sábado, 8 de marzo de 2008

20 de julio
1810-2010
Bicentenario de la independencia Colombiana

Invitamos a nuestros columnistas a reducir sus artículos a 900 palabras, artículos más extensos no serán publicados.

CONTENIDO


• Uribe: ¿buen político o buen gobernante?, Juan Manuel López Caballero.
• La peligrosa escalada del conflicto, La Nación.
• El retorno de Cuba a la OEA, Juan Gabriel Tokatlián.
• Sin tierra para los desplazados, Mauricio Cabrera Galvis.
• Lecciones del triunfo en la bahía de Chesapeake, Amy Goodman.
• ¿Por quien doblan las campanas?, Octavio Quintero.
• Las formas y las realidades, César González Muñoz.
• Llamaradas del 68, Julio César Moreno.
• ¿Hacemos lo correcto?, Ramón Elejalde.




Uribe: ¿buen político o buen gobernante?


Juan Manuel López Caballero.

Sería necio desconocer que Álvaro Uribe ha tenido grandes éxitos como político.

Pero no necesariamente el éxito como político significa buen gobernante, en la medida que a sus gobernados les podría convenir más algo que represente mejores respuestas a los problemas ciudadanos aunque signifiquen para él menos como logros políticos.

Yo creo que la inmensa mayoría del país preferiría un éxito en mejorar las relaciones con los vecinos, que demostrar que tenemos la razón al buscar el enfrentamiento;

Preferiría tener un avance en la búsqueda de la paz, que una victoria en alguna operación de guerra;

Preferiría lograr un acuerdo humanitario para liberar a quienes las FARC tienen en cautiverio, que el probar que si quisieran las FARC podrían liberar unilateralmente los cautivos sin necesidad de despeje Pradera y Florida;

Preferirían el éxito de poder andar por unas carreteras donde la seguridad consista en que no hay peligro, que el de que esa seguridad dependa de que haya tanquetas y retenes militares cada tantos kilómetros;

Se sentiría mejor con que las víctimas de la barbarie del paramilitarismo reciban la justa reparación, que con la desmovilización a medias y con la cuasi-impunidad de sus victimarios;

Nos convendría que se consigan ayudas para atender la educación y la salud de los colombianos, más que el recibir millones de dólares para convertirnos en el escenario de una guerra donde se supone que se protegería a la juventud americana de su tendencia al vicio;

Sería mejor que los presupuestos y la inversión del Estado se reflejen en fuentes de trabajo para los jóvenes y en formas de enriquecer a la colectividad, a que sean esos recursos y esos jóvenes -y el objetivo único de mantener una guerra- la principal fuente de empleo de la Nación ;

O buscar disminuir las condiciones de pobreza y desigualdad de nuestra población, antes que atraer a las multinacionales con la venta de nuestras empresas a precios de remate para cubrir con ello los déficits de nuestra balanza comercial;

Es preferible renegociar el TLC dentro del propósito de que la mayor parte de sus efectos benéficos se orienten a mejorar la situación de nuestro país y a cerrar la brecha que nos distancia de la contraparte (como han sido los tratados de libre comercio entre la Unión Europea ), a lograr que el Presidente Americano impulse en su Congreso uno que cierre los ojos a lo que nos pasa y nos pase a nosotros, y busque su aprobación en función de que la libre competencia le permite a sus empresas aprovechar esa brecha y las ventajas que tienen respecto las nuestras;

Más importante sería que se rescataran y reactivaran nuestros sectores productivos de importante impacto económico y social –v.gr. agricultura y manufacturas-, a que el beneficio que da la revaluación del dólar se refleje en la reducción del gasto del ejecutivo en la deuda externa, pero a costa de la crisis de ellos;

Nos convendría más avanzar en la consolidación de un verdadero Estado Democrático donde la garantía para las minorías, el equilibrio de poderes, y el propósito de acabar con la injusticia social sean las características de una Constitución cuya jerarquía superior se reconoce y se respeta, que el encontrar un líder del cual depende el país, sin el cual no podemos existir, y por lo cual la Carta Magna supone deber adaptarse a ello.



La peligrosa escalada del conflicto


Editorial, La Nación, Buenos Aires, marzo 5 de 2008.

Con la decisión del presidente de Colombia, Alvaro Uribe, de denunciar a su par venezolano, Hugo Chávez, ante la Corte Penal Internacional "por patrocinio y financiación de genocidas", así como con la ruptura de las relaciones diplomáticas con Colombia dispuesta por los gobiernos de Venezuela y de Ecuador, el conflicto por la muerte en suelo ecuatoriano del segundo jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Raúl Reyes, ha cobrado una magnitud inesperada y sumamente delicada. Más aún si se tiene en cuenta la movilización de tropas de ambos países hacia las fronteras con Colombia.

Consecuente con decisiones anteriores, en especial con la que solicitó a los países de la región que sacaran de la lista de terroristas a las FARC, Chávez ordenó el cierre de la embajada de su país en Bogotá y militarizó la frontera con Colombia un día después de que las fuerzas militares colombianas lanzaron el operativo militar en Ecuador que mató a Reyes, a quien calificó de "buen revolucionario" y rindió tributos en Venezuela como si hubiera sido un héroe.

Es preocupante que cada vez sea más evidente la empatía de Chávez con el narcoterrorismo de las FARC. Como es preocupante que el presidente de Ecuador, Rafael Correa, haya desestimado las razones que llevaron al ejército colombiano a abrir fuego en su territorio, lo cual merece una explicación del gobierno de Colombia, y se haya embarcado en el discurso incendiario de Chávez.

El retiro de su embajador en Bogotá está fundado en la "transgresión a los principios de soberanía e integridad territorial" por haber invadido suelo ecuatoriano. La cancillería colombiana presentó las disculpas del caso, respondió que hizo uso del derecho a la legítima defensa y se mostró presta al diálogo para contrarrestar al terrorismo, que tanto daño causa a ambos lados de la frontera.

Aun cuando resulte condenable el ataque del ejército colombiano, no deja de llamar la atención que haya campamentos de las FARC en territorio ecuatoriano, algo que el gobierno de ese país niega cada vez que se le presenta la ocasión.

La tensión generada entre los tres países debe ser seguida con mucha atención y cuidado. Es de desear que las cuestiones planteadas se solucionen a través de un diálogo fluido y por los carriles diplomáticos correspondientes.

No es menos cierto que a partir de la muerte de Reyes podría precipitarse el principio del fin de las FARC. Es evidente que este grupo guerrillero se halla ante una encrucijada sin antecedentes en su historia: en los últimos años se ha visto la captura y muerte en combate de varios de sus jefes, la neutralización de atentados terroristas, el control de sus rutas de abastecimiento y, quizá lo más importante, el aumento de desertores de sus filas.

Se consolida de esta forma la capacidad de las fuerzas armadas colombianas para vencer a las FARC en el terreno militar y se acaba el mito de la invulnerabilidad de su secretariado, para desmantelar así su poder de destrucción y las estructuras de poder que lo manejan. Todo ello contribuye a lograr un mayor aislamiento político tanto en el país como en el exterior.

La muerte de Reyes no solamente ha sacudido al secretariado de la organización alzada en armas, sino su principal mando. Aunque ya debe de existir un reemplazante, no será fácil para la guerrilla proyectar a otro de sus jefes en el papel de relacionista ante países extranjeros.

El gran interrogante que se plantea ahora es cuáles serán los efectos sobre la compleja realidad que vive Colombia a partir de este duro revés sufrido por las FARC. ¿Se potenciarán sus sectores más duros o buscarán una salida política y negociada? ¿Seguirán liberando unilateralmente a más rehenes o el intercambio se congelará en forma indefinida?

Resulta necesario que las FARC adopten el camino de las soluciones políticas, partiendo de la liberación de todos los secuestrados que mantienen en las selvas nacionales y en las zonas de frontera. No hacerlo sería un grave error signado por la falta de humanidad y el repudio de los colombianos y del mundo entero.


El retorno de Cuba a la OEA


Juan Gabriel Tokatlian, LA NACION, Buenos Aires, marzo 5 de 2008.

En 1962, durante la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, reunidos en Punta del Este entre el 22 al 31 de enero, se decidió la exclusión de Cuba del sistema interamericano. Tiempo antes, el 9 de noviembre de 1961, Colombia había solicitado la convocatoria a dicha reunión invocando el artículo 6° del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y debido a que se consideraba que la paz y la independencia de los estados de América podrían estar amenazadas por "la intervención de potencias extracontinentales". El llamado colombiano recibió 14 votos favorables; 2, en contra (Cuba y México), y 5, abstenciones (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Ecuador). El 11 de noviembre de ese mismo año, Venezuela rompió relaciones con Cuba.

El cónclave se produjo en el contexto de lo que se percibía a lo largo y ancho del continente como la "ofensiva del comunismo", liderada por la Unión Soviética, cuya expresión hemisférica era, según las sesiones de enero de 1962, la "presencia de un gobierno marxista-leninista en Cuba". Al calor de la Guerra Fría, la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó una serie de resoluciones en Uruguay. Una reiteró la adhesión a los principios de no intervención y autodeterminación; otra llamó a elecciones libres en los países de la región; una tercera buscó intensificar la Alianza para el Progreso, con el propósito de "extirpar los males profundos del subdesarrollo económico y social" en América latina, y la última y más trascendental excluyó al entonces gobierno de Cuba de participar en el sistema interamericano compuesto, básicamente, por la OEA y el TIAR. Cuba ha sido y continúa siendo miembro de la Organización Panamericana de la Salud.

La resolución planteaba que el marxismo-leninismo "es incompatible con el sistema interamericano, y el alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista quebranta la unidad y solidaridad del hemisferio". Dos tercios la aprobaron y seis países se abstuvieron: la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México.

A 46 años de aquella decisión, y después de la renuncia de Fidel Castro a la presidencia de la isla, ¿es posible contemplar y discutir el retorno de Cuba a la OEA?

Creo que hay un conjunto de razones que justifican evaluar en detalle dicho regreso.

1.- La Guerra Fría terminó, la URSS no existe más y el comunismo ha dejado de ser una acechanza para la comunidad internacional. El anticomunismo no ha desaparecido, pero es, sin duda, obsoleto: ni Rusia tiene el poderío de la ex Unión Soviética ni la China actual es un poder agresivo y revisionista, y ni Corea del Norte es un faro inspirador para la revolución. Estos países pueden ser irritantes y preocupantes para los Estados Unidos y para algunos sectores en América latina, pero no constituyen el desafío que significó el bloque socialista en los sesenta y aún en los setenta. Cuba perdió su gran aliado soviético, y su actual sistema de vínculos externos no afecta en nada el alto o bajo grado de unión y solidaridad en el hemisferio. La razón estratégica para aislar y contener a Cuba ya no existe.

2.- Hace unos lustros que La Habana ha dejado de exportar su modelo revolucionario. Independiente de la voluntad o intencionalidad del liderazgo cubano, la isla dejó de disponer de los recursos materiales, militares, políticos y simbólicos, para proyectar su experiencia radical en el exterior. Ello ha llevado, entre otras, a que, salvo por el gobierno de los Estados Unidos, el resto del continente tenga relaciones normalizadas con Cuba. Más aún, en muchos casos, la diplomacia regional de La Habana ha devenido moderada y moderadora: sus buenos oficios han servido, en años recientes, por ejemplo, para evitar un mayor nivel de conflictividad entre Colombia y Venezuela. Paradójicamente, ambos países, que fueron cruciales en el aislamiento del castrismo en los primeros años de la revolución, hoy bien podrían coincidir-desde lugares ideológicos distintos y por motivos diferentes- para que Cuba volviese a la OEA.

3.- La transición iniciada en 2006 con el traspaso temporal del poder a Raúl Castro, y reforzada con el eclipse final de Fidel, muestra que el marxismo-leninismo no parece ser el canon práctico que orienta el proceso socioeconómico y político de Cuba. Sin duda, hay fuertes componentes personalistas y parámetros autoritarios entre los gobernantes de la isla; sin embargo, no ha existido una profundización del ethos revolucionario ni se han implementado medidas de mayor socialización de los medios de producción ni políticas de expropiación del capital extranjero. Hay una tibia apertura económica que, muy probablemente, se ahonde y agilice, y hay acotados gestos alentadores en materia de derechos humanos: no existen indicadores tangibles de que el régimen busque aislarse y convertirse en una suerte de vieja Albania tropical. No hay condiciones ni espacio para más revolución, sino para mayores reformas concretas, prudentes y liberalizadoras. Si ello es así, América latina podría aportar a ese tránsito.

4.- Cinco décadas de frustración política y derrotas diplomáticas de Estados Unidos en relación con Cuba podrían conducir a un incipiente reajuste de su política hacia la isla en el evento de que un demócrata llegara a la presidencia. El lobby cubano incide en Washington, vía Florida, pero hay nuevas generaciones de cubanoamericanos menos recalcitrantes en Miami y suficientes dilemas mundiales para la Casa Blanca después de noviembre próximo. Quizás Estados Unidos también viva una gradual transición en cuanto a Cuba. En ese sentido, habrá propuestas que no pueda hacer abiertamente y que sería conveniente que las asumiera América latina: por ejemplo, facilitar espacios de mejor interlocución entre Washington y La Habana. El reciente encuentro entre Raúl Castro y Lula muestra la disposición cubana para explorar y generar puentes hacia los Estados Unidos. Otras iniciativas del área que no fueran "anti", sino "con" EE.UU. podrían ser útiles a Washington, La Habana y la región.

5.- América latina necesita con urgencia asegurar estabilidad y prosperidad en el área. Por motivos pragmáticos, es positivo que Cuba se mantenga en orden y mejore su bienestar: ello no se logrará con discursos del pasado y nuevas recriminaciones. Nadie en la región está en condiciones de enarbolar argumentos fundamentalistas; ni las democracias del área tienen carácter pleno y rostro justo; ni Cuba, con todos sus desenfrenos, ha cometido los horrores del nazismo. Así como Occidente readmitió a Alemania en el seno del sistema mundial después de la Segunda Guerra Mundial, América puede conceder la reincorporación de Cuba al sistema interamericano.

Es probable que existan voces contrarias a dicha posibilidad. Sin embargo, cabe estudiar esa alternativa. Formalmente, la determinación de que Cuba reingrese a la OEA exigiría una nueva reunión de consulta de cancilleres o una sesión de la Asamblea General de la organización. Políticamente, se podrían ir tejiendo los consensos regionales para convocar a una u otra modalidad de encuentro. Diplomáticamente, ello requeriría de gobiernos discretos y competentes, para aglutinar esfuerzos hemisféricos y extraregionales (por ejemplo, en Europa) en aquella dirección. Eticamente, el retorno de Cuba a su comunidad de pertenencia no debiera producir una encrucijada. Y estratégicamente, es hora de que la región resuelva los casos difíciles como el cubano con autonomía, creatividad y audacia.

El autor es profesor de Relaciones Internacionales de la UdeSA.

SIN TIERRA PARA LO DESPLAZADOS

MAURICIO CABRERA GALVIS, Cali, Marzo 2 de 2008

Se ha dicho que el caso Carimagua demuestra la falta de política del gobierno Uribe en la devolución de tierras a los campesinos desplazados por la violencia. Pero esto no es cierto. El Presidente y su Ministro de Agricultura si tienen una política muy clara para los desplazados y consiste en poner todas las trabas posible para que puedan volver a tener un pedazo de tierra propio donde rehacer sus vidas.

Las cifras hablan por sí solas. El número de familias desplazadas en la última década según los registros de la Presidencia llega a 519.702 –y pueden ser unos 300.000 más según las ONG que trabajan con los desplazados- , mientras que los hogares beneficiados con entrega de tierras han sido solo 4.653, es decir menos del 1% de los afectados reconocidos por el Gobierno. Estos afortunados han recibido un promedio de 12 hectáreas por familia para un ínfimo total de 54.565 hectáreas asignadas, que también son menos del 1% de los 6 millones de hectáreas que se apropiaron a sangre y fuego los paramilitares y narcotraficantes.

Para dificultar aún más la entrega de tierras, el Gobierno decidió que ahora el Incoder lo que va a entregar son subsidios en dinero para que los mismos desplazados sean los que compren los predios. En el Decreto 4984 de diciembre de 2007 se establecieron los requisitos para acceder a estos subsidios y la lista es tan larga que es prácticamente imposible que un campesino los pueda cumplir.

Para empezar hay que identificar el predio, mandarle hacer un avalúo por un profesional registrado en la Lonja y demostrar que tiene “la calidad mínima de los suelos en términos de clases agrológicas y la topografía requerida para el desarrollo del proyecto productivo de acuerdo a la tecnología del sistema de producción a ser implementado para asegurar un desarrollo competitivo y sostenible del mismo”.

Además hay que presentar un “Proyecto Productivo” con especificaciones similares a las que pediría el Banco Mundial para un crédito de millones de dólares, y que son absurdas para subsidios que no pueden exceder los $25 millones. Hay que hacer un Estudio de Mercado que incluya “Descripción del producto y sus usos, productos sustitutos y complementarios. - Análisis de la oferta y la demanda, tamaño del mercado local, regional, nacional e internacional. - Frecuencia de compra, precios y lugares de venta. -Análisis de los precios, incluyendo evolución histórica y variaciones estacionales. -Costos comerciales y de distribución. -Sistemas de venta y pago de los productos en los principales canales y cadenas para su comercialización”.

También se debe incluir la Licencia Ambiental y un Estudio Agropecuario de la zona que incluya “la tecnología disponible, la experiencia y tendencias de los productores, identificación de los recursos y limitantes que están incidiendo en el desarrollo actual de la región para ese proyecto productivo, y definición de las características potenciales de los productos que por sus condiciones agronómicas, puedan desarrollarse dentro del proyecto, teniendo en cuenta las nuevas condiciones de riego, drenaje, mercadeo e introducción de técnicas modernas de cultivo”.

Finalmente se deben demostrar la viabilidad financiera del proyecto, incluyendo “un presupuesto detallado, el cronograma de obras y desembolsos, y el flujo de caja del proyecto. Con base en este último, la propuesta deberá incluir el cálculo de la Tasa Interna de Retorno, TIR”.

En el Valle del Cauca 1.500 familias de desplazados iniciaron en el 2006 todo el proceso para recibir tierras; de estas fueron calificadas 717 familias y solo el 2% alcanzaron a recibir una parcelas antes de la expedición del mencionado decreto. Ahora el Incoder ha invitado a las restantes a que soliciten los generosos subsidios ofrecidos. Es de suponer que estos campesinos están muy contentos con la posibilidad de recibir plata pero tienen dos pequeños inconvenientes: encontrar tierra en el Valle del Cauca que valga menos de $4 millones por hectárea y ponerse de acuerdo con sus banqueros de inversión en la tasa de descuento que deben utilizar para calcular la TIR que les exige el Gobierno.


Lecciones del triunfo en la Bahía de Chesapeake

Publicado el 13 de Febrero de 2008
Por Amy Goodman

Tras las elecciones primarias del Potomac, Virginia se ha convertido en el nuevo Massachusetts y Texas en la nueva Florida. Barack Obama reivindicó haber conseguido una “victoria en la Bahía de Chesapeake”, ya que ganó las tres primarias —Maryland, el Distrito de Columbia y Virginia— por un amplio margen. Hillary Clinton, cuya campaña admitió dichas victorias, se va a jugar el todo por el todo en las próximas elecciones primarias de Texas, Ohio y Pennsylvania, en las que está en juego un gran número de delegados, sin haber anunciado actos de campaña en los estados en los que se celebraban las votaciones más inmediatas: Wisconsin y Hawaii.
Se menciona habitualmente que la campaña de Clinton considera al voto latino de Texas como su “cortafuegos” (o, como irónicamente observa The Guardian, su “contrafuego”). Antes de que las urnas cerraran en las primarias de Potomac, la senadora estaba haciendo campaña en El Paso, Texas. Al desplegar una estrategia como la de Rudy Giuliani, de saltarse y perder varios estados mientras que se invierte en conseguir la victoria en un estado clave (como Giuliani hizo con Florida), Clinton tiene que hacer campaña para mantener su influencia sobre los votantes latinos, los votantes de bajos ingresos y las mujeres. Las encuestas a boca de urna de las primarias de Potomac sugieren que Obama está empezando a acortar algunos puntos de la ventaja de Clinton en estos electorados clave.

Mientras que los analistas opinan sobre la disputa electoral demócrata, inesperadamente competitiva, vale la pena considerar un factor clave: el nivel de participación de los votantes no tiene precedentes y, si se mantiene hasta noviembre, podría crear un cambio trascendental en el panorama político de EE.UU.

Tomemos por ejemplo el estado de Virginia. ¿Podría volverse demócrata este estado republicano? Los demócratas consiguieron convocar a casi 1 millón de votantes el día de las primarias, el martes 12 de febrero, mientras que los republicanos no sobrepasaron los 475.000. Un hecho: los demócratas convocaron a dos veces y media más votantes que los que participaron en las primarias de Virginia en 2004 y sobrepasaron al número de votantes de las primarias republicanas en un factor de 2 a 1. Los votantes demócratas están acudiendo en masa, mientras que los republicanos de Virginia parecen estar quedándose en casa en esta ocasión.

Esto podría presagiar dos importantes resultados. En primer lugar, Virginia podría pasar de ser un estado republicano a ser un estado demócrata para cuando lleguen las elecciones en noviembre. Aunque durante décadas Virginia ha dado sus puntos electorales a los republicanos, John McCain debería tomar nota, ya que el último candidato presidencial republicano que perdió Virginia fue otro senador republicano de Arizona (Barry Goldwater, derrotado por Lyndon Johnson en 1964). Recordemos de igual modo que los votantes de Virginia fueron los primeros en elevar al cargo de gobernador a un afroaestadounidense, al elegir al demócrata Douglas Wilder en 1990. Este repentino aumento de la participación de votantes podría también dar paso a un segundo senador demócrata en Virginia, que sustituiría al senador republicano saliente, John Warner, que cumple 81 años esta semana.

Consideremos a Colorado. Este estado también ha visto un tremendo aumento en la participación de votantes. En los recientes “caucus” o asambleas electorales (ganadas cómodamente por Obama), los demócratas convocaron a 112.000 votantes frente a los 70.000 de los republicanos. Colorado suele ser descrito como un estado “púrpura”, porque está cambiando de rojo (republicano) a azul (demócrata): este estado ha dado sus puntos al candidato republicano en todas las elecciones desde Dwight Eisenhower, con la salvedad de Johnson en 1964 y Bill Clinton en 1992. En 2004, el demócrata Ken Salazar ganó el escaño del Senado que dejaba vacante el republicano Ben Nighthorse Campbell, mientras que el hermano de Salazar, John, ganó el escaño de la Cámara de Representantes que había sido ocupado por el derechista Scott McInnis durante 12 años. Al igual que Warner, el senador republicano Wayne Allard se va a jubilar, y las encuestas, junto con el aumento de la participación de votantes, indican que el actual representante demócrata Mark Udall ganará la candidatura para el Senado.

Aunque hay entusiasmo y confianza entre los demócratas de que pueden recuperar la Casa Blanca en 2008, aún necesitan decidir quién será su candidato. La amenaza de la recesión ha acaparado la atención de mucha gente, pero lo que está en el fondo de este momento político, detrás de los resultados de las encuestas y el aumento de los votantes, es la guerra de Irak. En última instancia, los demócratas tienen dos candidatos, uno de los cuales se opuso a la guerra de Irak y otra que la autorizó.

Hace un año, mientras hacía campaña en New Hampshire, Clinton aconsejó a sus posibles partidarios: “Si lo más importante para ustedes es elegir a alguien que no emitió ese voto o que dijo que su voto fue un error, entonces hay otros candidatos entre los cuales elegir. Pero para mí, lo más importante ahora es intentar acabar con esta guerra”.

Clinton se ha obstinado en su negativa a admitir que su voto a favor de la guerra fue un error. En una reciente emisión de “Meet the Press”, aseguró que el voto que emitió en 2002 no fue en realidad un voto a favor de la guerra:

“Es totalmente injusto decir que... fue un voto a favor de la guerra. Fue un voto a favor de utilizar la amenaza del uso de la fuerza contra Saddam Hussein, que nunca hizo nada sin que se lo obligara a hacerlo”.

A lo que Tim Russert le respondió recordándole lo siguiente: “El título de la ley era `Resolución de autorización para el uso de la fuerza militar contra Irak`”.

El ala progresista y contraria a la guerra del Partido Demócrata ha experimentado una revitalización. Ahora que Dennis Kucinich y John Edwards están fuera, la atención de los opositores a la guerra se centra en Obama (incluso aunque sus planes actuales para Irak son virtualmente imposibles de diferenciar de los de Clinton: ninguno de los dos aboga por una retirada inmediata). Obama claramente se está viendo beneficiado por el aumento de la participación de los votantes. De igual modo, están saliendo beneficiados los candidatos locales. Donna Edwards, la demócrata de Maryland opositora a la guerra, acaba de ganar sus elecciones primarias, derrotando a un rival que llevaba ocho años en el cargo, y que votó a favor de proporcionar fondos para la guerra. Si gana en noviembre, será la primera mujer afroestadounidense en representar a Maryland ante el Congreso de EE.UU.

En efecto, senadora Clinton, los votantes opositores a la guerra que piensan que el voto que usted hizo importa, tienen otros candidatos a los que votar. Y hay muchos votantes contrarios a la guerra buscando buenas alternativas.

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Amy Goodman es la presentadora de Democracy Now! (www.democracynow.org/es), noticiero internacional diario emitido por más de 650 emisoras de radio y TV en Estados Unidos y el mundo.Denis Moynihan colaboró con esta columna

© 2008 Amy Goodman



¿Por quién doblan las campanas?


OCTAVIO QUINTERO

A mi personalmente no me gusta para nada la muerte del guerrillero colombiano Raúl Reyes. No me gusta ni la forma ni el sitio ni el tiempo en que se dio y menos, mucho menos, la exhibición de su cadáver como un trofeo que muestra a las claras la sevicia que invade la razón de la Seguridad Democrática del presidente Uribe.
La muerte de Reyes llega en momentos en que, como lo dijo la senadora, Piedad Córdoba, la pelota (de la paz) quedaba en campos del gobierno colombiano después de las exitosas liberaciones que a instancias del presidente Chávez había determinado las Farc de sus más importantes rehenes políticos, con excepción de Ingrid. Es decir, si la pelota había quedado en el campo del gobierno nacional, la muerte de Reyes, fue su respuesta.
La baja del guerrillero se produce en territorio ecuatoriano, lo que deja en un punto muy tenso las relaciones de Colombia con ese vecino y pone en guardia al otro vecino, más poderoso y menos dispuesto a dejarse engañar, tanto que por anticipado notifica al presidente Uribe que "ni de vainas vaya a hacer eso mismo por acá porque será tomado como causa de guerra". Y ni se diga del otro vecino en ultramar que poco espera para echársenos encima. Es decir, tenemos serios problemas fronterizos; estamos rodeados de inamistades: al sur con Ecuador, al norte con Nicaragua y al oriente con Venezuela. Realmente estamos llegando (o nos está llevando el Imperio), a un punto de no retorno en esta escalada bélica que deja a Colombia, ya no como el Japón de Suramérica de que hablara el ex presidente López Michelsen, sino en una ruta letal como la de Israel que al parecer tiene licencia para matar pasito, porque la última amonestación verbal que le hace la ONU por sus ataques a la Franja de Gaza es por “excesivos y desproporcionados”; o sea que si no hubiera sido por eso de “excesivos y desproporcionado”, la cosa hubiera resultado hasta bien.
Ni la forma en que fue dado de baja Reyes ni el sitio, como dije, me gustan. Ahora, me parece que el tiempo tampoco era el más propicio. En fuentes diplomáticas de los países que Colombia reconoce como facilitadores del proceso de paz: España, Francia y Suiza, se admite que la muerte de Reyes puede afectar el proceso ya que era el único contacto que tenían con las Farc para avanzar en la búsqueda de esa posibilidad que les encomendó el gobierno del presidente Uribe. Como se dice que la operación fue un éxito gracias a la avanzada tecnología que permitió rastrear el teléfono satelital de Reyes y ubicar el sitio exacto en donde se encontraba, puede uno pensar que se estaba comunicando con ellos y que lo que ha hecho Uribe es matarles el contacto, dejando las comunicaciones de los europeos con las Farc afectada de manera sensible.
¿Sabía el presidente Uribe que la operación se iba a adelantar invadiendo territorio ecuatoriano? ¿Sabía que Reyes era el único contacto con las Farc de los facilitadores internacionales? Es evidente que sí y quizás, por eso, se le vio tan descompuesto en la alocución que siguió a la muerte de Reyes y ese decir: “asumo todas las consecuencias”, era un anticipo de que algo mal se había hecho.
Pero ese… “ asumo todas las consecuencias” no es una expresión democrática. Eso está bien en boca de dictadores, de emperadores, de reyes, de déspotas. Porque, más que un golpe al corazón de las Farc es un golpe al corazón de la paz, a juzgar por ese par de consecuencias inmediatas que dejan su muerte: 1) relaciones extremadamente tensas con los vecinos y 2) Trunco el hilo de Ariadna que guiaba a España, Francia y Suiza por el laberinto de la paz.
Y no es que el presidente Uribe vaya a asumir todas las consecuencias. Es que todas las consecuencias las tenemos que asumir todos los colombianos. Los halcones de la guerra realmente han puesto un punto extremadamente alto y peligroso.
oquinteroefe@yahoo.com
02-03-08



Las Formas y las Realidades

César González Muñoz
Los grupos armados ilegales, el narcotráfico, el desplazamiento forzado, el tráfico de armas y precursores químicos, definen hoy, en gran medida, la situación socio-política de las regiones de frontera; el gran ausente en esos territorios es un Estado moderno y compasivo. Lejos de los corredores del poder central, allí ocurren, probablemente, los conflictos más agudos y dañinos de Colombia.
Las fronteras no tienen ventajas de localización, ni son polos de desarrollo, ni el hábitat de comunidades prósperas: Por regla general son confines, lugares mortíferos, insalubres, y abandonados. En los departamentos que hacen frontera internacional viven no menos de siete y medio millones de personas, la mayoría campesinos. Más de 5 y medio millones subsisten por debajo de la línea de pobreza. Hemos construido una nación cuyos bordes son míseros y problemáticos, en vía contraria del sentido común y de la historia.
En ese ambiente, muchas cosas ocurren rutinariamente en las fronteras, que contradicen el propio concepto de Estado-Nación. Muchas cosas que reflejan un combate permanente entre la formalidad institucional y la realidad. Y siempre la realidad se impone.
Por ejemplo, ningún conocedor del asunto podría negar que las FARC, durante años, han tenido asentamientos, refugios, santuarios y corredores al otro lado, en las zonas fronterizas con Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador y Panamá. Eso lo han sabido siempre los políticos y los comandantes militares. Formalmente, esa presencia armada ilegal y extranjera se ha debido discutir en las instancias diplomáticas competentes, en la escala bilateral o multilateral, más allá de los “acuerdos de cooperación” entre autoridades, acuerdos que nunca han logrado modificar la realidad en lo más mínimo.
Ahora se ha desatado en estos países la más grave crisis militar, judicial y diplomática de la historia de la región por cuenta del bombardeo de un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, a dos kilómetros de la frontera, después de una cacería en la que seguramente se usaron equipos electrónicos provistos y operados por “contratistas” de Estados Unidos con recursos del Plan Colombia. No se tuvo en cuenta la formalidad institucional y el gobierno colombiano procedió a disparar sin avisarle al guardián de la soberanía ecuatoriana. Malas formas diplomáticas, sólo explicables por la realidad de los hechos: Si el guardián de la soberanía ecuatoriana se hubiera enterado a tiempo, el ataque militar no habría logrado abatir a “Raúl Reyes”. Esta es una auténtica guerra de espejos. Según el inventario oficial del computador de “Raúl”, el trasiego de las FARC por Ecuador se estaría convirtiendo en una presencia formalmente bienvenida por el Estado ecuatoriano, contra los derechos soberanos de Colombia.
El cerebro bulle con preguntas sin respuesta: La concesión de derechos de paso y de refugio a las FARC por parte del gobierno ecuatoriano, ¿se explica por el sueño bolivariano, o por algún otro objetivo altruista? ¿La presencia de “Reyes” en ese sitio se podría deber a algún acuerdo, o negocio, con incidencia francesa, alrededor de la liberación de Ingrid Betancourt? Si esta respuesta fuera positiva, ¿Sabría alguien en el gobierno colombiano que ello estaba ocurriendo? Como la realidad siempre se impone sobre la formalidad institucional, obviamente cualquier cosa puede ocurrir, sin que la ciudadanía se entere.
Ahora Colombia será reprendida y probablemente condenada en las instancias multilaterales por violar la frontera ecuatoriana. Y tendrá que vérselas con el ruido de sables que se oye en el vecindario. Al ciudadano común y sensato sólo le queda esperar que no pasemos a mayores en lo militar, y que la vergonzosa “normalidad” fronteriza se restablezca. Cuando hayamos superado este trance, habrá que recordarlo de nuevo: La auténtica seguridad nacional pasa por garantizar la seguridad de la vida en la periferia geográfica. “La Otra Colombia” sigue ahí, cantada eternamente como la Colombia del futuro.


Llamaradas del 68


Julio César Moreno, LA NACION, Buenos Aires, marzo 7 de 2008.

A cuarenta años de distancia, aquella “gran tempestad del 68” –como la llamara el filósofo italiano Lucio Colletti– sigue siendo motivo de análisis, críticas y rendiciones de cuentas, como si en aquel año de gracia hubieran surgido líneas que de algún modo siguieron influyendo en el mundo a lo largo de estas décadas.

Francia entera se prepara para recordar y debatir su “mayo de 1968”, sin duda uno de los acontecimientos más importantes en ese país desde la Revolución Francesa de 1789 o la Liberación de París de 1944. Y como en aquellas ocasiones, en el 68 se cantaba La Marsellesa, pero también otra canción revolucionaria: La Internacional. Y esa conjunción lírica reflejaba, quizá mejor que los discursos y los panfletos, el espíritu del momento.

Un momento que no era solamente francés, ya que la juventud universitaria de buena parte de Europa –de Berlín a Roma, de París a Londres– estaba en abierta rebeldía. Se trataba de masas juveniles pequeño burguesas, decía Colletti, o sea una categoría que escapaba a las previsiones del marxismo clásico y de la sociología en general; masas que proclamaban un comunismo puro y duro, incontaminado de reformismo o socialdemocracia, y que en nombre de la lucha contra el imperialismo levantaban las figuras de Che Guevara, Ho Chi Minh, Mao y reivindicaban la revolución cultural china y modelos similares.

La onda del 68 llegó también a los campus de algunas universidades norteamericanas, y en Italia se expresó con fuerza unos meses después, en un “otoño caliente” durante el cual se movilizaron miles y miles de estudiantes y trabajadores. 1968 fue también el año de la “primavera de Praga”, pero ésta no tenía nada de comunista sino más bien lo contrario, como que fue abortada por el ejército soviético.

Fue el año del “gran rechazo”, que se abrió en distintas direcciones. En la Argentina no pasó nada, pero fue un año cargado de tensiones, de una calma pesada en la que se advertían los signos de la próxima tormenta. Y la tormenta llegó unos meses después, a fines de mayo de 1969. La gran llamarada del cordobazo conmovió y cambió la historia del país. Por segunda vez en el siglo veinte –la primera fue con la Reforma Universitaria de 1918– la ciudad de Córdoba le dio un gran sacudón a la historia nacional. A partir de entonces, las cosas ya no volverían a ser como antes.

Cuarenta años después, el legado del 68 resulta absolutamente contradictorio. La revolución cultural china quedó sepultada en el cementerio de la historia, y sus principales sepultureros fueron los dirigentes de la China moderna, de Den Xiaoping en adelante, que con el modelo de “comunismo de mercado” convirtieron al país, en sólo dos décadas, en una de las potencias del siglo XXI.

Quedó también una amarga lección: que la sangre derramada por alguna de las líneas abiertas en el 68, entre ellas la de la violencia revolucionaria, fue inútil, además de intrínsecamente inaceptable, ya que se ponía en la vereda de enfrente de la democracia republicana y pluralista, que es el camino que eligió este país. Pero el 68, o nuestro 69, dejaron una gran bandera: la lucha irrenunciable por la libertad y los derechos individuales y sociales, por la justicia, la democracia y la república. Eso fue en esencia el cordobazo.


¿Hacemos lo correcto?

Ramón Elejalde. www.ramonelejalde.com

Existe en el País un apasionamiento enfermizo frente a todos los temas que tengan relación con el presidente Uribe, Venezuela, intercambio humanitario y Piedad Córdoba. Cualquier comentario que se haga, especialmente cuando contiene críticas, por leves que sean, contra Álvaro Uribe, el autor es inmediatamente satanizado y sindicado de guerrillero.
A pesar de lo anterior voy a osar hacer algunos comentarios sobre acontecimientos recientes, que considero no fueron correctamente manejados por el Gobierno.
El presidente de la República cuando llamó al presidente Correa de Ecuador, horas después del operativo que produjo la muerte de Raúl Reyes, debió contar absolutamente toda la verdad, sin hacer aparecer los hechos como una simple persecución en caliente en contra del grupo subversivo. En esa misma llamada el doctor Uribe Vélez debió pedir las disculpas necesarias y anunciarle al presidente Correa que las mismas se tramitarían por los canales diplomáticos. No haber solucionado a tiempo el problema con Ecuador, nos tiene enfrentando tres conflictos simultáneamente: Venezuela, Nicaragua y Ecuador.
Tampoco debimos pedir las disculpas a Ecuador con condicionamientos o arandelas, como algunos han llamado. Éstas debieron ser simples. Reaccionar con gravísimas acusaciones contra Correa y su Gobierno, cuando éstos rechazaron nuestras disculpas, fue otro error. No puede ser posible que primero nos dirijamos al “ilustrado” Gobierno ecuatoriano para disculparnos de lo que hicimos y media hora más tarde sindiquemos a ese “ilustrado” Gobierno de ser cómplice y auxiliador de las Farc. Aquí imperó una simple diplomacia salgareña.
Enviar al general Óscar Naranjo Trujillo a revelar los contenidos de unos computadores incautados a Raúl Reyes tampoco fue una decisión diplomática y acertada. Estos contenidos debieron originar enérgicas cartas de protesta tramitadas por los conductos diplomáticos y copias para entregar a los organismos internacionales, especialmente ante la OEA y poner estos equipos a disposición de las autoridades nacionales competentes. Dejarlos en poder del ejecutivo y no de la rama judicial es sembrar dudas sobre la custodia de una prueba tan delicada.
Algunas de las revelaciones de estos computadores dejan muy serias dudas. El cuento del uranio es verdaderamente fantasioso y macondiano. Enriquecer uranio requiere un proceso complejo, de mucho dinero y de avanzados laboratorios, que no están al alcance de una guerrilla campesina como las Farc, ni siquiera del Estado colombiano. Si es verdad que la guerrilla está replegada en la selva y en las fronteras de los países hermanos; si son ciertas las afirmaciones presidenciales en el sentido de que están prácticamente comiendo raíces y si verdaderamente estamos convencidos de que la seguridad democrática es exitosa, no puede ser verdad que las Farc estén en proceso de contar con una bomba atómica. Tampoco es comprensible que una guerrilla “pagando escondites a peso”, como decimos en Antioquia, esté traficando con uranio.
Un amigo me hacía un fino y agudo chiste: Debe ser que alias Jojoy o alias Marulanda, aprendieron física nuclear en el Sena y ahora estén dedicados a producir bombas atómicas. Bastó mirar detenidamente las armas incautadas en el campamento donde murió Raúl Reyes y que exhibió el Gobierno por televisión, para comprender que la Farc no está en capacidad de poseer armas sofisticadas, así no sean tanto como las bombas atómicas.
Las mentirillas para pescar incautos en Colombia se nos pueden devolver en el campo internacional. ¿Qué tal un estado considerando que si las Farc están trabajando con uranio es porque son un verdadero ejército irregular?
Todo lo anterior no obsta para reconocer que hasta ahora la hemos sacado barata en la OEA. La actuación del Embajador fue impecable. Sacó la cara por nuestro sistema diplomático, tan politizado e incapaz.
Tímidamente he sostenido en escenarios académicos que Colombia se ha convertido en un terrible vecino para los países limítrofes, por los problemas que tenemos de narcotráfico, cultivos ilícitos, guerrilla, águilas negras, paramilitarismo y desplazados. Debo registrar que con más valor que el mío, Armando Benedetti, furibista a más no poder, confesó públicamente esta semana en el programa “Hora 20” de Caracol que somos unos pésimos vecinos.

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