lunes, 29 de enero de 2007

Carta de Iván Marulanda para Juan Manuel López Cabrales

Carta de Iván Marulanda a Juan Manuel López Cabrales
Rionegro 2007-01-28
Senador
Juan Manuel López Cabrales
Montería
Apreciado Juan Manuel:
La mafia lo emboscó, a mano armada, querido amigo. Y en esa fatalidad, tengo claro de qué lado estoy y cuál debe ser mi actitud. Estoy de su lado y le expreso mi solidaridad.
Conozco el proceder de estos criminales. Untan de estiércol el entorno, para que todos nos parezcamos a ellos, para que nadie pueda reprocharles, ni castigarlos, ni atajarles su sed de riqueza y poder. Para solazarse en su perversidad, en su reino de lujuria y tesoros ensangrentados y disfrutarlos en su peculiar desfachatez.
La mafia contamina al hermano, al General, al cura, al periodista, al político, al juez, a la reina de belleza, al cantante, al banquero, al notario, a la celebridad del deporte, al hijo del patriarca, a la niña de la matrona. Se mete a la alcaldía, a la iglesia, a la brigada, al club, al restaurante de postín, a la obra de caridad. Reparte dinero a manos llenas, regala placeres y lujos a diestra y siniestra. Para que el paisaje social se parezca a ellos, se invada el ambiente de su omnipresencia, se impregne de su vulgaridad, se pongan de moda su ordinariez y sus hábitos estrafalarios. Y nadie se sienta con autoridad moral ni libre de pecado para intentar detenerlos. Eso explica la saña que ahora se descarga sobre Usted. Es el acto final de la comedia.
Así discurre esta tragedia, hasta llegar a que la vida cotidiana funcione al paso de los delincuentes y la sociedad se doblegue y someta a sus designios. Es como consolidan el poderío dentro de límites que ellos mismos trazan a su imperio, en la marginalidad y el atropello, amparados en complicidades, blindados de impunidad y de silencios.
Al paso, se van adueñando de los bienes materiales y espirituales de la comunidad. Se apoderan de la sociedad. Al que chista, lo matan. Al que se asusta, lo humillan. Al que estorba, pero no pueden desaparecer del mapa, lo desprestigian. Y en medio de la infamia, hasta se hacen célebres y llegan a ser la admiración de gente incauta, inocente, ignorante o estúpida. Como tantos agentes gratuitos de publicidad, que ingenuos y codiciosos los vuelven personajes de primera plana en revistas, periódicos, radio y televisión, para que en semejante tropel de absurdos, la mafia consiga que sus modales y estilo de vida sean patrones de conducta envidiables, los jóvenes sientan envidia de ellos, los emulen, y hagan el camino de la subcultura depravada que a estas alturas asfixia a Colombia. La subcultura mafiosa y su entorno de poder.
A todas estas, existen situaciones que se deben distinguir. Hay quienes se acercan a la mafia solícitos para enriquecerse. Otros, que llegan dóciles para hacer carrera en la política. Individuos ambiciosos, indecentes, que se meten por su cuenta al estercolero.
No es su caso, apreciado Juan Manuel. Lo sé, porque he compartido con Usted la brega política allá, en el suelo peligroso de Córdoba. Su éxito está ligado a la lucha sin cuartel contra esa mafia y contra la injusticia, al frente de multitudes liberales que lo siguen porque lo admiran y lo quieren. Gentes humildes, limpias, trabajadoras, poderosas en sus convicciones y en su acción, que cifran su esperanza en la lucha que adelantan a su lado, en democracia, con las banderas del liberalismo en alto.
La mafia no podía rendirles a Usted y a sus huestes con el cortejo habitual del dinero, ni poniéndoles sus fusiles a discreción para hacer fraude a su favor y asesinar a sus contrincantes, como suelen hacerlo con los despreciables personajes que infiltran en la política. Los valores éticos de Ustedes y los ideales que los convocan, no les permiten semejante bellaquería. Pero como no podían soportarles a Ustedes invictos, a pesar de tenerlos en su propio campo minado de paramilitares, derrotados por la palabra y el voto libre, le tendieron la celada para anularlo y descalificarlo. Algo similar hizo esa misma mafia años atrás con Rodrigo Lara, mi compañero en el Nuevo Liberalismo. Luego que lo entramparon y le minaron su moral, lo mataron. Después, todos lloramos.
Advierto que esta carta se refiere a Usted, a nadie más, a sabiendas de su situación frente a la Justicia. No expongo justificaciones, sólo explicaciones que nacen de mi propia conciencia. Otros políticos que están bajo la lupa de las Cortes u otros que lo estarán, así fueren liberales, correrán la suerte que sea sin que levante mi voz para defenderles. Abomino a los políticos que se derivan de la mafia y se deben a ella y a sus designios. Espero que la justicia dé cuenta de ellos en la cárcel y el ostracismo. Pero en cuanto a Usted, mi querido Juan Manuel, bien puede contar con mi amistad, cualquiera que sea su suerte en las manos de los Jueces que examinan sus actos. La Justicia de Colombia la respeto y la admiro. Así como valoro la solidaridad que nace del criterio y de las razones.
Con mi abrazo fraternal,
Iván Marulanda

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