sobre quiénes recaerán? Quedan, entonces, todavía muchos interrogantes en esta catástrofe financiera, la mayor desde 1929.